» 27-08-2020

Señoras y señores 54. Es la testosterona una enfermedad… recurrente.

He dicho muchas veces que los cerebros son aditivos y que el pensamiento es un batiburrillo de instancias entre las que domina la más fuerte en cada caso. No se puede juzgar al hombre por sus hormonas (la testosterona, singularmente) pero tampoco se puede desechar, como si los cerebros más modernos (el lóbulo frontal y la inteligencia relacional) pudieran controlar los más antiguos. Siguen existiendo campos: el sexo, la violencia (¿el orden?), en los que la testosterona siguen dominando como lo demuestran las manadas y los abusos de la policía hacía los ciudadanos negros, sin perder de vistas las explosiones de júbilo de los aficionados (?) al fútbol. Y sin olvidar la guerra y la ancestral represión del sexo femenino, de los colonizados y de los altersexuales. Distamos mucho de ser racionales pero lo cacareamos a los cuatro vientos. El coranavirus: una amenaza, ha despertado nuestra testorterona ancestral.

 

La principal razón por la que los jóvenes desprecian al virus es porque su testosterona les guía. Ancestralmente el macho a elegir era el más arrojado, el más valiente, el más novio de la muerte. En una situación de inseguridad generalizada recurrimos a los cerebros más antiguos (recordemos a aquellos deportistas que recurrieron al canibalismo para sobrevivir tras su accidente aéreo, y recordemos también como trataron de ocultarlo una vez rescatados y reintegrados a la sociedad “normal”). El límite de la vida es la supervivencia y a ello recurrimos en casos extremos. No se ponen la mascarilla porque son así de valientes (despreciando cualquier opción racional que se decante por las precaución más elemental). Comparten bebidas porque no temen al virus, desprecian la distancia de seguridad porque no tienen miedo. Están promocionándose como macho elegible, aprovechando una situación en la que es fácil postularse. Su “valentía” llega incluso a afirmar que quieren infectarse en un último y calculado (las encuestas les protegen) pulso al virus y a la oportunidad de procrear.

 

Pero esa sensación de que en una situación de brutal inseguridad la opción de la reproducción es la mejor, no solo afecta a los hombres. Las mujeres también participan de forzar el atractivo sexual reproductivo. El virus apareció cuando parecía que abandonar los pechos bajo la blusa era un latrocinio estético, mostrar los pezones era una horterada y los pechos, en general habían perdido su componente de excitación sexual en favor de su contenido estético. ¡Se acabó! los pechos se han liberado (bajo la blusa) y nos recuerdan que su contenido sexual puede ser mucho más alto que la estética o el erotismo. Esto ya había sido detectado en las épocas de guerra en las que las mujeres forzaban las relaciones sexuales ante la eventualidad de que se acabaran los hombres o el mundo. Evidentemente estamos ante un recurso a los cerebros más antiguos en casos de peligro.

 

Deduzco que las relaciones sexuales se han intensificado. Durante el confinamiento eso fue realmente así, puesto que las consultas por embarazo aumentaron sustancialmente. Parecía que era por el confinamiento en sí: el roce hace el cariño. Ahora  se suscita la cuestión de que haya otras razones como por ejemplo la responsabilidad de la repoblación de la tierra. ¿Follan más los descerebrados, los novios de la muerte, las Evas regeneradoras de la población humana? Durex lo sabe, pero no nos lo dirá, porque cuando a todos les va mal sabe aún peor decir que a ti te va de puta madre. ¿Habrá un baby boom dentro de unos meses? Evidentemente la píldora del día después tiene mucho que decir, pero yo apostaría a que sí. Pero la cuestión tiene una zona de sombra. Los jóvenes joderán más pero poniendo en peligro la vida de muchos otros. No es bueno recurrir a los cerebros antiguos para resolver situaciones complejas. El sistema tradicional de mezclar todos los cerebros para que cada uno nos diga lo que tiene que decir parece más adecuada. ¡Total, si lo tiene, pues lo utilizas!

 

Estamos muy contentos de que los jóvenes mojen, pero sería más aconsejable que no fuera a costa de la vida de otros. Procrear matando no es una cuenta clara. Quizás es una estrategia para dar paso a los jóvenes (seguro que los muertos caerán del lado de los patriarcas), lo que requeriría otro análisis económico adicional. Como poco, el Covid plantea complejidades que no pueden resolverse con respuestas simples por satisfactorias que resulten sexualmente.  Es bonito ver a los monos golpeándose el pecho exhibiendo su situación alfa, pero nos parece más interesante utilizar todo el cerebro en vez de quedarse con el más antiguo. Más que nada por el despilfarro que supone obviarlo, lo que nos acercaría a los reyes del despilfarro: los políticos. Eso sería peor. Catastrófico.

 

El desgarrado. Agosto 2020.




Comentarios publicados

    Añadir comentario


    Acepto las condiciones de uso de este sitio web