» 30-01-2024

Señoras y señores 93-8. Diferencias y tendencias 7. Maestro/comunidad de saber.

Cuando el hombre desarrolla el logos y la ontología como sustitutos de la relación de comunidad con la mujer y como taponamiento del vacío creado por su separación/aniquilación, instituye al maestro y la situación de aprendizaje como la fuente de la nueva sabiduría y como modelo de la nueva relación entre hombres que caracterizará su nueva forma de pensamiento masculino. Como toda nueva fe tiene que ser inicialmente rígida para fomentar su implantación y la tradición del saber se realiza con estricto seguimiento de las enseñanzas del maestro. El conocimiento se convierte en tan valioso como la agresividad y la fuerza -que ha caracterizado al hombre hasta entonces- y de hecho se convierte en el nuevo campo de conflicto -esta vez dialéctico- en el que se dirimirán los liderazgos, afianzando la dualidad rey/sacerdote entre la antigua y la nueva forma de ser del sujeto masculino. El conocimiento masculino así transmitido, de maestro a aprendiz -convertido en educación- se convierte en la columna vertebral del nuevo orden, pero su carácter patriarcal mellará su eficacia y su funcionamiento. 

 

Porque el patriarcalismo nace aquí. Derrocada la mujer /la diosa) de su papel consultivo y de liderazgo espiritual y depositaria de la sabiduría, la figura del pater familias, del patriarca, toma el lugar de aquella, aunando liderazgo en conocimiento y en fortaleza física. El patriarcado, la preponderancia cognitiva del macho,  complementa el aniquilamiento de la mujer como depositaria del conocimiento natural, vívido y en comunión con la naturaleza que -hasta entonces- había sido la tónica. Surge así la apariencia de saber que lleva al hombre -además de liderar el nuevo orden del conocimiento- a aparentarlo, supliendo las evidentes carencias que tiene un sistema impuesto por la fuerza y por la palabra esencialmente ambigua. Pronto, además, el logos mostrará sus pies de barro cayendo en las paradojas y fragmentándose en múltiples interpretaciones que dividirán el saber en innumerables escuelas o tendencias. La retórica (el arte de persuadir), la entelequia y el sofisma (razonamientos formales ajenos a la verdad), la tópica (los repertorios de respuestas esteretipadas) y otras desviaciones de la lógica, se establecerán en papel de igualdad con el logos, aumentando exponencialmente la clase de los maestros. 

 

La comunidad del saber, el conocimiento como depósito de sabiduría guardado en el consejo de ancianos y en el respeto y observación de la naturaleza (topología), el relato (mito) como saber comunal repetido oralmente, la desaparición de los atractores (el ritmo, la melodía, la armonía, la rima, la métrica, la simetría…) que configuraron un saber comunal, son convertidos por el logos en artes, en pura apariencia sin contenido, con tal de entronizar al logos como pensamiento único masculino. El papel de la mujer como observadora atenta y recolectora de enseñanzas de la naturaleza (el matriarcado cognitivo) desaparece y con ello la idea de comunidad, la idea de igualdad, convertida en recurso metafísico del logos, lejos de la valoración en equidad de los seres humanos. La jerarquía sacerdotal-militar-patriarcal se impondrá sobre un mundo en equilibrio, sobre una Arcadia feliz cuya memoria será tergiversada y ocultada. 

 

El logos deshumaniza las relaciones sociales al establecer la verdad como algo exterior (objetivo) y absoluto (sin grados), creando la sociedad de clases. No solo se es pobre por designio divino sino que se es pobre para siempre, de forma absoluta. Cuando la educación pasa de la madre al padre o al maestro, se convierte en adoctrinamiento (para la sumisión, para la guerra). Tal como relata Rancière en “El maestro ignorante” el modelo del maestro sabio que infunde el conocimiento al aprendiz ignorante, no funciona. Establece una jerarquía ajena a la comunidad del saber. El conocimiento es algo que se alcanza y no algo que se transmite. Es extirpado del pueblo para beneficio de las elites. La educación se convierte en un arma de dominación complementaria de la organización jerárquica, la desigualdad por obra de Dios y la proliferación de las instituciones: mecanismos de dominación y de sumisión. El mundo del logos, junto a un aspecto de emancipación y de promoción personal espiritual, contiene la dominación en su aspecto más crudo. La clase sacerdotal desviará la consecución de la felicidad en la tierra, a un más allá siempre dilatado e inalcanzado. La libertad y la igualdad se convierten en promesas siempre incumplidas al servicio de la servidumbre voluntaria, el vasallaje o la ciudadanía. 

 

El conocimiento no es poder en sí mismo, es una herramienta, un arma de dominación que vehicula el poder. La mujer y los niños de las clases menos favorecidas son excluidos de la educación, patrimonio de las elites masculinas educadas para ejercer el poder. Hasta Rousseau nadie reclamará seriamente la educación como un derecho del pueblo. Aún hoy, en España la educación es campo de disputa política. En 45 años de democracia se han sucedido ocho leyes generales de educación. Las comunidades autónomas reclaman su propia geografía, historia y lengua (quiz´sas su propia sociología y psicología) como sostén de sus nacionalismos, pero el adoctrinamiento es la apuesta. El pueblo es excluido sistemáticamente de la educación y también la mujer, incluso si pertenece a las elites. Poco a poco los derechos de los excluidos se abren paso. La democracia como derecho de los que no tienen ni título ni derecho alguno para gobernar (Rancière), la educación como derecho de los ignorantes por el hecho de serlo, la nacionalización como derecho de los refugiados y los migrantes forzosos, la emancipación como derecho de los oprimidos. 

 

No se educa a un inferior, ignorante, sino que se educa entre iguales. La educación es colaboración en la que ambos maestro y alumno, aprenden juntos, descubren sincrónicos. La educación es una empresa común como lo fue para la mujer la educación de los hijos, de los que nunca cesó de aprender. Si el conocimiento es el arma específica del ser humano, el derecho a acceder a ello tiene que ser universal, libre de sesgos, productivo para todos. Una empresa común en la que deben desaparecer las jerarquías, las clasificaciones, los órdenes. Si, como afirma Rancière todas las inteligencias son iguales en potencia, desarrolladas en distintos campos, deben desaparecer las distinciones entre conocimientos (el deporte es tan importante como la física teórica) y entre practicantes (maestros y alumnos). Aprender es acceder a los recursos que nos permitirán afrontar la vida con garantías de éxito. Es la vida lo primero que hay que enseñar, como hacía Ella cuando era depositaria de la sabiduría. La educación sexual es tan importante como la gramática, el arte tan importante como la ciencia. La memoria está para recordar vivencias y no listados. La teoría no se puede separar de la práctica. La política es un área más y no el conocimiento que todo lo impregna y todo los subordina. Me temo que todavía estamos al principio de la empresa educatoria. La madre debe recuperar su intuición para educar al hijo, más allá de planes y directrices, intereses y dogmas. Transmitir sus vivencias, encauzar las del hijo. Cuidar. Y olvidarse de asimilar los “métodos del hombre” siempre manipuladores, siempre interesados en la dominación.

 

El desgarrado. Enero 2024.




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