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» 12-12-2020 |
En esta prospección de las diferencias estructurales entre hombres y mujeres, que desde nuestra perspectiva son la causa de la sociedad en la que vivimos y que arroja un saldo neto a favor de los hombres, no todo es favorable a las mujeres. No sería justo si no denunciara tanto los abusos de los hombres (absolutamente mayoritarios) como los escasos abusos de las mujeres, pero no por ello inexistentes. Decir que son abusos es inexacto porque está en el ADN del hombre abusar y no lo está en el ADN de la mujer. Las mujeres pueden desviarse de la recta senda pero difícilmente abusar. En la ética del cuidado y de la prevención no es posible encontrar el abuso. Sin embargo la plasticidad del pensamiento femenino -que se amolda al masculino, sobre todo en lo negativo (como defensa)- propicia que algunas de las actitudes femeninas se parezcan siniestramente a las masculinas. Entender el pensamiento femenino es recelar continuamente de su originalidad (el cuidado y la prevención) para separar el grano (el pensamiento femenino) de la paja (la invasión del pensamiento masculino). Creo sinceramente que lo que de negativo (poco y muy focalizado) pueda tener el pensamiento femenino es marginal, desechable, circunstancial… pero existente.
El amor (afecto, modo) es el pensamiento (idea, intelecto) del cuerpo (extensión, materia). Decía Spinoza que la mente es la idea del cuerpo. Pensaba que cuerpo y mente son inseparables (paralelismo), no entendía un alma inmortal, pero la ponía en el mismo plano que el cuerpo. De forma bastante críptica decía que una única sustancia/dato original (homogénea) puede tener dos atributos/esencias (representados por el cuerpo y el alma) heterogéneos. Dos atributos entendibles por los humanos porque Dios tenía infinitos atributos que nunca conoceremos. Pero Dios, para Spinoza, es la realidad o la naturaleza (lo que contradice el racionalismo epistemológico, al menos aparentemente), por lo que los atributos que nunca conoceremos son los atributos de la realidad. Los humanos miramos el mundo por un agujero en el que solo la extensión (lo material) y la idea (lo espiritual) nos son accesibles. De alguna manera puso a los hombres en su lugar: la imposibildiad del conocimiento cabal de la naturaleza. Y sin embargo su metafísica racionalista dice lo contrario (o, no): 1) la realidad tiene una estructura racional (racionalismo metafísico); 2) la mente humana es capaz de entenderla (racionalismo epistemológico); y 3) pero lo único importante es alcanzar la libertad y la felicidad a la que se accede por el conocimiento (racionalismo ético). Si nos centramos en el “pero” el racionalismo epistemológico pierde toda su fuerza.
Spinoza mantiene un concepto que se desmarca de la metafísica: el grado. La metafísica se atiene al principio del tercio excluso (que dice que entre una cosa y su negación no hay posibilidad de un tercer término). El concepto se emborrona cuando esa oposición de conceptos no son exactamente excluyentes (material/espiritual). Es evidente que lo que no es material es inmaterial, pero ¿es inmaterial lo mismo que espiritual? En una simplificación abusiva la metafísica crea pares de oposiciones que no son exactamente (aunque sí grandemente) excluyentes. Esta es una de las pegas que la modernidad pone a la metafísica.
La lógica aristotélica no admite términos medios, la verdad es indivisible: o es verdad o no lo es. Spinoza disiente. La mentira es una verdad parcial, que ha confundido las apariencias con la realidad. La mentira no existe porque las señales que nos mandan las cosas (que son Dios y no pueden ser falsas) pueden hacer que nos engañemos (que imaginemos, que no sean ideas adecuadas), pero que no pueden ser falsas. La verdad es una cuestión subjetiva lo que quiere decir que la lógica formal (objetiva) no existe. Y aquí se inicia un litigio entre lo objetivo y lo subjetivo que Spinoza resuelve con el grado. Podríamos decir que habla de probabilidad (la verdad parcial). Ni Aristóteles ni la Escolástica medieval habían accedido al grado que fundará la teoría de la evolución de Darwin (y ya puestos, la sicología evolutiva, la termodinámica, la teoría de la probabilidad, la estadística, etc).
Pero el grado no es una aparición esporádica en la filosofía de Spinoza. Si matiza la verdad también matiza las ideas a las que considera que, en algunos casos, adquieren una independencia mayor que en otros (independencia de grado). Los grados de conciencia también se ven matizados por el grado… debido a la complejidad orgánica (cuanto más complejo es el órgano, más conocimiento tiene). El grado le lleva a enunciar el principio de incertidumbre de Heisenberg. Parte de la idea de que existen dos órdenes de conocimiento: 1) el de la naturaleza (el cuerpo es afectado por los objetos exteriores) lo que le produce un conocimiento no adecuado (imaginario) del mundo, al que opone un 2) conocimiento intelectivo (orden de la dependencia lógica, de la percepción de las primeras causas) del principio de razón suficiente. 1) La afectación del cuerpo por los cuerpos exteriores proporciona ideas inadecuadas, que enmascaran las causas. 2) El conocimiento intelectivo debe ser independiente de las causas exteriores, debe determinarse interiormente. Es el conocimiento racional “de las nociones comunes y de las ideas adecuadas de las propiedades comunes”. Corresponde a las ideas innatas de Descartes y Leibniz. Y digo que el grado está presente porque las ideas inadecuadas lo son en un determinado grado.
Sin embargo esas “nociones comunes e ideas apropiadas” del conocimiento intelectivo, racionales (verdades generales, abstractas y universales) no corresponden al conocimiento definitivo. Y ¿qué más se puede añadir? os preguntaréis. Pues lo que podríamos llamar 3) la proyección del conocimiento de Dios en las cosas: el conocimiento intuitivo (¡Atentos!: ¿hay un conocimiento intuitivo superior al racional?). No lo desarrollaré por que entiendo que este conocimiento intuitivo es una concesión de Spinoza a su tiempo (en el que Dios era indiscutible), y parte de su estrategia de defender su vida frente a un dogmatismo asesino. Aún cuando Dios es la naturaleza y la realidad, es evidente que también es el ser supremo que si bien ha perdido sus características judeo-cristianas de creador, finalista, misericordioso, sigue siendo una idea difícil de extraer. Y basta por hoy, No he hablado de los “vicios”
prometidos de las mujeres pero eso solo hará que añadir emoción a la próxima entrega. Continuará.
El desgarrado. Diciembre 2020.