» 08-01-2022

Señoras y señores 86. La maternidad.

La actitud de la mujer está cambiando a pasos agigantados… y no puede ser llamada, precisamente feminismo. Quizás, feminismo popular o de grupo. La propaganda machista ha sabido desprestigiar el término “feminismo” hasta llegar al término “feminazi” en una similitud que haría sonrojar incluso a las más débiles inteligencias. El feminismo radical no ha ayudado a que la visión del feminismo por los hombres y la gran mayoría de las mujeres (los hombres porque defienden sus derechos ancestrales y las mujeres por contagio del pensamiento masculino), mejore. El feminismo radical adopta las armas y la estrategia masculina: lucha, análisis, fuerza, metafísica, violencia… evidentemente, con todo el derecho pues, como reza el dicho: “ o jugamos todos, o rompemos la baraja”. El reparto de capacidades, territorios y roles (Rancière) en nuestra sociedad actual, es determinante de la división de lo sensible que coloca a las mujeres y los hombres en situaciones diferentes y jerárquicas. Y esa división de lo sensible se centra fundamentalmente en la maternidad: reproducción de la mano de obra, cuidado de niños, enfermos y ancianos, garantía de la filiación, soporte de la ostentación (Torstein), etc. Pero ¿Cómo hemos llegado a la situación actual.

 

Nuestro cerebro (órgano principal del pensamiento pero no el único) es evolutivamente aditivo: amontona capas conservando las anteriores. McLean estableció que nuestra cabeza amontona los cerebros reptilianos, mamífero y homo. Entiendo por pensamiento la gestión (cognición dirigida a la acción) del medio circundante (el mundo). Funcionalmente es el paso del instinto (pautas rígidas de respuesta al medio: de especie), a la socialidad  (respuesta colectiva esterotipada por grupos), antes de llegar al individuo (respuesta individual). Es un proceso de subjetivación que conduce de la especie al individuo. Fisiológicamente, la médula, el tallo y el cerebelo dan paso a una serie de formaciones desconectadas: hipófisis, hipocampo, amígdala, ínsula, etc que se sitúan por debajo del cuerpo calloso (la parte que une los dos hemisferios) y de la corteza cingulada (que las conecta… sin gran éxito). De alguna manera el  cerebro se bifurca en dos hemisferios con distintas funciones y a la vez establece un sistema de conexión y comunicación que, si bien no unifica, si trata de coordinar los “cerebros subyacentes. Se sustituye la unidad por la coordinación: estamos en la socialidad. Finalmente el lóbulo frontal alberga la libertad entendida como la individualización de la decisión. Rota la unanimidad de la  cognición-acción la igualdad se tiene que recomponer como un constructo social (grupal, político) o individual (ético).

 

A nivel instintual (biológico) los géneros/sexos se reparten las funciones en la unión biológica-social que supone la familia, como asociación estable de reproducción-conservación. El macho defiende, innova, analiza (de lo general a lo particular) y provee de alimentos y la hembra pare, cuida, conserva y sintetiza (de lo particular a lo general). Pero -a medida que la respuesta al medio, emigra de lo biológico-instintual a lo social- los estereotipos universales (la igualdad) desaparecen. La universalidad deberá adquirirse de otro modo: por la religión, la magia, el mito o la por abstracción (u otro método cvognitivo), pero dejará de ser una característica de la especie.

 

Nuestra etapa social (mamífera… para McLean), cobra una importancia singular. Cualquier paso evolutivo entre la especie y el individuo, es social: civilización, etnia, pueblo, grupo, manada, muta de caza, o familia. Pero la sociedad crea la cultura y ésta introduce -por retroalimentación- innumerables modificaciones en las pautas de comportamiento, singularmente la jerarquía reforzada. La jerarquía ya existía en lo biológico-instintual y se basaba en la fuerza. A partir de ahora la jerarquía se diversifica: la etnia y la sangre (el linaje), el conocimiento (el saber), la ideología (comunidad de intereses…), el género (diferencia sexual). Los machos conservan el mando que les dio la fuerza y que se acrecienta y consolida por las nuevas jerarquías. Lo social-cultural -basada en el cerebro mamífero o social- modifica (sin sustituirlo) lo social-cultural. La falocracia (la premisa universal del pene, que reconoce el sicoanálisis) instaurará el dominio del macho sobre la hembra de forma cultural-estructural.

 

En el nacimiento del logos (el individualismo) se establece la metafísica, que apuntala la posición de prevalencia estructural de los machos sobre las hembras. La metafísica dura 25 siglos y lo permea todo, desde la filosofía a la ciencia, pasando por la sociología, la política y la ética. En un efecto perverso, la razón (que debería habernos emancipado de cualquier dominación) se convierte en el instrumento privilegiado de ella. El SXX acoge la -tímida- revolución contra la metafísica: fenomenología (la intuición como universal), la hermenéutica (la ruptura de la causalidad por la interpretación subjetiva), la filosofía de la diferencia (el cuestionamiento de la igualdad como método de universalización) y finalmente la posmodernidad (la deconstrucción de la metafísica) inician su derribo. Pero la metafísica está profundamente arraigada y se confunde, habitualmente, con la “razón”. La tarea es titánica. Pero las mujeres no pueden esperar más e inician su propia batalla incruenta contra milenios de dominación.

 

El problema reside en que no se puede jugar con quien ha establecido las reglas del juego y no tiene ningún inconveniente en cambiarlas a su antojo. La mujer juega con las reglas (la metafísica) que el hombre ha marcado. Si hablamos de igualdad, hablamos de igualdad “con” el hombre, es decir, el hombre es el modelo al que hay que parecerse. Si hablamos de libertad hablamos de libertad en una sociedad establecida por el hombre. La emancipación de la mujer con las reglas del hombre (la metafísica) es imposible. Para conseguirla, las mujeres necesitarían un pensamiento femenino que no existe (desde los parámetros de la razón, del logos y de la metafísica). Y entonces empieza la ardua tarea de consolidar ese pensamiento: la síntesis, el cuidado, la conservación de la naturaleza y del status, la no violencia, el diálogo, la empatía, etc. Pero todo eso necesita un sistema (como la metafísica) en el que se ubique y desarrolle y ese sistema no existe.

 

La primera solución consiste en luchar contra el hombre con sus propias armas: análisis, violencia, categorías universales, etc, que involucraba una cierta masculinización (sobre todo de las actitudes). A esa estrategia se le llamó feminismo. Otra opción fue oponer a la meta-física la meta-ética, un mundo emocional (frente a lo racional) que ya había enunciado Spinoza. El funcionalismo también tuvo sus defensoras: lo que no funciona (y la metafísica no funciona) debe ser sustituido por algo mejor y distinto. Pero todas estas estrategias se apoyaban en la metafísica. Sorpresivamente el primer movimiento que no quería que las mujeres se parecieran a los hombres (que defendía su derecho a estar divinas de la muerte, al pavismo, a las armas de mujer… es decir, a la idiosincracia femenina) aparece de la mano de grupos para nada feministas (como “Spice girls). Tiqqun en su “Teoría de la jovencita” amplía el pavismo a los hombres caracterizándolo como algo universal y no específicamente femenino. Las manadas (cuyo nombre no es casual) endurecen la posición machista hacia las mujeres lo que origina manifestaciones, y el movimiento “Mee too”. La ultraderecha y la Iglesia endurecen sus posturas anti-mujeres, mientras la derecha nada y guarda la ropa. Diversas pensadoras (Hataway, Puig) tratan de establecer un pensamiento femenino que pueda oponerse al hegemónico patriarcado masculino.

 

Creo que el feminismo tiene que pasar por la deconstrucción de la metafísica, dado que ésta, es el sustento metodológico e intelectual del machismo (la falocracia y el falocentrismo). Pero la posmodernidad tampoco goza de amplio reconocimiento entre los pensadores que podrían apoyar el movimiento de emancipación femenina. Hay que empezar por la prevalencia de la categoría aristotélica de la sustancia (la ontología: el ser) y el esencialismo (tras toda apariencia hay una esencia fundamental) idealista platónico. Pero si se derroca el ser de las categorías universales se habrá de sustituir por otras categorías. La propuesta de Ranciére (que para nada se alinea con la posmodernidad) es cuádruple: la cualidad, la posición, el tiempo y el lugar (espacio). Los cuatro grandes pilares (abstracciones) de la metafísica son la cantidad (las matemáticas), la verdad (la lógica), el concepto (la palabra) y la igualdad en su doble función de método de abstracción y abstracción propiamente dicha: política y ética). La cantidad puede sustituirse por la cualidad; la verdad por la probabilidad (la verdad fraccionaria) o la posición (topología); la igualdad por la simetría o la equivalencia. Para sustituir al concepto Manovich nos propone las bases de datos (listas de especificaciones que sustituyen al esencialismo conceptual.

 

Estas alternativas a la metafísica construyen un pensamiento distinto al pensamiento machista ancestral. Sobre todo si lo construyen hombres y mujeres en conjunto. Claro que esto es un enfoque machista en cuanto no hace sino un cambio de cromos en el que la metafísica sigue subyaciendo (aunque solo sea por que es el objeto a deconstruir). Deberían ser las mujeres las que decidan que tipo de pensamiento quieren oponer al de los hombres, sin embargo hay más razones que el machismo para deconstruir la metafísica. Y por fin llegamos a la maternidad, esencia de la mujer y de su posición (utilitaria ) en la metafísca.

 

En este principio de siglo se suceden las manifestaciones que ponen en cuestión ese destino biológico-social-individual que ha marcado el destino de las mujeres ancestralmente. El movimiento “Malas madres”, las series “Vida perfecta” o  “Red light”, el cuestionamiento de los roles de género (reconocido ampliamente como un constructo social), la disminución de la natalidad por la incorporación de las mujeres al trabajo fuera del hogar, la necesidad de posponer la maternidad por motivos económicos, la falta de protección social, las nuevas (e hirientes para los machos) actitudes de las mujeres en materia sexual, laboral, social, deportiva, etc. socavan profundamente la maternidad como esencia de la mujer. La derecha y los ultras, claman por la supervivencia de la especie y por el retorno de las mujeres al hogar (una vez descartada la baza de los migrantes), las manadas arrecian en su violencia contra la mujer alegando que “provocan”. Quizás estamos ante una reedición de “Lisistrata” con la diferencia de que lo que está en juego no es la disposición sexual sino la propia maternidad. Siempre habrá mujeres para las que la maternidad sea primordial (como opción individual), pero no para todas, ni como obligación, ni como destino. El SXXI será femenino o no será.

 

El desgarrado. Enero 2022.




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