» 13-09-2023

Señoras y señores 74. La posibilidad del pensamiento femenino.

No es la primera vez que hablo del pensamiento femenino. El planteamiento es simple: el pensamiento masculino (que cabe en la metafísica clásica) es profundamente machista e injusto. ¿Es posible un pensamiento femenino, quizás basado en otra metafísica, que pueda dar el relevo a esa metafísica clásica que ya ha demostrado sobradamente su agotamiento? Algunos pinitos he hecho sobre ello (fraccionarios e incompletos) pero lo que quiero tratar ahora es de su posibilidad. Las características de ese pensamiento no se avienen con las reglas que tan precisamente ha establecido la metafísica para un pensamiento sistemático, analítico, violento, des-cuidado, desarrollista, irrespetuoso con los otros seres y con el medio, etc. y especialmente en el tema de la sistemática (entiendo por sistemática la construcción de un sistema de pensamiento completo y coherente). Todo lo que digo aquí no es una crítica sino la constatación de que cuando los hombres hablan de igualdad hablan de igualdad… con ellos. El modelo de toda igualación es el masculino. Lo mismo ocurre con el pensamiento que considera inválido el pensamiento femenino porque no discurre por los mismos parámetros que el masculino. Por lo tanto no solo hemos de establecer ese nuevo pensamiento sino probar su posibilidad.

 

La posibilidad de un pensamiento específicamente femenino tiene dos vertientes : ¿es posible un pensamiento tal, en cuanto epistemología? y ¿es posible en cuanto a la oportunidad y la viabilidad? Respecto a la primera, a esa posibilidad le abre una puerta la reflexión kantiana de la ética, alejada del orden natural sensible y decantada hacia un orden inteligible de muy distintas características. Ideas como que para ser libre hay que ser moral, que la ética y la libertad no son conceptualizables, que un pensamiento sistemático puede existir al margen del concepto, la posibilidad de una meta-ética -al modo de la meta-física… todo ello -decía- es una patada a seguir en nuestra investigación. La segunda solo depende de las mujeres, de que su feminismo se radicalice hasta optar por un pensamiento paralelo totalmente desligado del pensamiento masculino.

 

El movimiento feminista más fecundo (más resultón) es aquel que ha decidido plantar cara a los hombres (quizás aliarse) con sus mismas armas y en su terreno. Las armas son la violencia y su terreno es la metafísica machista. Las mujeres que triunfan socialmente son “como hombres” (en eso consiste la igualdad que los hombres les ofrecen) en su comportamientos, siguen su modelo y aplican sus métodos, hasta el punto que se ríen  de las pavas que no son capaces de plantearse la lucha de esta manera. No siempre ha sido así. La mujer ha desarrollado estrategias de confrontación no violentas con resultados más en la linea de aliviar su dominación que de aproximarse a la igualdad… como el micropoder (Foucault). Aún no siendo violenta es difícil adoptar el sometimiento como estrategia, pues la dignidad y la autoestima se resienten. Así las cosas las mujeres han buscado sus parcelas de micropoder entre los pliegues del poder masculino. No quiero decir que esta estrategia no sea vejatoria e injusta, solo quiero decir que ha servido para sobrevivir, y ataja el argumento de que “no tan mal deben estar puesto que se conforman”. No hay conformismo alguno, sino impotencia ante un poder físico y sistemático muy superior. 

 

El pensamiento metafísico parte, como el sicoanálisis, de que hay un solo sexo: el masculino, y que la mujer es una aberración genital (castrada) de ese sexo hegemónico. A partir de ahí todo es posible y por eso es esencial acabar con esa metafísica machista. La historia de la humanidad es la de la inferioridad (biológica, social, intelectual) de la mujer perpetrada por el hombre, sustentada exclusivamente en un pensamiento elaborado “ad hoc”. La metafísica está concebida a la medida del hombre, de su forma de pensar, de ser y de vivir. Es analítica, agresiva/beligerante, desarrollista, antropocéntrica… y como tal ni conecta con las mujeres ni las involucra. Dentro de esa metafísica la igualdad (emancipación) de la mujer no es posible. Y como dijo Marx de la burguesía, la clase dominante no va a colaborar, por lo que la lucha es inevitable y, una etapa transitoria de dictadura del género femenino, más que posible. Claro que, el rechazo absoluto (y teórico) de la violencia y el horror que produce la sola mención de la dictadura, auguran que ni la lucha violenta ni la dictadura serán posibles. 

 

A falta de unidad, de un pensamiento femenino diferencial, de la posibilidad de la lucha violenta y de una provisional dictadura de género, queda la vía de la huelga (pacífica y apolítica), huelga de todo aquello de lo que los hombres no pueden prescindir: el cuidado (de la casa, de los niños, de los enfermos, de los adultos, de los mayores, del medio ambiente) y -como Lysistrata sabía- también del sexo. O quizás se deberían aplicar todas estas posibilidades juntas. A la igualdad (como seres humanos): igual salario para igual trabajo, igual trato por la ley y las costumbres, seguridad en la integridad física y moral, igualdad de oportunidades, etc. se deberá añadir los derechos diferenciales, exclusivamente propios de las mujeres como los que rodean a la maternidad y garantizados en su aplicación efectiva. Una mujer trabajadora con un salario inferior, menos oportunidades, doble carga de trabajo (dentro y fuera del hogar), cuidando y educando los niños, los enfermos y los mayores y sometida a la presión de la violencia de género, no está en las condiciones idóneas para garantizar la necesaria reproducción de la especie. Como ha hecho con la robótica en el caso de los trabajadores, el hombre trabaja en la exclusión de las mujeres del proceso reproductivo pero, de momento, las posibilidades son nulas (es más fácil que quede excluido él mismo). La pregunta sigue en pie: ¿Es posible la igualdad? La respuesta, hoy, y para un futuro inmediato, es no.

 

Y para acabar una reflexión sobre la prostitución. El planteamiento tradicional pone “la culpa” exclusivamente del lado de las mujeres, hasta el punto de que los (escasos) intentos de penalizar a los consumidores han sido penosos. Y sin embargo, sabemos que detrás de cada prostituta hay un proxeneta, un explotador, mayormente masculino o un problema serio de supervivencia. Y delante hay un consumidor también masculino. Las mujeres comercian con su cuerpo (como decía no hace mucho el diccionario para desencanto de los jóvenes que acudían a él en busca de información). Nada se decía de los hombres. Hoy se nombran en el diccionario las relaciones sexuales pero no se habla de los consumidores. Los bonobos (chimpancés pigmeos: nuestros primos más próximos) practican el intercambio de favores sexuales por otros bienes (comida, cobijo, ayuda). ¡Tanto machos como hembras! La práctica es pues ancestral, y enraízada en lo biológico. Pero no siempre las prostitutas fueron denostadas. La heteiras griegas y las geishas japonesas son damas de compañía que ofrecían mucho más que sexo: compañía, conversación, entretenimiento, obviamente a cambio de dinero. El placer en esta relación cae del lado del hombre. Y no habiendo placer para las mujeres, (el mito de la prostituta que disfruta con el sexo es, eso, un mito) a la Iglesia, le debería haber parecido que el máximo culpable era el que transgredía las sagradas reglas del matrimonio a cambio de placer (precisamente del placer más matrimonial). Pero la Iglesia es cosa de hombres y se prefirió echarles la culpa a ellas. 

 

Nuestro actual código penal no considera la prostitución un delito, en su hecho desnudo (cambiar dinero por placer). Si penaliza su instrumentalización por terceros (la trata de blancas). Pero la sociedad no tiene un punto de vista tan equitativo y condena el ejercicio de la prostitución por quien  recibe dinero (de modo harto poco capitalista): la mujer. Muchas veces se ha insistido en el derecho inalienable de la mujer a explotar su cuerpo como le venga en gana (dentro de los límites de la ley), pero nunca ha pasado de una mera reflexión.. Una práctica que ha acompañado a la humanidad desde antes de ser racional, es difícil pensar que vaya a erradicarse ahora, con las consecuencias que tienen las prohibiciones incomprendidas por los ciudadanos y que ya mostraron sus efectos en la ley seca. Las visitas de Franco a Barcelona conllevaban el cierre de los burdeles de la Carretera de Sarriá. ¡A grandes males grandes remedios! La mujer se prostituye por necesidad o por la fuerza, pero raramente por vocación. La pretendida necesidad de los hombres a tener relaciones sexuales, desmiente el papel director de la razón sobre las pasiones (“bajas” pasiones se diría en este caso). En resumen si la puritana sociedad en la que vivimos tiene la extrema  necesidad de acabar con la prostitución, que defienda a las mujeres de la explotación y de la pobreza y castigue a los consumidores por abuso de posición dominante, pero de sexo y de género… ni pío. 

 

El desgarrado. Septiembre 2023.

 




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