» 08-06-2020 |
Voy a repasar dos blog anteriores en los que se analizaba el “cuidado de sí” de Foucault (Filósofps 26-3 Foucault una interpretación: la subjetividad) y la interpretación que hace Agamben del cuidado de sí de Foucault (Estética 9-2 Producción de la obra y transformación del autor en Agamben). En la entrega anterior vimos que el cuidado resume la teleonomía de la mujer frente a la confrontación que resume la del hombre. Dentro del cuidado, el cuidado de sí es el que constituye al sujeto femenino. Foucault no pensó este cuidado de sí como algo específicamente femenino pero lo cierto es que una aplicación así, cuadra perfectamente con la subjetivación femenina y con muchas de sus diferencias con el sujeto masculino. A continuación (en otra entrega) analizaremos la interpretación de Agamben.
Fue Descartes el que anudó el conocimiento y el ser cuando enunció: “Pienso (conozco) luego existo (soy)”. Pero no es el único camino hacia el ser: el “cuidado de sí” es otro camino para constituir la subjetividad a través de las técnicas de sí, el gobierno de sí… en una palabra: la constitución de un sujeto ético. Tras el M68 la subjetividad había caído en desuso. El sujeto se convierte en objeto (de estudio), en la convicción de que cualquier subjetivismo se desplaza hacia el lado de la sicología que se aleja de la filosofía. Solo un sujeto objetivado es digno de estudio. Pero esta concepción del sujeto no siempre ha sido así: además del “conocimiento de sí” (cualquier sujeto es capaz de llegar al conocimiento de sí -la verdad- si sigue las reglas lógicas de lo verdadero alcanzando una verdad objetivada) también existió el “cuidado de sí” (una gama de transformaciones que el sujeto debería realizar para alcanzar la verdad mediante ejercicios sobre uno mismo -pero no al alcance de todos, sino solo de los que a través del cuidado conseguían transformarse-). El conocimiento de sí será el camino escogido por la historia de la filosofía. La opción del cuidado de sí, a través de la espiritualidad y la ética, será el escogido por Foucault (y como veremos por las mujeres). Será un intento de desarrollar una filosofía crítica que ponga en juego las posibilidades de la subjetividad. Porque Foucault sospecha que la opción del conocimiento de sí tiene por única finalidad el reconocerse como sujeto obediente, sumiso y ordenado, en tanto el cuidado de sí, es el intento de escapar a las construcciones que el poder realiza sobre nosotros mismos.
¿Está Foucault planteando una alternativa a la constitución del sujeto sometido al conocimiento? Sería una alternativa absolutamente innovadora. Está saliéndose de la metafísica. Y está saliéndose de la dominación. ¿Por qué no se da cuenta de que ese es el camino escogido por la mujer? Quizás se da cuenta, pero no quiere convertirlo en una cuestión de género. Quiere que sea una cuestión universal… a pesar de que es evidente que el hombre ha optado por el conocimiento y por la dominación. Él ofrece la nueva posibilidad al ser humano (hombres y mujeres), pero la realidad es que la mujer ya la ha tomado. Lo que no nos dice Foucault es que la constitución del sujeto sigue un modelo que ya ha tomado la mujer. Pensemos que simplemente no quiere hacer distingos, pero mirémoslo desde el punto de vista femenino.
Retomo el texto que escribí en le blog pero releído ahora desde el punto de vista femenino: <<Lo que empieza como una investigación sobre las formas de la experiencia de la sexualidad se convertirá (“Historia de la sexualidad. 2. El uso de los placeres”) en las formas de subjetivación de sí mismas, la constitución del uno mismo a través de la noción de experiencia. “¿Qué es la experiencia? la correlación entre los saberes, el poder y la formación de la subjetividad que se da en un momento concreto. Responde a los límites de lo que podemos decir, saber, sentir y hacer en una situación concreta. La experiencia queda definida por el modo en que se nos gobierna, pero también permite que el ser humano se gobierne a sí mismo y es en este campo en el que Foucault pretende situar su nuevo proyecto: en las técnicas que permiten constituir una subjetividad que que reinvente las posibilidades del uno mismo” (Fortanet 2015, 134). La modificación del proyecto es sustancial: la transformación de la genealogía de la sexualidad en una ontología histórica de la subjetividad a través de las experiencias. El nuevo proyecto no solo pretende realizar una historia de la subjetividad sino también analizar los modos de evadirse de esa subjetividad, de poder experimentarse a uno mismo de otro modo. Esta evasión “se materializa en la propuesta ética: una opción clara por la resistencia apelando a diversas técnicas de sí que permitirían la constitución de una subjetividad entendida como la búsqueda de un nuevo arte de vivir”. (Fortanet 2015, 136). Pero el nuevo arte de vivir no evitará el enfrentamiento con el poder ya que el terreno del enfrentamiento es precisamente el de las técnicas de sí, el uno mismo y la experiencia de sí. En definitiva el “cuidado de sí”.
Cuidar de sí “significará tanto hacer de la propia vida una obra de arte, como hacer de esta obra de arte una cuestión política, un arte de la resistencia entendida como libertad. La estética de la existencia se hace efectiva a través de determinadas prácticas mediante las cuales el sujeto se convierte en artista de sí” (Ibidem). Lo que conduce a transformar el sujeto, hacer del sujeto algo “otro”, escapar en definitiva a las relaciones de poder. Cuidar de uno mismo es darse reglas para el compromiso político (Gros), la expresión ética de la opción política por la resistencia, consiste en la conformación de una subjetividad con arreglo al principio del gobierno de sí. Será a través del concepto griego de Parresia (un modo de decir la verdad que tiene que ver al mismo tiempo con la libertad, con el coraje y con el peligro) que Foucault se plantee la posibilidad de constituir una relación diferente entre las verdades y el uno mismo. Es en la Parresia donde encuentra una última articulación filosófica entre la verdad, el poder y la subjetividad.
La relación consigo mismo que el hombre descubre en el sistema disciplinario (al interiorizar la disciplina), en la sexualidad (al encontrar nuevas relaciones con la verdad en sí mismo) y en el biopoder (al encontrar el poder residente en el sí mismo de cada uno), hace que Foucault desplace el interés de su reflexión del saber al poder, y del poder al ser (la subjetividad). A esa posición le llamará la ontología histórica de nosotros mismos (como había definido en sus escritos sobre la Ilustración). Pero ¿cómo se relaciona ese ser con los dispositivos de saber y poder? Propone una ontología vinculada al presente y abierta a la historia, la renuncia a un hipotético ser fijo, eterno y necesario, un ser que examina en las regiones del saber, el poder y la sexualidad, allí donde experimentamos el mundo, un pensamiento crítico (Kant) determinado por las condiciones de posibilidad de lo que puede ser experimentado. Foucault establece su ontología crítica de nosotros mismos (o ontología histórica del presente) como un análisis de los tres ejes de formación de experiencias: saber, poder y subjetividad, para, precisamente, experimentar de modo diferente. La historia de lo que hemos hecho, devenido análisis de lo que somos.
Construye, para ello, una ontología que introduce la historia y la crítica en el mismo gesto del pensamiento. “Hacer una ontología del presente será, en el fondo, un acto de resistencia que analice los surgimientos que nos permitan entender lo que somos, porque aquello que somos, al ser núcleos de experiencias normalizadas, es el verdadero problema” (Fortanet 2015, 144). ¿Cómo puede hacerse una ontología así? La respuesta es el propio despliegue de la obra de Foucault: el análisis histórico de las formas de saber, de los procedimientos de gobierno (poder) y de las prácticas de subjetividad. En la intersección de estos tres dominios aparece el concepto de dispositivo (carcelario, médico, sexual…). La ontología histórica de nosotros mismos respondiendo a la sistematización siguiente: cómo somos constituidos como sujetos de nuestro saber, cómo somos constituidos como sujetos que ejercen u obedecen relaciones de poder, cómo somos constituidos como sujetos morales de nuestras propias acciones. Una ontología plenamente politizada, definida como genealogía, se convierte en una actitud ética. El método genealógico (Nietzsche) que analiza las condiciones de posibilidad del presente, analizando el momento histórico de su surgimiento. Y todo para enfrentarnos críticamente a la posibilidad de ser otros, rompiendo con la normalización de la experiencia que nos hace ser lo que somos. Hay que emprender la tarea ética de la resistencia, de la disidencia, de no ser gobernados, de ser de otro modo>>.
Retomemos las relaciones que Foucault entiende con el ser humano y apliquémoslas a la mujer: 1) La relación consigo mismo que la mujer descubre en el sistema disciplinario (al interiorizar la disciplina)… es evidente que la mujer interioriza la disciplina, 2) en la sexualidad (al encontrar nuevas relaciones con la verdad en sí mismo)… es evidente que la mujer entiende sus relaciones con la sexualidad como de otra manera que el hombre (que no soy capaz de definir pero que son distintas: otra verdad) y 3) en el biopoder (al encontrar el poder residente en el sí mismo de cada uno). Aquí sí es evidente que el micropoder femenino se opone a la dominación masculina. Hombres y mujeres aplican el poder de formas absolutamente distintas. Foucault desplaza el interés de su reflexión del saber al poder, y del poder al ser (la subjetividad). Exactamente lo mismo hace la mujer, pero de otra manera: del saber a la experiencia; del poder al micropoder y del ser a la subjetividad. Ese es el secreto del cuidado de sí, de la técnica del sí, del gobierno de sí. Una ética y no una epistemología del conocimiento. Porque el cuidado de sí y de los otros es una ética.
El desgarrado. Junio 2020.