» 06-06-2022 |
El pais: httm:/elpais.com/sociedad: los españoles ante el amor. Monógamos e independientes, publica una macroencuesta sobre el amor en España. No es fácil hacer encuestas sobre cuestiones que entrañan una gran dosis de intimidad, pero el país lo ha intentado y la encuesta es -sobre todo comparativamente- interesante. El defecto que veo en la encuesta es que las preguntas que involucran una opinión (un sentimiento personal) se mezclan con las que son “objetivas”. Como diría un filósofo se mezcla la doxa (opinión) y “lo real” medible y cercano a lo objetivo. No os repetiré la encuesta -que podéis encontrar en la dirección señalada- y que sorprende por algunos de sus resultados, sobre todo en la diferencia esperada entre hombres y mujeres, que se incumple abiertamente, y en la preferencia por la monogamia, que parece ser generalizada. El aumento de los celos y la posesión entre los más jóvenes es también una tendencia generalizada. Las contradicciones son evidentes como el propio título: monógamos e independientes.
¿De qué voy a hablar entonces? pues de la escasa percepción que tenemos de nuestras propias tendencias, de nuestra necesidad de ser socialmente aceptables (en nuestras opiniones), del postureo ante la posibilidad de posiciones poco políticamente correctas, y de la diferencia que nos separa del género de la pareja (sea cual sea). Los jóvenes son más “modernos” y aceptan las variaciones altergénero con más facilidad, pero la preferencia por la monogamia (e incluso la percepción de haber encontrado a tu pareja ideal) es abrumadora. Podéis pensar que estoy ajustando los “datos” a mis propias opiniones. Es posible. Pero no puedo resistirme a decir que los datos objetivos no existen pues están teñidos de juicio (“percibir es juzgar” decía Aristóteles) y evidentemente los juicios (el cincuenta por ciento de la encuesta) son eso, opiniones, percepciones personales de nuestra alma y no de nuestro cuerpo… en el caso de que consideremos que el cuerpo es más objetivo que el alma.
En una contradicción prácticamente hegeliana creo que no existe otra verdad que la estadística o probabilística (la verdad fraccionaria frente a la verdad absoluta), pero creo también que la estadística es una mentira científica, una forma de dominación. Me aproximo con ello al concepto de partición de lo sensible que Rancière enunció: la realidad no es objetiva sino que depende de la manera en que la enfocamos, la dividimos, la compartimentamos. En una palabra: de la manera en que la manipulamos. Con ello me remito a uno de los grandes principios de la metafísica: la naturaleza tiene leyes que nuestro pensamiento puede conocer… lo que implica que el mundo y nosotros (el yo) están separados, y que nuestro pensamiento es isomorfo (correspondiente) con esas leyes del mundo. Dicho esto y en un ejercicio de egotismo (ajustar lo real a lo mental) afirmo que la encuesta debe ser interpretada de acuerdo con los datos de la razón.
Lo que es evidente es que las diferencias entre los carcas, la generación del baby boom, la generación X, los milenials, y lo que venga, nos muestran una enorme evolución que entiendo que ocurre por la liberación de la mujer y por el paralelo miedo del hombre a perder su posición preeminente. Y a la vez, una evolución muy pequeña (en términos de revolución). La longevidad plantea nuevos retos (llegar a la vejez-decrepitud solo o acompañado). La duración media del matrimonio es de 16 años lo que me hace pensar que el mecanismo del enamoramiento (el cóctel de hormonas) tiene un efecto limitado (cuatro años) prolongado por un cambio de hormonas (a otras menos efervescentes) y por los hijos (vehículos de más hormonas). Sin embargo la desigualdad de roles en la pareja hace que las mujeres afronten la última parte de su vida mucho más asentadas en su soledad (autosuficiente) que los hombres). Pero no siempre las mujeres son tan clarividentes. Las más jóvenes (que en la encuesta desmienten su mayor romanticismo o dependencia) dan la impresión de estar más atentas a la propaganda que a la cruda realidad. Las mujeres son más candorosas, incluso cuando ellas no lo perciben así. Su fe en el género humano es mucho mayor que la de los hombres, mucho más utilitaristas y calculadores, como nos explican todas las novelas románticas. Y quede claro que entiendo el candor como una fórmula antimetafísica como el amor, el juego, el humor… del que no están exentos los hombres (esa estúpida tendencia a creer a los políticos o a los medios) pero que en las mujeres es más acentuado.
La encuesta involucra poco hierro. No son llamativas las respuestas sobre satisfacción sexual, sobre infidelidad (lo que hace pensar que son políticamente correctas), o sobre soltería vocacional (a la que temen más los hombres que las mujeres, quizás por el tema de la longevidad). Es evidente que la mejor parte de la emancipación sexual de las mujeres ha sido que han tomado las riendas de su relación, y en especial, de su relación sexual (manadas, a parte). Cada vez entienden más las relaciones en igualdad y no en pasividad. Dicen lo que quieren y como lo quieren. Y eso, precisamente, es lo que parece intimidar a los hombres que se sienten juzgados. El sexo es un juego que involucra el candor (la confianza ilimitada en el otro) y el humor. Todos los recursos antimetafísicos de que disponemos. De ahí nace su enorme potencial emancipador y el interés que ha tenido siempre el poder en regularlo. El amor-sexo-candor-juego es un mecanismo insuperable de emancipación, de revolución, pero no se ha de limitar a alguna de sus partes sino que debe “jugarse” en todas sus facetas. Quizás así sea más fácil superar el enamoramiento (el cóctel de hormonas) y encontrar la vía para vivir una vejez (o simplemente, una relación) placentera.
Se quedan muchas cosas en el tintero: la biología, el cuidado-cariño, el machismo, las diferencias cognitivas (analítica-sintética o sistemática-no sistemática), el papel del poder (religiosos, civil, político). El complejo amoroso-sexual ocupa la mayor parte de nuestros pensamientos a lo largo de nuestra vida, gran parte de la literatura y todo el cine. Empieza a ser hora de que lo pongamos en el lugar que le corresponde: el principal medio de emancipación (¡y no solo de los padres!). La encuesta lo sitúa en el cuarto puesto de nuestras preocupaciones tras la salud, los hijos, los amigos. No es cierto. Es nuestra primera preocupación, pero nos parece frívolo decirlo. Lo primero que debemos arreglar es esa consideración del amor como nuestro principal preocupación. Por ñoño que parezca.
El desgarrado. Junio 2022.