» 20-09-2022

Señoras y señores 91. ¿Provocan las mujeres a los hombres?

Este ha sido el argumento fundamental  esgrimido por los hombres para “disculpar” sus abusos contra las mujeres. Según ellos, la atracción que los hombres sienten por las mujeres les hace perder el sentido. Afortunadamente el hombre es capaz de contenerse, pero no ocurre así cuando las mujeres “provocan” a los hombres, de lo que se deduce que es por culpa de la provocación de las mujeres que ocurre lo que ocurre y que no es otra cosa que la violencia, la violación y los abusos sexuales. Este argumento sigue esgrimiéndose por los jueces cuando deciden, en casos de violación o abusos…  a veces con razones tan nimias como llevar una falda corta. Pero lo razonable sería que definiéramos provocación para entender mejor esta situación.

 

La provocación consiste básicamente en delegar la decisión en el otro, y por lo tanto, ser irresponsable. La provocación invierte la responsabilidad de la acción que pasa del actor al objeto de la acción. Porque la provocación no es acción (por lo menos no es acción directa. Acción a distancia la llamó Newton cuando la desechó del cientifismo). La provocación es magia: consigue que alguien sobre el que no se actúa directamente, actúe de una forma determinada. En el caso de la provocación sexual, hace que el provocado posea violenta y físicamente a la provocadora. La “maga” consigue a distancia que el “encantado” actúe violentamente sobre ella, arrebatado irreversiblemente por su encantamiento. De lo que debemos deducir que una de dos: o la maga no conoce el alcance de su poder mágico (y entonces es inocente del influjo que ejerce) o lo conoce y disfruta con la violencia del poseido sobre sí misma. O es ignorante o es perversa (masoquista).

 

Por lo que sabemos (los tópicos que aplicamos) de hombres y mujeres los primeros son activos y las segundas pasivas. Y no solo en lo sexual, también en la forma de tomarse la vida. El hombre caza y la mujer recolecta. El hombre agrede a lo que en la naturaleza es libre, vivo, mientras la mujer toma lo que la naturaleza ya no quiere vivo, aquello cuyo destino ya está irremisiblemente marcado. Por supuesto no siempre es así, pero es una buena manera de resumirlo. El hombre analiza (destruye para entender el mundo) y la mujer sintetiza (añade, construye para entender). Los niños destrozan los juguetes para saber como funcionan; las mujeres visten, acicalan, complementan a sus muñecas para construir una realidad más compleja. La medicina del hombre se centra en la anatomía mientras la de la mujer es la medicina de los remedios, los fármacos, las hierbas. No en vano el hombre -cuando quiere matar- acuchilla, dispara, rompe el cráneo mientras la mujer envenena. El hombre hace la guerra (mata) y la mujer da la vida (procrea). Efectivamente son indicios, pero indicios significativos.

 

Si las cosas fueran así no habría sexismo en la elección de juguetes por parte de los niños (pero sí en la asignación de juguetes por parte de los educadores que los utilizarían para perpetuar el género biológico). Educar -hoy- no es enseñar a vivir. Es enseñar a vivir en una sociedad sesgada en la que, el que se diferencia, corre el riesgo de desaparecer arrollado por la mayoría. Los padres y educadores quieren lo mejor para sus hijos pero en un contexto existente que determina cuales son los conocimientos y las actitudes que facilitan la existencia. La única actitud educacional razonable (aunque no coherente) es la del maestro ignorante de Rancière que se sitúa indistintamente en la situación de enseñar y de aprender, que no distingue entre distintos grados de inteligencia sino entre aplicaciones de la inteligencia a la vida. La educación es una actividad racional-metafísica que inician los griegos de forma reglada superando la situación animal en la que los hijos aprenden de los padres por imitación, para hacer lo mismo que ellos. Los griegos situaron el listón más lejos y pretendieron que los educandos avanzaran en el conocimiento más allá de lo que sus padres sabían, que alcanzaran un mayor conocimiento para enfrentarse a la vida.  Con el tiempo la educación se convertiría en formar buenos ciudadanos para una sociedad dirigida por los detentadores de la dominación. La educación como hoy la entendemos nación en Prusia y bien podría haberse llamado “formación del espíritu nacional”.

 

La ciencia excluye la provocación (la acción a distancia). Fue la manera de acabar con la magia y la causalidad variopinta. Porque parece que la provocación es la acción, y la respuesta es la reacción pero no es así. De entrada la provocación exige la participación de seres libres capaces de tomar decisiones al margen de la causalidad que afecta a las cosas. La reacción de una persona libre (por más “mediatizada” que esté por su libido) no viene determinada por la provocación, sino por su libre albedrío. El derecho llama a la pérdida del libre albedrío “fuerza irresistible” y entre sus causas no se encuentra el deseo sexual (aunque lo estuvo cuando el crimen pasional lavaba las afrentas al honor). Podemos pensarlo “a contrario”: si el deseo sexual nublara el entendimiento de los hombres de forma irresistible, la violación estaría aceptada por el derecho (que fue creado por los hombres) y nuestra sociedad sería otra. Pero queda un cabo suelto. ¿Por qué los juristas no se blindaron ante esta eventualidad de la no penalización de la provocación?

 

Nuestra sociedad se origina en el intercambio de mujeres. La mujer es moneda de cambio por su poder de producir mano de obra. Los hijos son riqueza y los producen las mujeres. Las mujeres son objetos valiosos y por tanto deben ser cuidadas y defendidas (para ser intercambiadas). Existe un mito de formación de la civilización (y consiguiente salida de la animalidad o la barbarie), relatado entre otros por Freud en “Totem y tabú”. Hartos los hijos del monopolio de las hembras que detentaba el padre, deciden matarlo y repartirse las hembras. En una ceremonia próxima a la última cena cristiana, lo matan, celebran la comunión (se lo comen) y se juran que nunca más pasará algo así (ni el monopolio de las hembras ni el asesinato del padre. Se instaura la prohibición del incesto: las mujeres de la familia no pueden ser consumidas en familia) y como consecuencia el intercambio de mujeres con otros grupos. La virginidad de las mujeres deberá ser protegida por sus familiares (como medio de obtener el futuro intercambio) para lo que se habilitan las leyes que defienden su integridad sexual (en contra de los intereses inmediatos de los hombres). La civilización nace con varias prohibiciones.

 

Freud no dice si es este un relato fidedigno (real, veraz) de lo que pasó pero podemos concluir que lo sitúa en el inconsciente, en la memoria de la especie, en el inconsciente colectivo. Desde nuestra posición actual parece que esa verdad es lo más importante de la historia pero hay dos razones para que no sea así: en el momento que se produce, la verdad -como la conocemos- no existe, y cualquier mirada retrospectiva que pueda explicar nuestro pasado debería ser respetuosa con las condiciones del conocimiento de dicho pasado. El inconsciente y el consciente no eran dos instancias totalmente separadas, como no lo eran el sujeto y el mundo (omnipotencia de las ideas), como pretendemos ahora. El fin de la barbarie (la biología, la animalidad) supuso el inicio del mundo mítico en el que lo más parecido a la verdad que existía era la verosimilitud del relato. “En aquel tiempo” los cuentacuentos relataban la historia de la humanidad (de cada humanidad concreta) con un sistema de pensamiento que Aristóteles caracterizó en la “Poética”: causalidad, secuencialidad, coherencia, verosimilitud, etc. Era un relato en el que la similrealidad era determinante: las cosas debía ocurrir como ocurren en el mundo pero con las leyes que rigen nuestra mente (Kant aprovecharía la ocurrencia). Por primera vez se separaba el sujeto (la mente) del mundo y se daba el primer paso hacia la metafísica. El sistema mítico de pensamiento generó otras pautas de conocimiento del mundo: la analógica, la mitológica, la topológica que desembocarían en el SVac en el instituto de la razón y la metafísica. Desde entonces ya nunca pudimos medir la era mítica con sus propias herramientas. La razón lo invadió todo.

 

Todo menos el relato, que se adaptó a los nuevos tiempos convertido en forma de conocimiento artística (poesía, literatura, teatro). Porque la ideología mítica fue convertida por la razón en espectáculo, en arte (Dabord). Todo esta explicación que os acabo de dar es un relato, i-rrazonable. No es la verdad de como ocurrieron las cosas sino una ficción (la ficción es una estructura de racionalidad, dice Rancière), un como si, una posibilidad de un pasado irrecuperable (de nuevo Kant aprovecharía la ocurrencia). Por eso el macho (que conserva a su animal en su cerebro) se ve atrapado entre sus instintos básicos (poseer a todas las hembras) y las leyes de la sociedad (prohibición del incesto, salvaguarda de la integridad de las mujeres, penalización de las transgresiones, etc. Y por eso se inventa subterfugios como la provocación para que sus deseos animales dominen a su razón social impunemente. Y por eso (porque el pasado de la barbarie y del mito han sido superados) las mujeres no deben consentir ni el menor atisbo de transgresión.

 

El desgarrado. Septiembre 2022.




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