» 04-02-2024

Visto y oído 73. “Mucho más que amigos” El cine ejemplar.

(Re)veo la película “Mucho más que amigos” (The object of My affection) de Nicholas Hytner 1998. He repetido innumerables veces que el cine es mucho más que una historia, un argumento, un relato, y lo plasmé en “Videos & Co” que durante años desgrané en este blog. También he insistido  en que el relato ha tenido valor de conocimiento desde su origen mítico hasta ahora y sobre todo de la mano del cine. Pero hay películas “de tesis” que se proponen una labor divulgativa o pedagógica no desde la ciencia sino desde la ficción, entendiendo por ficción -como lo hace Rancière- “una estructura de racionalidad”, es decir, una estructura “como si fuese realidad”. El cine siempre es así, pero hay casos en que esa tesis, esa ejemplaridad, se separa de la ficción para encarnar un estilo propio, en el que el argumento es el mensaje. “El quijote” y “las novelas ejemplares” de Cervantes forman, conjuntamente, una tesis que es el fin de los relatos de caballerías y el principio de la novela moderna. El primero es una parodia de un tipo de relato que se había convertido en estereotipo y que la modernidad debía superar. Las segundas son esa modernidad que, hasta Flaubert -de nuevo según Rancière- no tomará un rumbo nuevo.

 

La película abre el foco sobre el amor y nos muestra otros tipos de amor posible, más allá del amor romántico heterosexual, del amor familia procreadora, e incluso del amor maternal biológico o parental. De hecho la película empieza y acaba con este último en los inefables festivales de fin de curso en los que los padres dan rienda suelta a su amor y orgullo ante las extremas (ellos piensan) habilidades de sus retoños. El film nos presenta un pequeño catálogo (si ello es posible) en el que el amor a tres es la norma y no porque se revuelvan en un trío sexual sino porque -como en toda relación amorosa- siempre hay un/a otro/a (fantasía o realidad) que amplía la pareja. El primer ejemplar del catálogo es el trío formado por el padre biológico (pero que no convive: el donante), la madre afectivamente adúltera (que ama a un tercero aún cuando no consuma su amor “imposible” y el amante de ficción al que ama, con el que convive, pero con el que es imposible la consumación, y que está abierto a otras consumaciones plenas de amor y sexo. Todo este galimatías se plasma cinéfilamente en una mujer que convive con un gay y mantiene a su pareja sexual fuera de esta relación de convivencia y amor. La pareja protagonista (que no es pareja en en el pleno sentido de la palabra) se halla dividida entre el amor afecto y el amor sexual. Porque hay diversos tipos de amor.

 

Amor de hermanos (y hermanastras), amor familiar (de padre y madre hacia el hijo/a), amor de madre, amor de padre, amor homosexual (solo artificialmente completado por la presencia de los hijos), amor entre generaciones (en este caso homosexual), etc. entre los que el director va saltando demostrando que todas las combinaciones son posibles. Porque el amor y el sexo están netamente separados. El amor puede ser romántico, fraternal, familiar (convivencial), cariño asexuado, afecto reverencial o ideológico… incluso el amor institucional en el que los esposos y los hijos se aman de forma circular, todos contra todos… con una estricta formulación del incesto en cuanto a las relaciones sexuales permitidas. Porque también hay distintas formas de sexo, de cita innecesaria, porque es objeto habitual de las tramas de los filmes. 

 

La tradicional trama de chico encuentra chica, chico pierde chica, chico reencuentra chica… para siempre, tiene aquí una variante, puesto que el protagonista es el amor. Es el amor el que se halla y se pierde. Tras establecerse distintas formas de amor, todas entran en crisis y -aunque aquí (la cruda realidad) podría haberse acabado la película- el director decide -en un epílogo amable- hacer un final feliz coral, en que todas las formas de amor son posibles. Porque el amor es esencialmente generosidad y cuando el amor trata de encontrar algo, de buscar una satisfacción, solo encuentra la insatisfacción del otro. Y eso hacen los amores ejemplares de la película: un ejercicio de generosidad intachable, no solo por como se armonizan con el resto, sino también por como se armonizan dentro de cada pareja o estructura amorosa. Incluso por como se superponen parcialmente -espacial y temporalmente- esas estructuras. Lacan dijo que “Amar es dar lo que no se tiene, a quien no es”. De esta ingeniosa frase lo más importante es que amor es dar. 

 

Hay aquí una huida de las estrechas concepciones del amor habituales, en las películas y en las novelas, en las que el amor romántico se lleva la parte del león. Amor es, en definitiva, un pacto de no agresión, operado por un cocktail de hormonas, establecido por una naturaleza, que es consciente de que las relaciones generosas son muy difíciles. Quizás parezca insuficiente reducirlo a “no agresión” pero esa no agresión puede incluir todo tipo de ayudas, colaboraciones, cuidados, y en definitiva, aportaciones positivas. La indiferencia (intencional) es agresión. Solo hay una manera de responder a la pregunta ¿cree usted en Dios? y es: ¿qué? Cualquier otra, implica alguna forma de teísmo. Con el amor pasa lo mismo: de una manera o de otra, todo resulta finalmente en agresión. Las hormonas parecen restar espiritualidad al amor pero si reparamos en que todas las emociones y sentimientos están producidas por hormonas, lo que es difícil de entender es la espiritualidad y no la materialidad hormonal. Esperamos demasiado del amor y tenemos una idea demasiado rígida de él (cvomo muestra el film). El amor (el cuidado) es un regalo al que no tenemos derecho sino solo oportunidad. Nada se le puede exigir, ni la reprocidad, ni la justicia. Cada migaja de amor cuenta como felicidad. 

 

¿Demasiado empalagoso? Es posible. No todos tenemos la misma tolerancia al azúcar. El amor es algo absolutamente presente en la literatura y el cine, en el pensamiento del ser humano y sin embargo todavía es “despreciado” por el hombre como “cosa de mujeres”. La razón, el logos, excluyó los sentimientos y las emociones de su concepción del mundo. El amor (de todo tipo) conforma nuestra sociedad. Empieza a ser hora que lo afrontemos de forma más madura (y menos “espiritual”). Las novelas de caballerías son la idealización de unos mercenarios que recorrían Europa como caballeros de fortuna alquilando sus armas al mejor postor (Virilio). Como parte del “blanqueo” de su imagen incluyeron el amor romántico por una dama etérea por la que eran capaces de dar la vida (?). Más bien eran una caterva de violadores y pandilleros. Había que acabar con esa idealización para entrar en la edad moderna, y Cervantes lo hizo… a través de la parodia. En su lugar colocó las novelas ejemplares: el valor del relato como conocimiento, merced a su valor de ejemplo pedagógico a imitar. ¡Ahí es nada!

 

El desgarrado. Febrero 2024.




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