» 03-05-2022

Señoras y señores 86. El cerebro social, el cuidado, la naturaleza y Marx.

He hablado hasta ahora en esta sección del cuidado como alternativa a la dominación de la metafísica machista (entendida como forma de pensamiento). Toca ahora profundizar en ese enfoque aprovechando las enseñanzas de Marx (“Manuscritos económico filosóficos -del 44-: tercer manuscrito: propiedad privada y comunismo”. Marxist internet archiv. 2001) tal como las presenta Victor Gómez Pin en “Hegel. Lo real y lo racional”. Batiscafo SL. 2015. Recordemos que frente a las características masculinas de pensamiento analítico, re-constructor (tras haber destruido), universal a través de la abstracción conceptual, antagónico, racional, etc. el pensamiento femenino se presenta como sintético, cuidador-conservador, universal a través de la base de datos (las listas experienciales), colaborativo, emocional, etc. Pero quizás la mayor diferencia entre ambos pensamientos es que el masculino es sistemático y el femenino no. Es esta una cláusula de cierre por cuanto el masculino considera ésta, una característica “sine qua non”, es decir imprescindible para construir un pensamiento racional. Quede claro que estas diferencias no son “universales” sino tendenciales y no se aplican a todos los elementos del género. Otra diferencia metodológica -excluyente- entre ambas maneras de entender el mundo de unos y otros, sobre la que -tarde o temprano- habrá que volver.

 

En los “Manuscritos del 44” Marx se plantea “el naufragio que supone todo orden social que no posibilita el despliegue de las facultades específicas del animal de lenguaje” (Gómez Pin, 2015, 109). Dicho despliegue no se produce hasta que se han superado las preocupaciones relativas a la subsistencia: las necesidades de la vida y al recreo-ornato de la misma, y tiene como condición de posibilidad la liberación del trabajo, es decir, cuando el hombre comenzó a gozar de libertad; cuando el hombre opuso a la esclavitud del trabajo el conocimiento y la simbolización.

 

Pero dicha libertad -como realización primera de la realización de la vida humana (Aristóteles)- se puede entender de dos maneras: 1) liberación individual o de un pequeño colectivo, 2) liberación del hombre como realidad holística (y esta es la perspectiva de Marx… pasada por el tamiz de Hegel: “el hombre tiene esencia en el conjunto de lazos que lo vinculan a los demás hombres, y en consecuencia está llamado a reconocer como su propia riqueza aquello que comparte”). Pero el hombre prefiere la primera (cuando la mujer hubiera preferido la segunda): identificándose en el objeto de su posesión, solo considera propio lo exclusivo perdiendo las relaciones que hubieran forjado su condición. “Esta identificación de la propia riqueza con su posesión, este deseo de que el bien sea exclusivo, se presenta como algo consustancial a la organización de las sociedades, casi un universal antropológico”. Marx, sin embargo, ve en ello la traducción subjetiva de unos poderes “exteriores no derivados del hombre en cuanto hombre ni de la sociedad humana en cuanto sociedad” Y así queda el hombre separado de su esencia. (Gómez Pin, 2015, 110).

 

El único modo de recuperar esa esencia perdida es el proceso social que conduce a que cada individuo reconozca su propio interés en el interés de la humanidad. Lo cual es incompatible con la identificación del propio bien, con la propiedad vedada a los demás, y así el hombre no puede recuperar su propia esencia, el lazo constitutivo de su propia identidad. Empecinado en pensar que cabe el goce propio como goce sin relación, empecinado en pensar que uno es el que es, con independencia del ser de los demás. La condición social no es algo superpuesto a la naturaleza animal individual (como indica la analítica metafísica). La condición social es la naturaleza del hombre. Lo social es innato al hombre (tan innato como el hambre o la sexualidad) y se ha podido hablar de órganos sociales que trascienden y enriquecen los órganos sensibles inmediatos. No existe dicotomía entre vivencia individual y aprehensión del mundo por los demás.

 

El orden simbólico mediatiza los sentidos de modo que inclinación social y tendencia natural son indisociables, de modo que una actividad sensorial puramente inmediata sería una actividad des-humanizada. La esencia natural del hombre es la superación del lazo inmediato con el orden natural. Cuando el hombre deja de responder a una naturaleza que es la medida de la humanización se des-humaniza, pierde su esencia y deja de ser hombre. Y ahí se establece un nuevo lazo con la naturaleza (¿ecología?). El lazo del hombre con el hombre imbrica o compromete intrínsecamente a la naturaleza: la relación del hombre con el hombre es la relación del hombre con la naturaleza (y viceversa). Y así la relación del hombre con la naturaleza es un criterio determinante de la relación del hombre con el hombre. Perdida una, se pierde irremisiblemente la otra.

 

“Cuando la inclinación hacia las cosas del entorno natural se vive como una inclinación hacia la propia realización, y viceversa, entonces la polaridad misma entre naturaleza y cultura se convierte en lo propio; el hombre se confunde con esta polaridad dialéctica y supera la abstracción que consiste en pensar la naturaleza como lo opuesto a uno mismo. La naturaleza es, con el hombre, espejo de recreación del hombre. El amor desinteresado es el amor de la especie humana, y viceversa (Gómez Pin, 2015, 113).

 

En este texto de Marx -glosado por Gómez Pin- encontramos reflejadas todas las contradicciones que hemos enunciado al principio como lo distintivo de hombres y mujeres: individual/social; dominación/cuidado; abstracción/enunciación múltiple; analítico/sintético; individuo/naturaleza; propiedad privada/propiedad compartida; antagonista/colaborativo, etc. Pensaréis que todo lo negativo que achaco al hombre también puede ser encontrado en las mujeres. Si pero ¿cómo no pensar que esa contaminación se ha producido por el contagio de un sistema invasivo y dominador? Un sistema que propone a la mujer la igualdad cuando se reserva para sí la libertad (Despentes). Un Marx sorprendente que, sin ser feminista, sienta las bases para que el feminismo se produzca. O así me lo parece.

 

El desgarrado. Mayo 2022.




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