» 26-12-2019

Visto y oído 42. Erin Brokovich. Soderbergh.

Muchas veces revisitar películas conocidas te produce una sensación de revival. No siempre. Como hace poco os comenté “La balada de Calle Hogue” solo hizo que afianzarme en la idea de que era una gran película. Ahora os quiero comentar la revisión de una película que no he visto como la vi la primera vez. Es evidente que nuestra sensibilidad y nuestro conocimiento cambia lo suficiente como para que cualquier película pueda resultar diferente, pero no hablo de eso. Hablo de que seamos capaces de ver una película ya vista, ya digerida, como una obra nueva. Erin Brokovich.

 

La primera vez me fijé en lo obvio. El supuesto putón que se reintegra. Ya era un papel que Roberts conocía (Pretty woman). Nadie como ella puede encarnar ese papel de puta y de doncella. Visualmente tan llamativo que es difícil sobreentenderlo. En aquella primera vez me fijé en el argumento y no en la intensidad emotiva. Me pareció una película bien hecha pero sin interés especial. La re-visión de las películas te permite fijarte en lo que no te has fijado. Probablemente una gran película es la que permite muchas re-visiones. Quizás con diez o doce películas tendríamos suficiente para toda la vida. Frente a aquello de que todo director solo tiene una sola película se podría oponer que un espectador… también. Es un tema sobre el que merece la pena volver. Por otra parte el cine vive del olvido. De que los espectadores olvidemos inmediatamente lo que hemos visto y volvamos compulsivamente a ver siempre las mismas películas. La cosa se complica.

 

Pero volviendo a la película, en esta segunda visión me colgué de la brutal empatía que Roberts desarrolla para seducir a sus “clientes”. Ya he dicho que solo ella es capaz de aunar el tipo de (supuesto) putón verbenero y buena chica. Ni siquiera se fuerza su dependencia de sus hijos, que en estos casos suele ser extremada (puta pero madre al fin). Sin embargo se hace hincapié en el marido que no quiere ser criada, que no quiere mantenerse en segunda fila. Débil toque feminista que no cuela. Su mala educación y sus exabruptos no dejan de ser anecdóticos. ¿Donde reside entonces su encanto? Su encanto reside en la empatía, no solo frente a la frialdad crematística de los abogados sino frente a todo. Ella entiende a las víctimas, las compadece, se identifica y, sobre todo, empatiza. Ella es Teresa de Calcuta… en minifalda.

 

Es evidente que el cine es el lugar de las emociones. Pero en los últimos tiempos esas emociones son la solidaridad y el altruismo, mucho más que el amor, el odio, los celos, la soberbia o cualquiera otra. Ni siquiera nos muestran la vida sexual de quien, parece, un icono de la sexualidad. Quizás estemos saciados de todas esas pasiones a las que estamos sobre-expuestos. La moda ahora es la empatía. No podemos descartar que sea una forma de educación social. “Señora secretaria de estado” no es una serie es un programa documental de educación cívica (americana, por supuesto). Ellos so tan buenos y los otros son tan malos que caen en la caricatura de los cómics. De hecho la Leoni (la prota) tiene un bien merecido parecido con las protagonistas del manga (a pesar de sus ojillos diminutos). Podemos decir que hay dos tipos de series, las escépticas (las que no distinguen el bien del mal) y las spilbergianas (las que nos indican de forma inequívoca donde está el bien y donde el mal. Lo correcto, como dicen ellos). De alguna manera: cómo es el mundo y cómo debería ser.

 

Erin es un poco (solo un poco), esa mezcla del bien y el mal que suele ser habitual en el mundo. Erin es putilla (lo que los hombres entienden por el mal), ha tenido hijos con varios chorbos que la han abandonado, le cuesta mantener un empleo, viste de putilla y habla barriobajera. Pero la cruzada contra la multinacional del gas la redime (¡Ay la redención!). El planteamiento de la mezcla del bien y el mal solo era para que viéramos que la redención es posible (una redención de cuatro millones de dólares). Pero mientras la redención nos alcanza, vemos la enorme labor de empatía de Erin, sin amenazas, sin malas palabras, sin provocaciones (ella, que es una provocadora). Porque ese es el otro gran mensaje de la película (recordemos el primero era la redención): la empatía. Es más fácil lograr un acuerdo con buenos modos que a trompazos. Porque Erin es empática (torpe pero empática). Es difícil de creer pero quizás es un mensaje de esperanza. Erin es Pretty woman desde otro ángulo. Pero aún así, la enseñanza de la empatía, me sigue pareciendo soberbia.

 

Podría deciros que es una torpe intentona de que tomemos gato por liebre. Se entrecruzan aquí dos lineas morales: la personal y la institucional. Ella es mala pero buena. Las instituciones (empezando por la abogacía y acabando por las grandes corporaciones) son buenas pero malas. Y esta mierda es la que nos tenemos que tragar. Preciosamente envuelta para regalo, solo nos queda analizar la píldora que nos están dando. La píldora de la catarsis, de la empatía fácil, de la solidaridad y el altruismo. De la mierda. ¿Por qué os la comento? Porque estas cosas hay que comentarlas. Porque debemos saber como nos están intoxicando. Porque no solo nos intoxican los políticos. Cuando vayas al cine, mira detrás.

 

El desgarrado. Diciembre (será por eso) 2019.




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