» 18-04-2021 |
Dice Rancière que “la dominación opera como combinación de elementos y ensamblajes heterogéneos” (Rancière 2019, 30). Es tanto como decir que no está sometida a una causalidad simple (lineal) y que por tanto no es exactamente metafísica. La dominación es un efecto inesperado, pero bien recibido, que el hombre no ha querido desechar, pero que le afecta también a él. En determinadas circunstancias el cerebro del hombre racional, colapsa. En la versión dulce se enamora y en la versión dura enloquece. El amor es irracional (ajeno a la metafísica). Es evidente que ningún hombre en su sano juicio (racional, metafísico) aceptaría ser monógamo y dedicar todos sus esfuerzos a “cuidar” a una mujer y a sus hijos. Lo que le pide el cuerpo al hombre es otra cosa. Apuesta por la cantidad y no por la calidad y por lo tanto prefiere expandir su semilla en cientos de hembras, y que la naturaleza haga el resto. Y eso le conduce a una esquizofrenia (esta sí metafísica): monógamo/polígamo, cuidador/displicente, individual/social, etc. difícil de asimilar. El ser humano solo es homogéneo para la metafísica. En su cruda realidad está divido… y no solo en una faceta.
El hombre, nacido dentro del sistema metafísico (mito, razón, religión, sociedad) que lo ensalza como el género único, educado por una madre que no equipara a los hombres y a las mujeres (y un padre que adora la jerarquía), con una herencia biológica que le hace proclive a la violencia y a la procreación por cantidad, convencido, al fin, de su superioridad, se enfrenta a la mujer a la que cree fervientemente que es inferior y que le muestra cada día que es igual a él… es imposible que esté a la altura. No le (me) disculpo; las explicaciones no son pruebas de cargo, no lo (me) disculpan. Pero la cruda realidad es que el hombre está tan inmerso en el sistema metafísico -aunque es evidente que no hace caso a los indicios que le indican que la cosa no funciona- que no entiende/acepta la igualdad de la mujer y esa discordancia es la guerra de los sexos. El hombre pretende que la mujer se avenga al sistema establecido y la mujer pretende un trato igualitario y un puesto en la sociedad. Pero el hombre tiene a su favor un sistema de pensamiento hegemónico y la mujer solo tiene una sensación de dominación y un anhelo de reconocimiento. Igualdad (transitiva) y reconocimiento, que es imposible dentro del el sistema metafísico.
Y aquí aparecen las disfunciones: un hombre mata a una mujer (quizás a sus hijos) y posteriormente se suicida. ¿Cómo explicarlo? No discutiré que es un crimen (que merece la reprobación que el sistema penal metafísico ha diseñado para la defensa de la propiedad) pero también es un síntoma, un síntoma de que el sistema metafísico no funciona. Durante años el sistema volvió la cara llamándoles crímenes de honor o de pasión. Hoy la ultraderecha les llama crímenes domésticos en una defensa del hombre-asesino que sonroja. Se tratan como excepciones, como desviaciones (como se trata al propio machismo) pero no son eso. Son fallos del sistema, pero nadie quiere discutir el sistema. Y al decir “nadie” quiero decir los hombres, porque las mujeres son ajenas a un sistema que las sojuzga pero al que solo pertenecen por dominación.
Un hombre que mata a su mujer es un hombre que está convencido de que la mujer es su posesión, está a sus órdenes y a su servicio. Quizás la ama (de una u otra manera… siniestra en este caso), quizás solo es posesión pura y dura, pero la cuestión es que está engañado por un sistema (infinitamente perpetuado por su propia estructura, la educación y la sociedad) que le ha conformado de un modo que no responde a la realidad. Evidentemente no es una víctima (como defendió Cantó -ese político de adhesiones incondicionales- al contabilizar como víctimas de las mujeres a los suicidas), sino que es el asesino, pero deberíamos coincidir en que este tipo de asesinatos no se arreglarán con penas, sino arreglando el sistema. Cuando todos los hombres comprendan (estructura de la sociedad, educación) que las mujeres no son de su propiedad, estas cosas no pasarán. Pero estamos muy lejos. ¿Son los celos la medida del amor… o de la posesión? Si el amor es -además- respeto solo puede ser la segunda. Los celos solo miden el derecho del hombre a poseer a la mujer como propiedad. Tal como la metafísica nos ha explicado siempre.
Y vamos a la otra disfunción: las manadas. Hombres jóvenes, henchidos de testosterona (que entienden como muestra de su masculinidad), deciden que el modelo fascista de la razón por la fuerza, el dominio masculino metafísico, impulsados por una educación permisiva (y que les abre un mundo de oportunidades que no existe), deciden que las cosas deben volver al lugar del que nunca debieron moverse: La dominación del hombre hacia la mujer. Y entonces entienden que si una mujer se emborracha, coquetea, viste de determinada manera o sonríe es que está deseando ser violada (la educación sexual a base de pornografía no es ajena). El eslogan “no, es no” fue muy desafortunado, aunque fue un principio. La auténtica formulación es “Solo es sí, si ha sido expresamente formulado”. Una mujer puede interrumpir el ritual siempre que quiera y se la podrá llamar calientapollas… pero es su derecho. La homogeneidad, la linealidad de la causalidad, es cuestión metafísica pero no de otros sistemas y recordemos que para las mujeres el sistema metafísico es un sistema impuesto. Porque ni la intoxicación etílica, ni la procacidad, ni el desenfado en el vestir, ni la decisión de la marcha atrás, ni el coqueteo son invitaciones, provocaciones o incitaciones a la violación.
De nuevo el problema no está en las desviaciones del sistema sino en el sistema mismo. El hombre construyó la metafísica prescindiendo de la mujer y hoy, no podemos continuar con un sistema que para una de las partes es una imposición. Pero eso no quiere decir que el hombre no lo sufra (aunque sea por arriba), en mucho menor medida que la mujer, pero en cierta medida. Este “problema” no se arreglará ni con leyes ni con correctivos a las presuntas desviaciones. Hay que cambiar el sistema lo que tampoco es tan difícil dada la situación en que la posmodernidad ya ha iniciado la deconstrucción de la metafísica, el sistema cibernético ha recibido el pleno apoyo del capitalismo, se atisba en el horizonte un sistema femenino de pensamiento basado en la meta-ética y el cuidado y hasta la ciencia metafísica ha empezado su propia descomposición por la cuántica. Futuro, se atisba futuro, pero el problema es si queremos abordarlo. Pero aquí no se acaba la cosa.
El desgarrado. Abril 2021.