» 30-04-2020

Urbanismo 16-6 el biopoder y la urbanización residencial.

De todos los dispositivos que establecen una conexión entre poder y arquitectura el biopoder o poder sobre la vida es el último que exponemos. La reflexión sobre el biopoder se desplaza hacia la subjetividad. El poder disciplinario forjaba sujetos normalizando cuerpos que -tras una resistencia-  interiorizaba las normas y reglas, entrando a formar parte del uno mismo. La subjetividad era producida por la interiorización de la norma. La pregunta que se hace Foucault es ¿Existe relaciones de poder al margen de la normas disciplinarias? Primero las buscará en la zona más íntima de la sexualidad y después en la vida misma (el biopoder). En ambos caso en procesos de subjetivación en cuanto tanto la sexualidad y el poder sobre la vida revierten en la formación del sujeto. Este texto ya se publicó como “lecciones de política alternativa 63. Foucault y el neoliberalismo”

 

Sigo en este desarrollo a Joaquin Fortanet en su libro “Foucault”, RBA, 2015. La noción de biopoder arranca en 1973 en unas conferencias en Brasil pero se desarrolla plenamente en el curso “Hay que defender la sociedad” que incluyó modificado en su “Historia de la sexualidad 1. La voluntad de poder” 1976. “El biopoder es el modo específico del poder que se da en el presente” (Fortanet 2015, 113). Surge -dando el relevo al poder disciplinario- en relación a algunos acontecimientos fundamentales de los siglos XVIII y XIX debido al cambio de relaciones entre el Estado capitalista, la biología y la medicina, por la necesidad de proteger al conjunto de la nación de los peligros de la enfermedad. La salud se convierte en asunto de Estado apoyado en un discurso médico centrado en la población. El uso de técnicas adecuadas -como la estadística- deriva, del tratamiento médico, a la gestión de la población. “Frente al antiguo “hacer morir y dejar vivir” -del poder soberano- el biopoder tiene por objetivo “hacer vivir y dejar morir” (Fortanet 2015, 115). El nuevo poder se implica en la gestión de la población, en el desarrollo vital de la colectividad humana (natalidad, mortalidad, asistencia a la vejez, medicalización infantil y femenina planificación familiar, seguridad laboral, salud pública), en definitiva una política de la vida humana en su conjunto.

 

El ejercicio extremo de este poder desembocará en la higiene de la raza y la eugenesia vinculada a la barbarie nazi y la preservación de la raza aria, pero no es este el modelo que Foucault estudiará sino el que se desarrolla en los estados democráticos, en los que el biopoder se decantará -de la medicina y la biología- a la economía como gestor de la vida, lo que desarrollará  en los cursos “Seguridad, territorio y población” de 1977-78 y “Nacimiento de la biopolítica” de 1978-79, donde reflexionará sobre la economía, el liberalismo y la gestión de la vida. El interés por el biopoder le hará abandonar aparentemente su “Historia de la sexualidad”, no menos que, a la izquierda francesa y el activismo político militante, confesando una fascinación por el neoliberalismo, mal entendido por sus enemigos y que se resume en un profundo análisis del neolibelismo del SXX. Para realizarlo, parte de tres interrogantes: 1) Cómo conciliar su pensamiento (basado en la experiencia personal: locura, prisión, sexualidad) con este giro que ponía el acento en lo colectivo (la vida), 2) cómo aunar las estrategias biopolíticas con la historia del Estado moderno, 3) cómo resistirse a un poder que rebasa al individuo en la gestión de la vida común.

 

Además de situar la economía en el centro de la reflexión del biopoder Foucault comienza a pensar el poder en términos de racionalidad de gobierno. Su análisis se separa de los análisis al uso: define el régimen económico neoliberal como 1) un modelo activo de gobierno (gubernamentalidad), 2) de carácter antinaturalista y productivo lo que quiere decir que, lejos de pretender hacerse pasar por el modo natural de hacer las cosas (como pretendía el liberalismo clásico del “laissez faire, laissez passer” y su política de no intervención), pretende producir la realidad del modo más conveniente para su lógica interna. Porque el liberalismo clásico se basaba en el mercado mientras el neoliberalismo contemporáneo se centra en la competencia. Pero como la competencia no se produce de forma natural el neoliberalismo debe emplearse en producirla, dando lugar a un Estado intervencionista. Todo se pone al servicio de la creación de la competencia. Si la privatización genera competencia entonces se ha de privatizar; si la redistribución de la riqueza se opone a la competencia, entonces hay que ir a la desigualdad, si en la economía clásica (Adam Smith) el Estado mitigaba los efectos nocivos de la competencia, en el neoliberalismo lo que debe mitigar son los efectos anticompetitivos de la sociedad. La economía neoliberal se constituye en el modelo de Estado y de gestión de la población mediante una red de prácticas de gobierno. La sociedad puede dejarse de pensar en términos de poder para hacerlo en términos de gubernamentalidad.

 

“Y el Estado contemporáneo no es sino un régimen de gubernamentalidad liberal, en el que la lógica económica conduce los modos económicos de gestión de la vida forjando un dispositivo de biopoder que se conbina con otros antiguos poderes para gobernar a los individuos en cuanto individuos y en cuanto población, con unas características, además, que a Foucault le resultan fascinantes, hasta el punto que algunos intérpretes ha apuntado su cercanía en ciertos puntos, con la propuesta neoliberal” (Fortanet 2015, 122). Pero si demandó encontrar para la izquierda una racionalidad de gobierno, tan atractiva como la del neoliberalismo, también es cierto que ha arremetido contra la empresarización del individuo que reduce al sujeto a simple capital humano. Pero ¿qué significa la empresarización del individuo?.

 

Desde M68 se había criticado a la economía neoliberal como un intento de uniformizar al ser humano. Foucault disiente. Piensa que lejos de pretender la homogeneización social pretende la variedad infinita de las empresas, el exceso absoluto de la oferta, integrar la inmensa variedad del ser humano. “De hecho, la finalidad del gobierno neoliberal es precisamente integrar la vida entera del individuo: la pareja, la familia, el trabajo, el ocio, el descanso, el sexo y la muerte entran dentro de una mercantilización que convierte al sujeto en empresa.” (Fortanet 2015, 124). El individuo se convierte en sujeto-empresario, empresario de sí mismo. No somos más que capital humano que debe ser invertido para producir beneficios. “Es necesario calcular los riesgos, invertir en el momento justo y dedicar el tiempo entero de vida a luchar por esa empresa particular que es uno mismo” (Fontanet 2015, 124). Si un individuo triunfa es porque ha sido un buen empresario de sí mismo. Una suerte de empresario permanente y múltiple. Se unen así, el gobierno de la población y el de los individuos.

 

Una vez el individuo se ha convertido en empresario de sí, no hace falta gobernarlo: se gobierna a sí mismo con las reglas de gubernamentalidad neoliberal introyectadas. El esquema es tan sencillo, claro y efectivo que es comprensible la fascinación de Foucault pero la pregunta que se suscita: ¿es posible resistirse a este poder? La respuesta no está en el análisis del poder sino en el de la subjetividad. Otro campo al que Foucault dedicará el resto de su vida. Todo lo que hoy en día nos sobrecoge está ya aquí (¡en 1979!): la supercompetencia, la intervención del neoliberalismo en el Estado, las privatizaciones, la desigualdad, la empresarización del trabajador (falsos autónomos, economía colaborativa, emprendedores) y sobre todo la autogobernación que excluye cualquier tipo de coacción o vigilancia. La servidumbre voluntaria (disfrazada de autonomía) ya está aquí.

 

¿Cual la arquitectura que se adapta a esta forma de poder? Toda aquella que se dispone en el objetivo de la higiene de poblaciones -desde la ciudad jardín de  Howard hasta las urbanizaciones dormitorio (suburbios)- por un lado y la arquitectura superregulada de las ordenanzas político-administrativas, por el otro. El urbanismo de las grandes ciudades fue sustituído a finales del SXIX por el “zoning” político-administrativo que impone regulaciones ajenas a los individuos y cercanas al poder de la vida (médica, higiénica, estadística de poblaciones) y a la política (neoliberal). En resumen el edificio residencial y las urbanizaciones residenciales. Si la vivienda se ajusta interiormente al micropoder femenino, compensador de la dominación generalizada, en su organización responde al biopoder tanto higiénico-médico como político (neoliberal).

 

El desgarrado. Abril 2020.




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