» 02-10-2023 |
Existe una filosofía sin conceptos que puede ser identificada con el relato (literatura, poesía, teatro) y el cine. La idea es simple. La metafísica (entendida como el sistema de pensamiento omnipresente en occidente) recurre a los conceptos como “universales” que permiten la generalización de las leyes que rigen el mundo exterior al que se enfrenta el hombre (que en la metafísica es capaz de entenderlo y por tanto dominarlo). Gracias a esos conceptos (intensivos) el hombre consigue formarse una imagen “verdadera” (digamos presentativa) del mundo. El medio para obtener esos conceptos es la abstracción (simplificación intensiva). No es el único medio de universalización. Las bases de datos (enumeración de todas las acepciones de un conceptuable) permiten la definición extensiva de cualquier candidato a lo universal. (“El lenguaje y los nuevos medios de comunicación”, Lev Manovich. Paidós. 2005 (2001)). Distintos filósofos han encontrado otras formas de universalización como Kant (que simplemente no ve contradicción entre lo particular y lo general, sino dos puntos de vista) cuyo concepto de ejemplo se reduce a un particular con valor general, o Agambem que utiliza el pensamiento paradigmático para referirse a un particular que tiene valor universal. Lo que voy a tratar en esta entrega es de ese pensamiento sin conceptos basándome en el cine de Ridley Scott y su serie “Alien”: “Alien el octavo pasajero”, “Prometeus” y “Alien covenant” además de “Blade Runner”. Todo ello en el marco de un pensamiento femenino aconceptual.
El relato -que en el mundo mítico tuvo valor de forma de pensamiento- toma dos manifestaciones extremas desde que Aristóteles lo indagó en su “Poética”. Se ha dicho muchas veces que la novela policiaca es el exponente más claro del relato. Secuencialidad, causalidad, intriga, necesariedad… son las características básicas de este relato que se convierte en forma de pensamiento, si consideramos -como Kant- que el ejemplo tiene (para algunos) valor de universalidad o que resulta paradigmático de la realidad, como afirma Agambem. Pero de cómo entendamos la intriga dependerán formas distintas de relato. Ágatha Crhistie ponía el acento en el Quién: el Ser (hasta el punto que en su afán de despistarnos condujo al famoso paradigma del mayordomo como seguro culpable). La intriga se centraba en saber quién había cometido el crimen. Hitchcock -y su famoso suspense- puso el acento en el cuándo (espacio, tiempo, relación, posición… por citar categorías aristotélicas oponibles al Ser) hasta el punto que el espectador suele saber de antemano lo que va a suceder y quién lo va a realizar residiendo la intriga en el momento, el lugar, la relación o la ocasión en que se producirá (Trufaut). En ambos casos se trata (quién, cómo, cuando, donde, desde donde, con quién) de elementos desconocidos (y, por tanto, intrigantes) para el oyente/espectador. Un relato es un ejemplo (y de ahí los relatos ejemplares) o un paradigma de la realidad y como tales formas de pensamiento aconceptual, maneras de entender el mundo.
Pero la ambigüedad del lenguaje (categoría ésta metafísica y conceptual) -incluso cinematográfico- conduce a distintas interpretaciones de esas variables intrigantes del relato: los relatos no tienen la característica de la interpretación única. Desde distintas posiciones vitales se producen distintos sentidos. Y, aprovechando esa circunstancia voy a proponer una interpretación distinta de la saga, y en especial de “Alien” en clave feminista. El alien es la reproductibilidad pura, la maternidad absoluta. Ha renunciado al sexo y a la razón. Su única pretensión es perpetuarse y para ello adopta formas y modos distintos de acuerdo con la situación. Su voluntad es tan férrea que incluso se ha blindado mediante una sangre corrosiva que le defiende de las agresiones. Alimentarse y reproducirse es la única misión vital del alien para terror de unos humanos trascendentalistas, espiritualista y axiológicos. El alien es la verdad biológica nuda (Arendt, Agambem) de la especie humana. No es casual que la única superviviente del Nostromus sea una mujer (Ripley) ni que en un momento dado parezca que esa circunstancia no es casual sino buscada por el alien. Entre ambas existe el vínculo de la maternidad biológica, sin razones, sin conceptos. Pero Ripley se ha dejado contaminar por el pensamiento masculino (los agresores) y por ello -frente a la pureza del alien- ha perdido su ruta, su camino y debe morir para que la maternidad absoluta perviva. La guerra de los sexos ha devenido en guerra de las funciones: maternidad irreflexiva/destrucción racional. Decía Laborit que el objetivo (fin) de un ser vivo es mantener su estructura frente al medio, es decir el fin de un ser vivo es estar (mantenerse) vivo. El alien -como el virus- ha llegado a ese estadio, a esa abstracción última que lo convierte en una máquina de mantenerse vivo y reproducirse.
En “Alien” y en “Prometeus” la mujer salva al mundo. En “Alien covenant” La mujer mata al alien pero pone a la humanidad en manos de su valedor: un replicante (¿la inteligencia artificial?). El hombre (como especie) muere por que se lo ha ganado mil veces. La mujer muere porque no ha entendido su papel y se ha plegado a la razón del hombre. Y sobre ese papel de la mujer habría que recurrir a “Thelma y Louise” en el que se explicita ese papel: la liberación de la mujer pasa por la libertad y no por la igualdad que siempre se aplicará de forma “razonable” es decir desde los parámetros masculinos. La imagen final nos muestra a las dos mujeres en el aire: han despegado. Pero la imagen se congela: ese despegue no tiene continuidad, no es definitivo. La liberación de la mujer será una asignatura pendiente mientras no se centre en su libertad. De acuerdo con “Alien covenant” a nuestra humanidad no sucederán las máquinas, sino la maternidad absoluta encarnada en el Alien. En la lucha final entre los dos replicantes (Davies y Walker) vence el menos moderno, el más “libre”. La humanidad se había encargado de reducir la “humanidad” de Walker en la sumisión total de Davies. Como en el caso del alien, en la lucha de los replicantes, sobrevive el más violento: la marca del hombre llega hasta aquí. “Blade runner” nos da las claves de la IA, de esos replicantes que -en su afán de parecerse a los humanos- resultan indistinguibles de ellos. Ese debate sobre la IA que se ha puesto tan de moda.
Frente al arrollador éxito de “Alien” (1979), “Alien covenant” (2017) fue un fracaso de taquilla. Quizás es consecuencia de las deplorables secuelas que siguieron a la primera (y que no contaron con Scott, al timón). Quizás debido al aroma de “Deja vue” que rodea a la cinta que, básicamente, cuenta la misma historia con distinto desenlace. Es evidente que Scott quería cerrar la saga con su visión sobre el tema de la humanidad y del feminismo. Y en ese sentido tiene valor la cinta: en ser la pieza de cierre de la filosofía de Scott, filosofía sin conceptos, estrictamente paradigmática (feminismo, IA, maternidad, nuda vida). Ese modelo de filosofía que podría fundar un nuevo pensamiento femenino, emancipado de la metafísica machista y que igualara (como consecuencia y no como premisa) por fin a ambos sexos. Esa es mi propuesta: ved las cuatro cintas como formando esa filosofía feminista de Scott. Yo seguiré pensando en ese pensamiento femenino que pueda -sin conceptos- ocupar el lugar de la metafísica machista.
El desgarrado. Octubre 2023.