» 11-04-2020 |
Hay algo que me apasiona del arte moderno -y lo he comentado en otros momentos- que es cómo se sale de la abstracción. La abstracción es una atracción fatal, pienso que imposible de soslayar para un artista cabal. Pero a la vez es una especie de suicidio ante el que la única pregunta es ¿hay vida después de la muerte? ¿Hay arte después de la abstracción. Aparte de unas cuantas payasadas como los transvarguandistas creo firmemente que nadie ha salido del abismo de la abstracción. Dicen las malas lenguas que Pollock quiso salir del expresionismo abstracto pero murió antes de lograrlo, ante el alivio de su marchante y de Greemberg que había apostado su prestigio a que el expresionismo abstracto era la culminación del arte. Quizás Pollock es una víctima de la trampa de la abstracción.
Y es que la cosa no es fácil. Una vez que has deconstruído el arte hasta la última consecuencia ¿qué sigue? ¿Es posible imaginar como hubiera seguido el arte de Kandinsky, Delonais, Mondrian, Pollock si hubieran querido salir de la abstracción? Picasso fue más astuto y nunca descendió a los infiernos. Los suicidios de tantos artistas abstractos hace pensar que la abstracción es también una maldición. Es evidente que hay que cambiar el enfoque para poder contestar a estas preguntas. Y el enfoque a superar es el paradigma figurativo/abstracto. Todo el arte es abstracto (incluso el hiperrealismo). Todo arte extrae de la realidad una parte que no la representa totalmente. Klee decía que dibujar es simplificar. Ni siquiera la fotografía (para su fortuna) es capaz de reproducir la realidad tal cual es. Partiendo de esa premisa todo el arte es abstracto (un proceso de abstracción de la realidad, al menos, de ciertos elementos). Pero eso no soluciona el problema de que ciertas abstracciones alcancen el grado cero de la realidad: la imposibilidad de su reconocimiento. El punto de no retorno.
Existen abstracciones clásicas que solo culturalmente podemos aceptar y que para un marciano serían imposibles: el dibujo de trazo (la línea marca la diferencia de volúmenes, colores o la separación del fondo, Las esculturas sin pintar (qué sentido tiene una persona de mármol), la fotografía en blanco y negro. El cine inventó toda una serie de convenciones que nada tienen que ver con la realidad y que aceptamos sin pestañear, desde los cambios de tamaño (cambios de plano) hasta las continuidades temporales o espaciales (racords). El concepto de realidad está sobrevalorado. En un conjunto de píxeles vemos una historia: abstraemos el soporte y nos quedamos con las emociones. No olvidemos que somos una especie absolutamente simbólica lo que nos lleva a mezclar lo real (en el caso de que algo así exista) y lo simbólico constantemente.
Por otra parte no solo se puede abstraer la forma. De acuerdo con la formulación clásica del arte como conjunto de forma y contenido (tan discutible como el paradigma anterior) también se puede abstraer el contenido. De hecho las grandes obras abstracto-formales suelen pretender conservar un contenido perceptible: emociones, contradicciones, perplejidades, etc. Es muy difícil que un artista renuncie a comunicar algo, por simple que sea. Forma y contenido es una de esas oposiciones metafísicas insuperables. Para Saussure el lenguaje mismo participaba de esa distinción por más que las llamara significante y significado. Pero la idea de que la forma (por deforme que sea) siempre representa la realidad hace que todo espectador solo se preocupe por el contenido: ¿que significa? cuando, la mayoría de las veces debería preocuparse por la forma que es lo que le está confundiendo. Para el espectador de arte actual toda obra debe ser una historia y no una sensación, una emoción o una provocación. Se podría llamar la maldición del relato. Nadie se pregunta que significa el amor cuando se enamora. Los surrealistas pervirtieron el contenido conservando la forma al modo de los sueños y por tanto del inconsciente. Tanto unos como otros deben ser interpretados pues su contenido no es evidente.
¿Existe arte si prescindimos del contenido. Sería el “Arts gratia artis” del lema de la Metro Goldwin Mayer. El arte por el arte. Es posible incluso prescindir de la forma y el contenido (como aquellas esculturas situadas en el Duomo de Milan fuera de la vista de los fieles para que solo fueran contempladas por dios). Se puede hacer ese tipo de arte, pero lo que es seguro es que sería imposible reconocerlo como arte. Ahí se produce la boutada de Duchamp: “Arte es lo que produce el artista”. Ni forma ni contenido. Es la mediación del artista (que preexiste al arte) la que origina el arte. Como la mierda de artista de Manzzoni confinada en latas preciosamente etiquetadas. Pero incluso en este caso la obra del artista tiene vocación de publicidad (¿de trascender?) y las latas estallan liberando la mierda de artista por las paredes de los museos. Obsérvese que la obra de arte es el contenido de la lata y, donde esta última, solo representa la función del marco, que le da forma. La forma y el contenido son irreductibles. La función del artista es simplemente de identificación no de producción. El artista nombra al arte. Lo que avala plenamente les “objectes trouvés” (objetos encontrados a los que la intención del artista convierte en arte) o llegando un poco más lejos (pues la calidad de arte se torna totalmente extrínseca) los ready made de Duchamp.
Visto así el arte se desenvuelve entre dos grados opuestos (Máximo: M y mínimo: m): el contenido mental (M) y la forma material (m). En el extremo del arte figurativo (y llevado al extremo, el hiperrealismo) estaría el arte Mm-mM (Mental mínimo, material máximo). En el otro extremo, estaría el arte conceptual MM-mm (Mental Máximo, material mínimo). Pero existen otras combinaciones (aunque no tan obvias). Ya hemos avanzado alguna: el arte sin forma ni contenido sería Mm-mm (Mental mínimo, material mínimo), no-arte, objectes trouvés, ready made. Pero también podríamos componer un arte de contenido Mental Máximo y material Máximo MM-mM que sería… el collage, el surrealismo, la fotografía creativa.
De esta manera desmontaríamos la oposición lineal: figuración: material Máximo (———mM); abstracción: material mínimo (———mm) que podrían ser ampliadas con diversas configuraciones de lo Mental deshaciendo la condición de “cul de sac” de la abstracción/figuración. Combinando la figuración con Mental mínimo (Mm-mM) sería el arte figurativo mimético o hiperrealista (o incluso ironista) y haciéndolo con Mental máximo (MM-mM) sería el arte surrealista, el collage o la fotografía creativa. Si de la abstracción se tratara (——mm) entonces combinando con Mental Máximo (MM-mm) sería el arte conceptual y si fuera Mental mínimo (Mm-mm) sería objectes trouvés, ready made, bad painting, artesanía o simplemente no sería arte. En esta ecuación no parece el artista que en la formulación de Duchamp desharía el equilibrio. Resumiendo: la figuración o la abstracción (principalmente ésta) no son exactamente un cul de sac sino que dependiendo del par Mental Máximo/Mental mínimo, nos hallaríamos en los casos citados.
Pues bien, toda esta formulación teórica se puede seguir en un artista como Evaristo Benítez con la diferencia que él la ha seguido desde lo sensible y no desde lo inteligible. Benítez acabó en la abstracción más radical no solo de la forma sino también del color. Su “retorno” a la vida plástica se efectuó a través del collage lo que le permitió introducir figuras de alta realidad figurativa (fotos) en composiciones pictóricas y con mensajes críticos hacia el arte, no exentos de cierto surrealismo. El collage participa de “les objectes trouvés” (pues se trasladan en su integridad al lienzo) altamente figurativos, compuesta (relacionada) pictórica, surrealista o irónicamente. El collage ha sido históricamente cubista, surrealista o declaradamente figurativo-descriptivo, pero casi nunca crítico (a no ser que consideremos el surrealismo como crítico, lo que solo ocurre marginalmente), incluso, con las modernas técnicas de reprografía, han perdido su cualidad de elementos superpuestos. En la obra de Benítez el fondo es pictórico pero el tema es siempre collage superpuesto, con una división fondo figura insólito en la plástica (y no exento de ironía).
Pero tras agotar este filón el problema reaparecía. ¿Cómo continuar? Si tras esta primera “solución” a la abstracción se volvía a la figuración (más o menos clásica) hubiera sido una trampa, una solución de compromiso. La verdadera solución la encuentra Benítez en los dibujos animados. Los dibujos animados son abstractos por muchos conceptos. Por la línea que delimita volúmenes, figuras, colores y la propia figura del fondo; por el cuerpo desmembrado y reconstituido una y otra vez; por el antropomorfismo de los animales; por la radical exención del sexo; por la crueldad inocente. Las figuras animadas ya habían empezado a poblar los collages por lo que se convierten en figuras puente. También los amasijos de cultura (amontonamientos de cuadros, de libros) estaban ya en los collages. Solo faltaba independizarlos de los collages y eso es lo que ocurre.
Pero ¡claro! los dibujos no podían ser disneysianos como optó Pazos. Debían tener una carga profunda. La pantera rosa es autista, lo que la convierte en siniestra, Zipper y su niña se adentran en lo sado-maso; el pulpo es inefable; la figura del ahorcado pertenece tanto a los juegos de niños como a la más tenebrosa realidad; otras figuras ni siquiera las conozco. La comedia del arte se rearma con figuras de acuerdo con los tiempos. Los dibujos animados siniestros son una paradoja: algo que no debería ser lo que es. Como es una paradoja que tengan una carga sexual intensa. Pero los personajes de esta comedia del sexo se lanzan a un baile tenebroso y sexuado, un baile pornográfico. Porque la pornografía también es profundamente abstracta. Siempre se dice que el porno es la parte animal (zoológica) del sexo, mientras que el erotismo es la parte humana. No es cierto. El porno es el delirio del macho en el que vierte todas sus fantasías. Delirio, fantasías, simbolizaciones extremas, el porno nunca puede confundirse con lo real. Es siempre la otra escena, el inconsciente, el deseo. Y no olvidemos que ob-sceno significa literalmente: fuera de la escena.
Pero si el porno es otra escena eso no quita que los genitales se pinten (hasta cierto punto, las exageraciones son obligadas) como son en realidad. El porno es una fantasía social abstracta pintada con genitales figurativos. El porno está del lado del collage, del surrealismo, de les objectes trouves, del ready made, de los dibujos animados y de los juegos de niños. Koons lo entendió así cuando convirtió a Ciciolina (una actriz porno de aspecto infantil… y diputada, no lo olvidemos) en una paradoja porno-infantil en esculturas de caramelo.
¿Donde va Benitez? Solo el lo sabe (o quizás no… conscientemente). Es evidente que apurará la parodia del porno en la que está inmerso. Tampoco hay duda que su bis crítica no cejará. Quizás la única síntesis posible es seguir por la política. Pero ¿Cómo? Ese es el secreto del arte. Me imagino la próxima exposición de Benítez empezando por su último cuadro abstracto y transitando por su etapa collage y su etapa porno-canalla al modo infantil, como muestra magistral de cómo se sale del infierno de la abstracción. ¡Definitiva!
El desgarrado. Abril 2020.