» 17-09-2023

Señoras y señores 75. La dominación masculina y el pensamiento femenino.

Hay dos razones para dominar: explotar y asegurar. La primera es parasitaria: vivir a costa de los demás. El parasitismo es habitual en la naturaleza, a todos los niveles y consiste, ni más ni menos que en robar lo que otro ha obtenido con su esfuerzo o su habilidad, sea comida, pareja, territorio, madriguera o protección. En la naturaleza no solo se da como parasitismo (el beneficio solo es para uno de los dos) sino que adopta otras formas como el comensalismo/simbiosis (con beneficios para ambos) o el saprofitismo (entre seres vivos y muertos). La segunda es defensiva: adquirir una posición en la que los avatares de la vida no se conviertan en onerosos. De una o de otra manera su ejercicio es el poder. Poder es tener un ascendiente sobre otro(s), una posición de superioridad. El poder es por tanto una cuestión posicional (topológica) y relacional (social). Para los seres vivos no-humanos ese poder es instrumental, inmediato y efímero: la supervivencia: comer, procrear, territorial. El liderato no necesariamente tiene que ver con el poder (aunque casi siempre es así), puede ser también una cuestión organizativa (Gandhi), aunque siempre remunerada de una u otra manera. 

 

El ser humano añade un plus a este tipo de relación vital: el placer. El poder es gratificante en sí mismo, es gratificante absolutamente. En los albores de la humanidad el que ejercía el poder (con el beneplácito del colectivo) debía aceptar el castigo que llevaba inherente el cargo (Bataille), muchas veces la muerte. Dominar era una situación que merecía un purgatorio, pues infringía la igualdad social  La institución del potlacht (el anfitrión muestra su riqueza e importancia regalando sus posesiones, queriendo dar a entender que tiene tantas que puede permitirse hacer todos esos regalos) se produce en el mismo sentido. La situación de seguridad produce endorfinas o quizás la ausencia de adrenalina de la situación de inseguridad produce la sensación de bienestar. De esta manera podemos entender cómo se origina la guerra (Virilio) que es el accidente absoluto (incondicionado). No es una anomalía de la paz sino viceversa. La guerra es la situación de explotación y aseguramiento natural, y la paz es un entreacto entre los diversos estados de guerra. El simple contacto con el Otro, con el extraño (extranjero), aquel que tiene distinto idioma o distintas costumbres, distinto color o distinto hábito, desencadena la hostilidad y la necesidad de dominarlo y de destruirlo. Los esclavos eran más una cuestión ornamental que laboral, eran botín de guerra (trofeos). Las escasas bondades del trabajo esclavo son harto conocidas. No se puede pretender quitarle la dignidad a un ser humano y pretender que trabaje con eficacia y alegría.

 

Pero la sociedad evoluciona de la dominación por la fuerza física, a otros tipos de dominación más sofisticados. En especial a través del lenguaje (continuación de la hostilidad física por otros medios). Es el poder del chamán que tiene conexión directa con el más allá, con la divinidad. La magia sustituye a la fuerza física. El cacique (que evolucionará en rey), aúna las dos formas de poder: la fuerza física de las armas y la fuerza de la divinidad (todos los reyes lo son “por la gracia de Dios”) y de ahí su éxito evolutivo. Pero la dominación/explotación produce malestar. A nadie le gusta estar bajo la férula del poder, y aparece el micropoder (Foucault): formas de poder menor (en los pliegues del poder) que “compensan” del malestar del sometimiento. Tal como las dictaduras producen un efecto en cascada que hace que las actitudes dictatoriales se reproduzcan en todos los estadios de la sociedad (todos se convierten en dictadores en su nivel de influencia), el poder/explotación también se reproduce en todos los niveles de la sociedad. El hombre manda sobre la mujer, la mujer sobre los niños y los sirvientes, el patrón sobre el trabajador, el cura sobre los fieles, y cualquiera sobre sus pares. Todos obtienen su cuota de micropoder que les resarza de la indignidad del sometimiento. La superioridad no solo se obtiene por la fuerza o por la conexión con la divinidad. El artesano es superior por su destreza, y el sabio por su saber. Todo el mundo encuentra su campo de poder. Podríamos decir que la opresión se reproduce en todos los niveles y en todos los campos.  

 

Y además la propia metafísica (en tanto que los excluye de su esquema como si no existieran), proporciona dos mecanismos que disminuyen el efecto negativo de la opresión: el amor y el humor, el primero porque convierte en inexistente todo lo que no es el ser amado; el segundo porque se venga de la opresión mediante la ridiculización. En ambos casos se trata de micropoderes. Mención aparte merece el lenguaje en cuanto mecanismo privilegiado del micropoder. La lucha por imponer la voluntad que empezó en lo físico, pasó por lo divino, la hablilidad y el saber, acaba -de la mano de los políticos- en la retórica. La retórica (en su peor sentido, que no es el único) es el arte de convencer, y de lo que hay que convencer es de que la libertad existe y está aquí. Porque la libertad es simplemente la otra cara de la opresión, del poder. Pero, como todo poder, no atañe exclusivamente a las clases dirigentes políticas, sino que permea al cuerpo social, de modo que toda conversación es una lucha por demostrar (oralmente) quien es el que sabe más, el más valiente o el que más tiene. La necesidad de sobresalir (dominar) es tan feroz que, cuando no toca otra, se presume de cosas negativas, con tal de sobresalir: “paso de todo”, “visto más barato que nadie”, “soy el más pobre del grupo”. En este sentido podemos volver a citar el Potlacht en el que el prestigio se nutre de la ruina. La discusión no es una disparidad de opiniones (o no sólo) es una lucha por demostrar quién tiene razón. O lo que es lo mismo: quién es superior. Y aunque permea toda la sociedad se ceba más en el hombre (naturalmente más agresivo, más beligerante, más dominador) que en la mujer que -originalmente- tiene otros menesteres en los que centrarse.

 

Estoy esperando el autobús en el pueblo. Frente a mí, un conductor inexperto bloquea el tráfico tratando de aparcar. Los vehículos bloqueados pitan e insultan. Normal, son hombres y no pierden ocasión de demostrar su superioridad. Pero entonces pasa una abuela por mi lado y dice “A algunos, el coche les viene grande”. ¿Qué ha pasado? ¿No decíamos que las mujeres no participan de este concurso de dominadores?  ¿Por qué la abuela se alinea con las pautas de comportamiento de los hombres? O como me espetó un amigo una vez ¿Por que las madres mandan a sus hijos a la guerra? Todas las mujeres son feministas (reivindican la igualdad) hasta que tienen hijos. Entonces reproducen los estereotipos machistas masculinos: consienten y disculpan a sus hijos lo que no admiten en sus hijas. Hay explicaciones coyunturales: una madre, agotada por el continuo bregar con los hijo/as, consiente y disculpa a los más agresivos: los hijos. También podemos pensar que las mujeres son topológicas y su pensamiento depende de la situación en que se encuentran: no es lo mismo ser novia que ser madre y en cada caso se comportan de acuerdo con las necesidades del momento.  Incluso podemos pensar que su sentido práctico les indica que esa es la mejor solución. Todo esto (utilitarismo, topología y pragmatismo) es verdad pero ¿Hay una explicación más profunda?

 

La explicación -para mí- es que la mujer piensa distinto que el hombre. No que opina distinto, sino que su sistema de pensamiento es distinto. En aras de la igualdad (en este caso de pensamiento) muchas mujeres han defendido que ambos pensamientos (en el caso de que haya dos) son iguales (Gina Rippon “El género y nuestros cerebros”). No solo opino que son distintos sino que, además  la mujer debería defender ese hecho diferencial. Los papeles biológicos de unas y de otros son distintos (no es lo mismo cuidar de la prole, que tratar de conseguir la máxima difusión de la semilla, por lo tanto no hay porque pensar, que su pensamiento sea el mismo. La cultura tampoco les da los mismos roles. Si tan iguales somos ¿por que ninguno de los dos entiende al otro? Una vez esto establecido nos encontramos con que el sistema de pensamiento masculino está perfectamente definido, otra cosa es que lo practiquemos. Remedando a la religión se podría decir que los hombres son racionales no-practicantes. Nadie como Kant expuso esta distinción entre la razón pura y la razón práctica, con tanta exactitud. El sistema de pensamiento masculino es la metafísica (en cuanto que sistema de pensamiento), pero en todo su planteamiento destacan dos principios: la coherencia y la racionalidad. La coherencia -asentada en los axiomas (puesto que nunca han sido demostrados) aristotélicos de identidad, no contradicción y tercio excluso. La racionalidad destaca la superioridad del entendimiento sobre la experiencia. 

 

La mujer no tiene un sistema de pensamiento propio (porque no lo necesita, porque no tiene tiempo, porque no le da la gana o porque la especialización del trabajo lo hace innecesario). La mujer vive en el sistema de pensamiento del hombre, aun cuando sabe (y sufre) que no se adapta, totalmente, a su idiosincracia). Es evidente que para la mujer tener un sistema de pensamiento propio no es esencial… si ya lo tiene el hombre. No es una necesidad sino un “objet trouve”. La vidas tiene cosas más importantes, que especular sobre divagaciones. Lo práctico es usar el pensamiento que está ahí y no perder el tiempo en desarrollar otro. Y la mujer se deja colonizar por el pensamiento del hombre, lo que tiene la lógica de que ese pensamiento ha demostrado su eficacia en su afán de entender el mundo, en un -a modo- de reparto de roles. Pero ese poseer la razón también ha hecho del macho un opresor, un dominador, y levantado los recelos y la prevención de la mujer, respecto al pensamiento del hombre. El sistema de pensamiento masculino ha establecido, además, que poseer un pensamiento propio es una virtud y que carecer de él es una tara, en vez de entender que el equipo hombre-mujer se reparte los roles. Y de ahí nace el mito de la superioridad de los hombres sobre las mujeres. Y esa “carencia” de un pensamiento genuino y esa aceptación del pensamiento masculino como propio (o como impuesto) no implica ninguna diferencia de capacidad mental. Eso permite a la mujer ponerse en el sitio del hombre ante cualquier eventualidad  (incluida la guerra, la educación social de la prole o cualquier otra) y aceptar su pensamiento de forma global, crítica, alternativa e incluso sustitutoria. Aunque ésta última no se haya dado… excepto entre las amazonas.

 

Veámoslo: 1) diferencias en lo biológico. Los roles sexuales (fecundar,/parir) determinan las diferencias estructurales biológicas más evidentes entre los géneros: el dimorfismo sexual. Los roles de comportamiento respecto a la familia: defensa/cuidado también determinan diferencias estructurales biológicas: el hombre es más grande, más fuerte, mas agresivo. La mujer es más pequeña, más mañosa que fuerte y más cuidadora que agresiva. 2) A partir de ahí las diferencias en los sistemas mentales pueden ser estructurales o adaptativas pero, lo seguro, es que son. El hombre es (tiende a ser) absoluto. Cree -y en eso consiste su coherencia- que la verdad es absoluta, que lo que es cierto lo es en cualquier tiempo, lugar y relación. La verdad es incondicionada. Para la mujer la verdad es topológica: en cada situación toma una distinta forma. A lo largo de su vida: hija, novia, madre, abuela, cambiará de rol y de verdad. Hablo de la teoría. En la práctica los hombres también son topológicos lo que nos lleva a otra diferencia: los hombres son teóricos (especulativos) y las mujeres prácticas, experimentales (empíricas). Y de aquí se infiere que los hombres son analíticos (descomponen la realidad para entenderla) y las mujeres son sintéticas (componen la realidad a partir de fragmentos). Lo que viene a ser lo mismo que: los hombres sean deductivos (reflexionan de lo general a lo particular) y las mujeres: inductivas (reflexionan de lo particular a lo general). 

 

Esa forma de ser y pensar determina la forma de actuar. El hombre es agresivo (peleón), destructor, y la mujer contemporizadora, conservadora. El hombre promueve la guerra y la destrucción para reconstruirlo, en la paz, todo desde cero, La mujer (que va a la guerra pero no la promueve) cuida y conserva. En la guerra los soldados matan, hieren, destruyen y las mujeres entierran a los muertos (Antígona), cuidan de los heridos y trabajan en la reconstrucción del entorno físico. En la paz los hombres roturan la tierra, agotan los recursos físicos y biológicos, contaminan el medio ambiente, mientras las mujeres son recolectoras, respetan el medio físico (la pachamama) y cuidan del medio ambiente. Repito que todo estos no son ni genotipos ni fenotipos. Son tendencias. Cualquiera de ellos (hombres o mujeres) pueden cambiar de opción como se cambia de sexo (las diferencias en el ser biológico): mediante una intervención quirúrgica (en este caso, mental) compleja, pero no extraordinaria. 

 

¿Tenemos, pues, las bases para establecer un pensamiento femenino (en el caso de que sea esta la opción ganadora? Creo que las tres características diferenciales en lo mental referidas son esa base: 1) Pensamiento relativo (relación, en las categorías aristotélicas), no-absoluto, no-dogmático, incluso no-necesario (posibilista o probabilista). Verdad topológica dependiente de la situación (posición, en las categorías aristotélicas) y no del ser o la sustancia y del espacio y el tiempo como categorías aristotélicas esenciales. Desaparición de los axiomas aristotélicos de identidad (de sexo o de género), de no contradicción (topología) y tercio excluso (siempre hay una solución aunque no quepa). 2) Pensamiento experimental en vez de teórico especulativo. La presunción de que el hombre puede comprender el mundo (para dominarlo) es solo eso, una presunción. El hombre no es el centro del universo, puede convivir con las otras especies en armonía, sin jerarquías. Puede respetar y cuidar la naturaleza, abandonar el desarrollismo (que no es lo mismo que progreso). 3) Pensamiento sintético, constructivo, holístico capaz de entender que el todo es más que la suma de las partes, que analizar es destruir la relación y la coherencia de las distintas partes. Despanzurrar un juguete o hacer una disección, puede enseñarno los componentes constitutivos, pero nunca qué es la vida, que es la inteligencia ni que es la (auto)conciencia. 

 

De alguna maneras todos estos mimbres ya existen en la ciencia y la filosofía (entendiendo por ésta, la reflexión no corroborada por la experiencia) actuales. Sobre todo la física cuántica ha desarbolado los axiomas aristotélicos de identidad (se puede ser onda y partícula, materia y energía a la vez); de no contradicción (la verdad puede ser fraccionaria. Las dimensiones del espacio… también), y del tercio excluso (entre la materia y la nada, existe el vacío cuántico). ¿Por qué, entonces no se está ya trabajando en integrar tantas paradojas en una supra teoría del Todo? La respuesta es evidente: por el poder. Porque supondría el fin del predominio (dominación) masculina de la mujer. 

 

El desgarrado. Septiembre 2023.

 

 




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