» 29-11-2021

Señoras y señores 85. El feminismo en los documentales, el cine y en el saber: las Spice girls, la serie “Vida perfecta” y el informe de “Save de children” sobre el amor y la dominación.

Veo “las Spice girls: el precio del éxito” en Movistar, producido por la BBC. La miniserie contiene elementos que bien pueden ser comentados en este espacio. Aunque ellas mismas nunca se consideraron feministas lo cierto es que su actitud de empoderamiento de las mujeres bien se puede entender como feminismo. A ello contribuyó no poco la campaña de descrédito realizada contra el feminismo que lo retrataba como algo de marimachos, de resentidas, de, histéricas, y de marginadas. Todo menos reconocer que la metafísica es una gigantesca maquinaria de opresión de la mujer cuando no de exclusión de las mujeres de la sociedad misma fuera de la rendija que supone la reproducción de la mano de obra. Ya he comentado anteriormente que el pensamiento masculino es tan invasivo que las mujeres tienen que desarrollar un pensamiento en las condiciones impuestas por los hombres, lo que no facilita la aparición de un pensamiento femenino, y de eso va esta entrega: del feminismo de la igualdad entre hombres y mujeres entendida como que el modelo a seguir es el masculino y la igualdad consiste en aceptar esa modelo.

 

Y de eso va la actitud de las Spice: de comportarse como hombres en todo menos en lo que se entiende como la esencia de lo femenino: el cuidado del aspecto y el control de la maternidad. Se reivindica (en contra de las feministas más austeras) el cuidado de la apariencia, la coquetería, el pavismo, el derecho a anteponer el aspecto a exterior al interior. Y se reivindica también el control de la maternidad desde la concepción, hasta el aborto pasando por el número de hijos y la conciliación del quehacer profesional con la función maternal. Las Spice se revelan contra la opresión en los términos propios de los hombres: la agresión, la confrontación. Juegan su reivindicación en el campo y en los términos de los hombres. Hablan como hombres, beben como hombres, dirigen sus vidas como hombres, se relacionan sexualmente como hombres (en lo promiscuo), y se muestran agresivas con lo que se les opone… como hombres. Visten como mujeres, se maquillan como mujeres, cuidan su cuerpo como mujeres. Todo esto es visto como empoderamiento, como poder femenino. Y cuando se viene desde posiciones tan lejanas a la igualdad… lo es.

 

El fin de la revolución francesa no fue guillotinar a monarcas y nobles. Era mejorar las condiciones de los ciudadanos de la mano de un pensamiento ilustrado y de falacias como la libertad y la igualdad (falacias porque son conceptos relativos por mucho que los escribamos con mayúsculas). Pero tal como estaban las cosas no quedaba otra. Ni siquiera el pueblo tenía un pensamiento definido que oponer al pensamiento de la dominación (era un pensamiento articulado por los intelectuales que pertenecían, por derecho, a las elites y por tanto a la clase dominante). Por eso se reivindicó la educación de las masas como manera de que por lo menos el poder del saber pudiera pasar a ser patrimonio del pueblo. Evidentemente la dominación combatió y sigue combatiendo esa educación que solo persigue el saber (que nos hará libres) y apostó por un tradicionalismo (conservadurismo) de las condiciones existentes durante milenios, las condiciones de la dominación de la cuna, de la fuerza, de la experiencia, del designio divino. Aquella revolución ignoró a las mujeres (que fueron excluidas del saber y por tanto de la única posibilidad de escapar de la clase dominada) como también las marginó el marxismo, que solo atendió al trabajo remunerado y por tanto, masculino. Con esto quiero decir que que el hecho de que no exista un pensamiento femenino genuino no es determinante para que se tome un pensamiento ya existente (como el masculino, metafísico) como único medio aparente de iniciar la lucha. El caso se había dado ya antes en la historia.

 

Pero que se tome un “atajo” (en este caso tomar las maneras masculinas de hacer las cosas) para que la igualdad de las mujeres avance no es renunciar a que ese pensamiento genuinamente femenino se abra paso. Pensamiento del cuidado frente al de la confrontación, de la síntesis frente al del análisis, de la reutilización frente al estreno, de la metaética frente a la metafísica, de la paz frente a la guerra (o la creación vida frente a la destrucción), de la conservación frente a la destrucción, de la emoción frente a la razón. Y para adentrarnos en ese pensamiento femenino lo primero es dejar de medir el mundo desde el pensamiento masculino, metafísico e invasivo, dejar de denostar las actitudes femeninas frente a las normativas masculinas, como inferiores o deleznables. El cuidado del propio aspecto, de los mayores, de los niños, del medio ambiente, la coquetería, el pavismo, la emotividad, el conservadurismo no dominante, etc. El pensamiento femenino debe asentarse sobre bases distintas a las masculinas y hoy, eclipsadas por el pensamiento masculino. Es evidente que las mujeres no han estado interesadas en desarrollar un tipo de pensamiento diferencial, pero tampoco estaban interesadas en la confrontación y no les ha quedado más remedio que aceptarla, cuando la igualdad es la apuesta.

 

Las Spice hicieron un feminismo de imitación de las actitudes masculinas y parcial (no en todas esas actitudes). Probablemente fue la única manera de empezar a cimentar el pensamiento diferencial netamente femenino. O quizás -y por el contrario- ese pensamiento femenino no se parecerá en nada al pensamiento masculino (ni en el hecho de ser “pensamiento”). Nunca lo sabremos si no lo intentamos. Lo que parece evidente es que ese camino de imitación, de la igualdad por el mimetismo, del pensamiento masculino como modelo, solo puede ser efectivo como medio hacia algo más grande. Lo que no se puede negar es que todavía estamos muy lejos de la igualdad… infinitamente lejos.

 

La segunda referencia feminista viene de la mano de esa serie de Laticia Dolera llamada “Vida perfecta”. Se estrena la segunda temporada tras una primera llena de premios y en la que se adentra en una reflexión más profunda, lo que hace que pierda humor. Quizás por que la cosa no tiene ninguna gracia. Ya el título (ese perfecta escrito de forma imperfecta) da una pista de lo que nos espera. La historia va de tres chicas, su aspiración a la perfección normativa y la imposibilidad de alcanzarla. La discapacidad física está siempre presente en un a modo de comparación con la condición femenina como discapacidad respecto al ideal masculino. Porque de lo que trata la serie es de mujeres viviendo en un mundo orquestado por hombres (la metafísica). Ni los modelos, ni las metas, ni las aspiraciones a que pueden aspirar las mujeres… les pertenecen: han sido diseñadas por los hombres, pensando en los hombres y a su mayor gloria. Es imposible que las mujeres puedan alcanzar la felicidad en un mundo diseñado por hombres, para hombres.

 

En esta serie las mujeres no se comportan como hombres, como hicieron las Spice, sino que se ciñen al papel que los hombres han determinado para ellas, mediante un pensamiento invasivo y hegemónico y que las mujeres no discuten en absoluto (o solo tangencialmente), aunque no lo sienten como propio (la insatisfacción femenina) sino al que prueban de ajustarse tratando de obtener la felicidad en ese ajuste imposible. Las ideas de razón, de maternidad, de trabajo, de revolución son ideas masculinas en las que las mujeres solo entran con calzador. La idea de la superwoman, capaz de afrontarlo todo, resolverlo todo y, en definitiva, poder con todo, es la trampa en la que cae una mujer que sigue las normas sin cuestionárselas. Ser emotiva en un mundo racional es una tarea imposible. La mujer es una perpetua inadaptada entre un modelo que le es ajeno y una realidad imposible de asumir. La metafísica considera a la mujer histérica, que es como decir inadaptada, insatisfecha, desubicada. No se trata de algo estructural sino (en el caso que hubiera razones para hablar de ello) de algo circunstancial: el desajuste entre el sistema y su seguimiento.

 

La segunda temporada se adentra en esta inadaptación entre el comportamiento normativo y su realización. Las mujeres no son libres de escoger su destino sino que tienen asignados papeles normativos diseñados por hombres en contra de sus esencias más femeninas. El caso del aborto es solo la punta del iceberg de todas esas situaciones en las que los hombres legislan sobre el comportamiento de las mujeres. De hecho todas las situaciones en que la mujer se pueda encontrar, han sido establecidas por el hombre en nombre de la religión, de la moral, de la utilidad, de la razón o del saber. Dos peces comversan: “¿está buena el agua, no?” a lo que el otro replica “¡Qué agua!”. Esta es exactamente la situación. La mujer nada en un mundo diseñado por hombres y cuya existencia es tan opresora como imposible de detectar. El contexto cuando es omnipresente puede llegar a ser invisible y es imposible combatir lo que no se percibe. Desde este punto de vista la serie es una llamada desesperada a la acción contra ese contexto normativo, acción que solo podrá empezar cuando el contexto sea analizado hasta en sus menores detalles. Como el caso del pueblo francés, solo la educación puede ayudar a que esa percepción sea vívida. No por otra cuestión los hombres les han negado tradicionalmente la educación a las mujeres.

 

Del informe de “Save de children” sobre las relaciones amorosas de dominación entre los jóvenes, hablaremos en la próxima entrega. Os adelanto que el informe -con la mejor intención- perpetua los estereotipos intelectuales tratando de acabar con los estereotipos de género.

 

El desgarrado. Noviembre 2021.




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