» 19-04-2021

Señoras y señores 78-4. El machismo. Instinto, emociones, socialidad y razón.

Parto de tres premisas. 1) El machismo (evolutivamente) no es una dominación sino una solución. Lo que no quiere decir que sea una solución “in aeternum”. Hoy día no tiene sentido y por tanto hay que cambarla. 2) A la evolución biológica ha sucedido la evolución sociológica-cultural en un avance hacia lo trascendente desde lo inmanente, es decir la evolución biológica es necesaria (obligada), inmanente: la evolución socio-cultural avanza hacia la contingencia (optativa), trascendente. Es la libertad. La religión nos propone la trascendencia absoluta:  Dios. Niega el libre albedrío y sitúa cualquier decisión fuera de él. Nuestras soluciones a nuestro cambiante entorno (incluso causado por nosotros mismos) dejan de ser necesarias para convertirse en optativas. Entiendo “inmanente” como necesario, que solo depende de sí mismo. Trascendente es lo contingente que no está totalmente determinado en sí mismo (la sociedad y la cultura lo modela) e inicia una evolución socio-cultural que multiplica hasta la saciedad, la velocidad de esa evolución, lo que significa que la coexistencia entre lo biológico y los socio-cultural se hace imposible. 3) la razón, aspira a conseguir la efectividad del instinto (la inmanencia biológica) pero desde la cotingencia, de la libertad. Es la nostalgia del instinto. La razón es la búsqueda de esas pautas necesarias para obtener certezas, singularmente la metafísica, que bien podría haberse llamado meta-biología. Con estas tres ideas empezamos el análisis del camino hacia la razón sin el que no se puede entender el machismo.

 

El instinto es una solución biológica perfecta. No permite (casi) ninguna desviación de la respuesta estereotipada lo que favorece que las facultades físicas decidan. La supervivencia del mejor está asegurada puesto que las reglas estratégicas del juego son las mismas para todos.  El ser humano -sin armas específicas y con  limitadas condiciones físicas, además de un cerebro mucho más efectivo- tuvo que cambiar las estrategias para poder sobrevivir: convirtió su cerebro (su estrategia) en un arma. El cambio es radical pues se pierde la necesariedad de la respuesta (el instinto) pasando la selección del mejor, de las condiciones físicas a la estrategia de acción, al cerebro-pensamiento.  Esa nueva función hace que las decisiones sean contingentes, es decir las hace libres. La solución que supuso sustituir lo estereotipado de la acción decidible por las condiciones físicas, a lo contingente de la acción decidible por la elección de la mejor opción de actuación (la libertad de elección). Esa decisión de la estrategia de la acción es, precisamente: la razón (un proyecto mental de lo que luego será la acción efectiva) y su efecto colateral es la libertad.

 

Pero el instinto tiene un mecanismo de activación sofisticado: la emoción. Para que la respuesta esterotipada se produzca hace falta un disparador que es la emoción (una modificación de nuestro medio interno por las condiciones del medio externo, es decir un sentimiento). Esa injerencia del medio en el interior del ser vivo, ese sentimiento, produce una alteración que desencadena la respuesta. El miedo al depredador provoca un aumento de adrenalina que prepara al organismo para dos respuestas distintas pero ambas altamente necesitadas de gran cantidad de energía: la huida o la lucha. La emoción: miedo, es el disparador de la respuesta instintiva. Puede parecer que se escoge entre dos respuestas distintas pero no es así. Que se produzca una u otra depende de condiciones precisas (no hay elección). En general la lucha solo se produce si la huida es imposible (probad de acorralar a una rata). Nuestra idea de libertad nos hace proyectar nuestra manera de pensar en el animal y verlo como una disyuntiva, pero no es así. Resumiendo: la emoción es la lógica del instinto, el disparador de la respuesta. Como siempre ocurre en la evolución la emoción no desapareció cuando desapareció el mecanismo del instinto, como mecanismo principal (entre otras cosas porque el instinto no desaparece nunca del todo) y se recicló a lo que conocemos ahora como sentimientos, afectos, emociones y que la razón desechó dándole el estatuto de rival como en realidad era. Como comprobaremos más abajo las mujeres son más emocionales que los hombres, precisamente por eso.

 

El cerebro evoluciona físicamente para enfrentarse a los nuevos retos (o como consecuencia de ellos) y lo primero que añade a los cerebros más antiguos (el hipocampo, amígdala, cerebelo, el tallo cerebral, etc.) es una corteza que lo envuelve (para conectarse con todos ellos) y se destina a la socialidad: el cortex cingulado anterior y posterior.  Es la primera vez que el cerebro intenta conectar todas sus partes intensivamente. La apuesta es clara: la relación. Lo físico (la conexión) anticipa lo síquico (la relación). La socialidad no es algo cultural: dispone de su estructura cerebral específica y es una estructura de “cierre” relacional. Esta estructura ya existe en los antropoides pero en los prehumanos se desarrolla de una forma inusitada. La sociedad funda la cultura es decir la colaboración del conocimiento. Todo lo que aprende un animal difícilmente pasa a las siguientes generaciones (el maldito Darwin). Con la socialidad eso se supera. La cultura se transmite y por tanto el cerebro social convierte la especie en un individuo que interconecta todos los individuos. La pluricelularidad se convierte en plurimentalidad. Una absoluta revolución.

 

Las siguientes estructuras cerebrales ya son plenamente relacionales, en especial el lóbulo frontal, aunque se invierte mucho cerebro en mejorar la percepción (relación) del (con el) entorno. Para relacionar hay que acumular datos, informaciones. La relacionalidad es la base de la razón que, como otras veces he comentado no se ciñe a una sola forma sino que recopila todo lo que sirve para alcanzar certezas, para prever (ver blogs recientes). Pero la razón lo que no tiene es un método que como el instinto produce certezas. A eso llamo la nostalgia del instinto. La razón tiene que emplearse a fondo en que esa contingencia de sus juicios, esa libertad de las opciones conduzca, sin embargo a la certeza, a la seguridad en el resultado. Hoy sabemos (Gödel) que eso es imposible: ningún sistema puede afirmar la certeza de sus afirmaciones (su posibilidad de verdad) desde dentro del sistema. La invención de Dios en la religión estableció la trascendencia absoluta porque no había otro modo de asegurar la veracidad del sistema: la revelación era una verdad exterior al sistema. La pirueta intelectual que se establece como forma de “justificar” la bondad del sistema (su capacidad de enunciar certezas) es la metafísica. Ésta se basa en cuatro patas que remiten continuamente unas a otras, basadas en cuatro abstracciones (simplificaciones) que conduzcan a la universalidad: la cantidad (matemática), la verdad (lógica), el concepto (lingúística) y la  igualdad (ética y política). La manera de que estas cuatro patas pudieran ser portadoras de la certeza consistió en que cada una de ellas fuera a la vez verbo y predicado, acción y resultado. Cada una de ellas se apoyaba en las otras de modo que en esa circularidad se consiguió una relacionalidad asombrosa: la metafísica.

 

La metafísica ha durado 25 siglos pero hoy se atisban alternativas: la cibernética, el pensamiento femenino (en formación), el pensamiento cuántico, que también he tratado en otros blogs. Pero ¿cómo influye todo eso en el machismo? Mi tesis (indudablemente polémica) es que la mujer y el hombre reaccionan de forma diferente ante la irrupción de la razón. El hombre la necesita perentoriamente porque es un arma para él, absolutamente necesaria para que pueda sobrevivir. La guerra, el desarrollismo desaforado y el progreso (destrucción/reconstrucción) como razón de la destrucción, desde el medio ambiente a nuestra propia especie, ha sido su camino. Nada de eso le ha interesado a la mujer. La mujer no tuvo necesidad evolutiva de separarse del instinto que le propocionaba lo que más quería. La mujer está mucho más enraizada en la tierra (pachamama) de lo que el hombre ha estado nunca. La mujer nunca se ha separado de una naturaleza con la que se funde con naturalidad, en su manera de obtener sus frutos (la recolección), de convivir con sus criaturas (el respeto por los animales y las plantas), el cuidado, la prevención, la absoluta falta de depredación. Para el hombre nuestro planeta (o nuestro mundo, ¡vaya usted a saber!) es un valle de lágrimas; para la mujer es “el” mundo.

 

Comprendo que esto se puede malentender porque vivimos inmersos en el machismo metafísico y cualquier mención de irracionalidad, instinto, conservadurismo (en el mejor sentido de la palabra) es entendido como vejación. Porque el pensamiento masculino es invasivo. Ante la falta de un pensamiento femenino que la mujer no ha desarrollado porque no lo necesita, como no lo han desarrollado ninguna de las especies del planeta, absorbe el pensamiento masculino por ósmosis, aspira a una igualdad que consiste en ser como el hombre, pensar como el hombre y se comporta como el hombre. Porque el hombre ha vendido su mierda como lo más plus. Y no ha habido pensamiento alternativo. La llegada de otros sistemas como los citados ayudará a que dejemos de pensar que la metafísica es el único pensamiento posible. Si perdiéramos el personalismo, la individualidad, el protagonismo con el que enfrentamos nuestro destino, si pensáramos en un sistema que englobara todos los seres de la tierra (Gaia) sería mucho más fácil darse cuenta de que el no-pensamiento (no sistematizado) pensamiento femenino tiene unas posibilidades que el masculino ha demostrado que no tiene.

 

El desgarrado. Abril 2021.

 




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