» 24-08-2020 |
Sigo persiguiendo esa diferencia sustancial que separa a los hombres de las mujeres. Que la razón/cuidado es una y que el análisis/síntesis es otro, plantea el problema de su relación. Pero primero unas cuestiones básicas. El análisis consiste en perseguir el conocimiento por la descomposición (los niños desmontan sus autos; las niñas nunca (casi) desmontarían sus muñecas). La síntesis consiste en comprender por adición, aunando otros conocimientos hasta que el inicial sea expresivo. No descubriré nada si digo que estos don modos definen, en gran manera, a hombres y mujeres. Las mujeres cuidan y los hombres razonan. Dicho así parece peyorativo (no en vano la razón es la herramienta del hombre). Pero cuidar puede ser razón más que relación social y la razón puede ser cuidado social. Los hombres cuidan desde la razón. Las mujeres razonan desde el cuidado. Tanto monta, monta tanto… o así debería ser.
Pienso en la realidad de los cerebros aditivos: somos reptiles, (aves), mamíferos y humanos aditivamente (¡ojo! sintéticamente). No soy biologista (la preponderancia de nuestra herencia animal) ni racionalista (la supremacía de nuestro lóbulo frontal), pero no descarto nada como interviniendo en nuestros resultados. Somos sintéticos: reptiles, aves, mamíferos, antropoides y humanos… a la vez. Será el ambiente el que nos sesgue hacia una u otra forma de ver el mundo. Podemos ser caníbales, asesinos, vengadores o solidarios cuidadores altruistas. Todo es posible y la decisión solo depende del mundo y de ti. Nada es desechable. Todo vale.
Voy a recalar en dos actitudes típicamente de género y la explicación que les doy. La primera -femenina- es el cuidado sintético. ¿Cómo no reparar en que las mujeres añaden objetos de cuidado una y otra vez para conseguir la máxima solicitud de las cosas? Bajo el mantel se coloca el hule, sobre éste el plato de cortesía, los platos, los salvacubiertos, el salva-pan, el salvamanteles… Una acumulación de objetos en cuya adición cada uno cuida del anterior. Una planta necesita una maceta, un plato, un tapete y quizás otro. Su forma de vestir también es aditiva (especialmente aditiva). Aunque la prenda llamada combinación ha desparecido (pero re-emerge cuando las transparencias arrecian), las prendas se acumulan. La zona íntima incluye el tampón, el salvaslip, la braga, el pololo y la falda o el pantalón. La principal ocupación de una madre es vestir y desvestir a su niño de acuerdo con el cambiante clima. La rebequita no es una prenda. Es una filosofía. Las mujeres son sintéticas, aditivas, cuidadosas. No analizan las cosa para decidir cuál es la mejor opción. Simplemente aplican todas esas soluciones que la experiencia ha demostrado adecuadas.
El hombre es analítico, todo lo discute, todo lo cuestiona. Lo suyo es cuestionar. Incluso lo que la experiencia ya ha certificado como comprobado. Polemiza por placer. Y no siempre con argumentos. La cláusula de cierre es el sentido común, la lógica cotidiana. La deconstucción de la lógica. Lo suyo es opinar sobre lo que no es necesario opinar: los datos. Quizás por eso le apasionan los deportes. Todo es discutible, todo es opinable, todo es causa de polémica. El mundo es polémica. Pero también todo lo deconstruye (en el sentido simple del término). La verdad es el desmontaje y la reducción a términos simples. Mientras el hombre simplifica (analiza) la mujer sintetiza (complejifica). Es difícil que se puedan poner de acuerdo, quizás porque esa no es su misión. Su misión es complementarse, sumar esas dos maneras de pensar tan distintas pero tan necesarias. Pero además puede añadir una cláusula de cierre a toda discusión: la fuerza. Donde no llegan las razones llega la violencia. La razón (o el deseo) impuesta por la violencia. Y aún queda otra cuestión: la razón como verdad inalienable: la dogmática. No conozco mujeres fascistas (excepto por contagio) sin embargo sabemos lo que los hombres hicieron en los años cuarenta en Europa y en Asia.
Porque el hecho de que los hombres y mujeres sean distintos no implica que unos y otros puedan cambiar su actitud y su pensamiento con absoluta facilidad. Pero sobretodo las mujeres, porque la posición masculina es más atractiva. La igualdad mal entendida consiste en que las mujeres sean iguales a los hombres (y no viceversa). Las mujeres pueden hacer el trabajo doble (empresa y casa), bajar a la mina, alistarse en el ejército, boxear o lanzar peso, prostituirse, etc. Otra igualdad es posible, pero mientras no sea posible es mejor que optemos por la libertad (Despeintes). La plasticidad cerebral es enorme lo que no es óbice para que la igualdad sea otra cosa.
El desgarrado. Agosto 2020.