» 18-09-2023

Señoras y señores 72-4. Antifeminismo. Libertad 2. Kant.

La historia de la humanidad es la historia de la manipulación de la libertad. La pertenencia a un grupo tribal se basa en el parentesco, todos tienen alguna relación parental. Cuando la ideología sustituye a el parentesco (Harari) a la hora de hacer grupos más grandes y, por tanto más eficaces, se hace necesario que exista un interés -más allá del parentesco y de la economía de escala- para cohesionar al grupo. Aquí interviene la política (quizás  deberíamos decir el poder gestor) que se dedica a proponer incentivos para la pertenencia. La ciudad, por sí misma, es un gran aliciente: las relaciones se multiplican y las posibilidades se desarrollan exponencialmente. Pero la ciudad supone impuestos para mantener las infraestrucuras (especialmente el ejército)  y se crea una dialéctica entre ventajas y desventajas, por pertenecer al grupo ampliado. La política es el arte de engañar a los ciudadanos para que pertenezcan al grupo. Y digo engañar porque las cambiantes situaciones microhistóricas harán que no siempre sea rentable la pertenencia. 

 

¿Que ofrece la ciudad en vías a preferir la pertenencia? La multiplicación de posibilidades de vida y relaciones personales, laborales, afectivas, etc. Una mayor cantidad de clientes, pacientes, cierto anonimato, la protección de la masa, la economía de escala, la posibilidad de acometer grandes obras y por tanto de mejorar el nivel de vida. Por contra implica la convivencia con extraños (otras razas, otras costumbres), la vida reglamentada para la convivencia (el derecho es una cuestión urbana), la posibilidad cierta del abuso de poder por parte de los dirigentes y sobre todo los impuestos. Los primeros reyes son grandes constructores de infraestrucuras (el señuelo del progreso) pero en todos los tiempos los dirigentes son los garantes del progreso, de la seguridad y del bienestar. Y dentro de ese lote está la libertad. La palabra Villafranca lo dice todo. Los seres humanos tienden naturalmente a la dominación, pero la dominación no es buena tarjeta de presentación para ampliar la pertenencia.  La política se alía temprano con la religión lo que le perite ofrecer a los ciudadanos la magia (método de resolución de conflictos y la vida eterna, auténtica joya de la ingeniería de la dominación.

 

En los albores de la humanidad la libertad tuvo que ser una carencia. La dominación era la norma, pero no propiciaba apoyos ni pertenencias. Pronto los políticos aprendieron que había que prometer pero no dar, había que confundir antes que trasparentar, había que mentir antes antes que informar. Tras cada innovación en la ilusión de libertad (recordemos que para Kant la libertad no tiene concepto) era inevitable (para los autoritarios)  cambiar de acepción. Por eso la libertad es la gran mentira, el gran subterfugio utilizado por los dominadores para obtener sus fines. La dominación no quiere ni oír hablar de la libertad y se acuña el término de libertinaje para denostar y culpabilizar a sus partidarios. No es por tanto nuevo que la libertad de las mujeres sea vista con terror. Las mujeres fueron siempre minusválidas sociales, inferiores. Como no era posible eliminarlas -dado su imprescindible papel en la reproducción de la mano de obra…y el sexo (léase de la humanidad)- lo que se hizo fue ningunearlas- De hecho el tema de la libertad de las mujeres jamás se suscitó y sigue sin suscitarse. Las mujeres se refugiaron en los pliegues del poder masculino: el micropoder. El hombre decide la compra del piso, y la mujer decide la decoración. Existía un acuerdo tácito sobre los papeles de cada uno: el hombre defiende y saca adelante a la familia vitalmente y la mujer cuida del patrimonio, de la casa, de los hijos, de los mayores, de los maridos, y ya puestos del medio ambiente. Fue la reinterpretación de los papeles biológicos que habían heredado de su pasado animal, la que dio lugar a un contrato social de género.

 

Pero el hombre incumplió el trato cuando empujó a la mujer a trabajar fuera del hogar y la transformación que debiera haber sacudido a la institución no se produjo. Simplemente la mujer añadió a sus deberes el nuevo del trabajo fuera de casa. La salida a la calle espabiló a la mujer, su independencia económica y lo insolente de la posición masculina impulsó la lucha por la igualdad. Fue la guerra. El hombre se afianzó en su derecho divino de superioridad o mejor deberíamos decir se atrincheró en su machismo. Con tal de excluirla, se la excluyó hasta de la lucha obrera y no solo de las demandas sino también de los beneficios. La mujer nunca ha tenido libertad porque la mujer era un ser sometido por definición. El sometimiento ha sido para la mujer su rasgo identitario. Para consultar lo relativo a esta dominación os remito a “Señoras y señores 75. La dominación masculina y el pensamiento femenino” Las mujer se “inventa” la libertad mediante el micropoder, es decir esquiva la coerción generalizada, que, en su caso, añade a la de ser humano, la de ser mujer. Como los cristianos en las catacumbas la mujer se oculta en los pliegues del poder para recuperar un mínimo de dignidad vital. 

 

Kant apartó la moralidad de las pasiones, las inclinaciones y los deseos para igualarla a la libertad. También la apartó de dios y de las costumbres, incluso le negó la justificación de ser un repertorio de normas. Con todo, la excluyó de la razón teórica (especulativa) para enclavarla en la razón práctica (moral). Pero eso supuso que perdiera la principal herramienta que la razón teórica le confería: la conceptualización. La libertad no tiene conceptos y la moralidad tampoco. Y sin embargo, a la moralidad, Kant le concede razón (práctica, pero razón). La razón es la facultad de emplear ideas y las ideas son conceptos que no pueden ser aplicados a las intuiciones (las percepciones registradas en las formas puras o a priori de la sensibilidad:espacio y tiempo), es decir, a la sensibilidad. Las intuiciones son a la sensibilidad (el conjunto de lo percibible o de datos de la naturaleza) lo que los conceptos al entendimiento (la especulación). Pero la razón también es entendida, en Kant,  como el conjunto de las facultades del entendimiento y la sensibilidad. La diferencia entre la razón teórica y la razón práctica es que la primera, depende del entendimiento. La razón práctica depende de la moralidad. Se podría pensar que lo practico es de peor calidad que lo teórico, lo especulativo, pero no es así para Kant. La razón práctica tiene una profundidad de conocimiento mayor que la teórica, porque no es esclava de la necesidad, es libre (ver “Filósofos 31. Kant. Diccionario” para tratar de entender este galimatías. 

 

La mujer es más práctica (moral) que intelectual (especulativa), se interesa más por lo sensible (el mundo exterior) que por lo inteligible (los contenidos de la mente). Podríamos decir, salvando las distancias, que la mujer apuesta por la razón práctica, es decir por la moralidad, frente a la razón teórica (especulativa) de los conceptos y del entendimiento. Y en consecuencia opta por la libertad sin concepto, algo que solo puede ser comprendido a través de la propia libertad. Conocemos de la libertad que está ahí, pero no accedemos a su concepto. Y aquí nos encontramos de nuevo con la disquisición entre la meta-física (lo que hay más allá de la física y la meta-ética, el más allá de la moralidad. Un pensamiento femenino debería ser kantiano, meta-ético y partir de la razón práctica, la libertad, y renunciar, al concepto. Dos formas de entender lo trascendente. Kant niega a la meta-física el derecho a explicar lo trascendente (Dios, el alma, el mundo) a través de la razón teórica, pero reconoce su existencia y la necesidad de tratarlas de algún modo. Ese modo es la ética y por tanto transforma la metafísica en metaética. Kant es revolucionario en este (y en otros aspectos) y sin embargo es hijo de su tiempo y piensa que las mujeres son inferiores a los hombres. La cuestión es que un pensamiento (femenino) en el que la libertad y la moralidad no tienen concepto y la metafísica se ha convertido en metaética (erradicada de la razón), es un pensamiento sustancialmente distinto del pensamiento masculino, para el que la libertad es una aspiración y la moralidad “otra escena”. 

 

El desgarrado. Septiembre 2023.

 




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