» 25-07-2021

Visto y oído 71. “The Hour” Prime. La ambigüedad como modernidad.

Os he hablado en otras entregas (“El relato 30. Manovichh…) de como los medios cambiaron la narración de trayectoria única por la base de datos de trayectorias múltiples en una interactuación que cambia nuestra manera ancestral de narrar. También he insistido que antes de la llegada de esos nuevos medios informáticos, ya Flaubert introdujo las bases de datos (la acumulación detalles anodinos) en sus novelas (singularmente “Madame Bobary”) y como el arte siguió a la literatura en esa nueva manera de entender la narración. Pollock no explicaba historias únicas sino que exponía miles de narraciones entrecruzadas (por más que Greenberg entendiera que aquello se caracterizaba por la planitud). Quizás el arte abstracto no es sino una acumulación de historias, de trayectorias en la que ninguna era la principal. Quizás tenía más que ver con Feynman (la realidad como multitud de trayectorias simultáneas) que con la abstracción que le da título.

 

El cine también fue influido por lo que sacudía al arte, pero enfrascado como estaba en su desarrollo técnico tardó en reaccionar. Primero tuvo que librarse de la narración mítica en la que el héroe se enfrenta a múltiples peripecias para salvar el mundo, su pueblo o su amada. Epopeya épica que ha desaparecido menos del cine que de la literatura. Poco a poco el cine se desembaraza de los tópicos de la narrativa ancestral: el bien y el mal (Scott), la jerarquía de valores (Houston), la racionalidad de las acciones (Cohen) o la búsqueda de la verdad (Kubrik), y fundamentalmente el hilo argumental. Pero este último afán es complicado. El cine nació para contar historias  y eso no se supera fácilmente. Vertov fue el gran artífice del cine de bases de datos y Greenawey lo llevó al máximo… pero en el cine experimental. Todo esto lleva a un desarrollo paralelo entre una narración convencional y la modernidad, que practican todos los citados.

 

Como siempre, un largo preámbulo hasta llegar al tema. Probablemente “The Hour” no es una serie perfecta, pero es un intento loable e interesante. Bajo la apariencia de una película de época (la posguerra), de espías (como corresponde a la época: la guerra fría), quizás una historia de amores imposibles, de lucha profesional para alcanzar el éxito, el nacimiento de un programa de informativos que pretende la audiencia que nunca habían tenido (la historia de la TV en definitiva), y una parte épica del periodismo como epopeya, se esconden el feminismo, la vida sin argumento, la arrogancia del talento, la dominación de la clase dominante (en este caso aristocrática), la nefasta actuación de la clase política (con nombre: Eden), es decir: una crítica a la sociedad, la seducción, y un intento de renovar (¿crítica, homenaje?) el cine, desde la ambigüedad, desde la ausencia de certezas seudo intelectuales, como las tramas policiacas de las que bebió Cristie y que promulgó Aristóteles.

 

Ambigüedad de un lord (de los de la cámara) que define la democracia como el derecho a hacer preguntas y enuncia la principal: ¿vivimos en una democracia? Ambigüedad de un feminismo que no quiere el papel de amante, ni el papel de esposa; solo pretende hacer lo que le da la gana: es decir la libertad (Despentes). Ambigüedad de una profesión de periodista que entiende el cambio pero que lo recubre de ironía, pedancia y arrogancia (al modo Bogart en la novela negra), y que cuando tiene la noticia del siglo, decide ser patriota. Ambigüedad de los espías que no son ni buenos ni malos sino simples funcionarios… aunque tienen una cara de malos que asusta, ambigüedad del mantenido que se readapta a profesional, y del adúltero, que se reconduce a -casi- amante entregado, ambigüedad de una guerra que solo defiende intereses económicos espurios, ambigüedad de las imposibles relaciones familiares, y sobre todo, ambigüedad de unos políticos que juegan al monopoli y pretenden hacernos creer que juegan a la salvación universal manipulando los medios de información. De la ambigüedad del amor hasta la muerte, hasta la amistad, hasta el cortejo infinito, hasta la lealtad sin límites no hace falta hablar porque lo conocemos bien en el cine.

 

La puesta en escena es -como acostumbra la BBC- soberbia, aunque la moda se toma algunas licencias como las faldas más cortas de lo habitual para la época, en la que se aspiraba a que no se vieran las rodillas… al sentarse, y un exceso de trajes de cheviot en los hombres. Los primeros aparatos de TV lucen en todo su esplendor que en este caso es: insignificante. No está demás recordar a las nuevas generaciones que la tecnología digital no ha existido siempre. No hay héroes ni villanos, todos son funcionarios. Bueno no es cierto. Los protagonistas son los héroes (como demuestra el final) de la liberación del periodismo y de la liberación de la mujer. Sabemos que no lo lograrán (son héroes fallidos) pero no por ello dejan de intentarlo… como los políticos siguen intentando engañarnos. La moraleja también es ambigua: el feminismo ha mejorado (moderadamente) pero el periodismo y la política (en el caso de que hoy sea posible separarlos) han empeorado. El final feliz (incluso diferido) ya no es posible.

 

El desgarrado. Julio 2021.




Comentarios publicados

    Añadir comentario


    Acepto las condiciones de uso de este sitio web