» 03-02-2024 |
El pensamiento primitivo -aquel en el que el movimiento (tiempo) no se distingue de la quietud (espacio) y que tampoco distingue entre génertos- da paso -en el periodo presocrático según Irigaray- a un pensamiento separado por géneros y en el que el devenir desaparece. Y al decir separado por géneros quiero decir que la mujer -como género- es totalmente excluida del nuevo pensamiento: el logos. No voy a discutir que desde un incipiente análisis es mucho más difícil entender el mundo -única manera de dominarlo- en movimiento, que en reposo. Parar el mundo fue la primera acción del hombre en vías a entender el mundo. Hasta entonces el fluir de la vida y el ejemplo de la naturaleza no había hecho precisa la ficción de un mundo estático: el mundo del ser, de la sustancia, de la esencia (la condición necesaria y suficiente) como categoría fundamental del mundo. Excluida del logos, la mujer se queda en el pensamiento primitivo, fluido, topológico, mítico (asentado en el relato), vital, enraizado y en armonía con la naturaleza, sintético, mientras el hombre inicia su aventura del conocimiento, solo, embarcado en el logos, analítico, y con un objetivo que sobreactuará: entender el mundo para dominarlo.
El pensamiento primitivo (Levi-Strauss) -cuyos rastros podemos hoy observar en las pocas culturas tribales que han sobrevivido al logos- se produjo en comunión con la naturaleza (la diosa primordial), depositaria de toda sabiduría. Conocer era observar, ordenar, clasificar, sintetizando un mundo por medio de sus manifestaciones. El espíritu del bricoleur recogía los elementos que la naturaleza le brindaba para construir los ingenios con los que interactuar con ella. El modelo reducido se convierte en reproducción de la naturaleza susceptible de manipulación (con las manos), es decir, de proto-pensamiento de prueba/error y de magia. El pensamiento es mayormente imaginario aunque el tránsito a simbólico (lenguaje) debió durar milenios. En el presocratismo ambos: pensamiento simbólico y lenguaje ya estaban listos para constituir el logos. Entender el movimiento, difícil de observar en detalle, hasta el punto que no será hasta la llegada de la (crono)fotografía (Muybridge y Marey), que se llegará a comprender la sucesión precisa de los movimientos de la locomoción animal (y en especial si las cuatro patas del caballo están o no en algún momento en el aire). Ya Heráclio había naufragado en su empeño en encontrar la esencia del rio entre ser (rio) y fluir (agua), decantándose por el ser y dando lugar a la ontología.
Pero el ser solo puede ser entendido como una simplificación grosera de la realidad: todo lo interesante, en la naturaleza se mueve. Ante la imposibilidad de analizar el movimiento solo quedaba la opción de aproximarse a él mediante la síntesis, construyendo, tal como hacía el pensamiento primitivo y tal como heredará la mujer, como forma de pensamiento femenino. La metafísica será el sistema de pensamiento ontológico que centra el ser en su operar y que entierra el movimiento. No será hasta el SXVIII que Newton y Leibniz integrarán el movimiento en la ciencia mediante el cálculo diferencial. Einstein dará un vuelco espectacular al tema al establecer que la velocidad de la luz es una constante y por tanto el espacio y el tiempo son dos aspectos de lo mismo (dos variables interdependependientes): el espacio-tiempo. El movimiento (el retorno al devenir) no se pudo producir hasta que el conocimiento alcanzara un desarrollo adecuado en el SXX y hasta que los sistemas dinámicos (la termodinámica, la evolución) pudieran ser estudiados por métodos estadísticos, es decir cuando la verdad fraccionaria fuera aceptada.
Si consideramos la ontología como el único medio para comprender el mundo -a falta de herramientas adecuadas para abordarlo científicamente- debemos colegir que fue absolutamente necesaria. Hoy -y gracias a ella- estamos en disposición de abordar los sistemas dinámicos desde puntos de vista más sólidos. Pero ya no es posible seguir sosteniendo que la sustancia (el ser) es la categoría fundamental de la naturaleza. Y por ello el SXX ve la aparición de un movimiento que cuestiona la metafísica: la deconstrucción (Derrida, Lyotard). Y por lo mismo ve la recuperación de un pensamiento femenino que apuesta por la síntesis y el devenir. El análisis y el ser no son los únicos fundamentos del conocimiento del mundo. Otra “metafísica” (en el sentido de sistema de pensamiento) es posible, fundada -por ejemplo- en las categorías de espacio, tiempo, posición y relación. El capitalismo (el sistema socio-económico preponderante y probablemente insoslayable) nos propone la cibernética en la que el sistema de abstracción-universalización-ley, de la metafísica pasaría a ser: enumeración (bases de datos)-computación, retroalimentación-tendencia mayoritaria (estadística). Nuevo sistema de dominación, más sofisticado si cabe, que la metafísica tradicional.
Pero no se puede descartar que pueda establecerse un pensamiento femenino en el que la razón, el logos pudiera ser sustituido por el amor/cuidado de los seres humanos, de los seres vivos y del medio ambiente; en el que los pares de categorías excluyentes (empezando por ser humano/mundo) desaparecieran en una armonía, coexistencia pacífica y respeto; en el que el devenir recobre la centralidad que nunca debió perder. Pero para ello sería necesario que la mujer tomara las riendas y tras 25 siglos de dominación y exclusión, dudo mucho que los hombres estén dispuestos a escuchar a las mujeres… en el caso hipotético que éstas estén dispuestas a tomarlas.
El desgarrado. Febrero 2024.