El arte contemporáneo es destrucción, encarnada en un dios abstracto que vive en un medio que aún no existe y que rompe con el pasado para reinventarlo.
Llegar a conclusiones es destruir y desestructurar toda la técnica que ha ido adquiriendo en sus años de aprendizaje.
El artista se siente desorientado porque a cada nuevo proyecto tiene como misión retar a la lógica y vive en la inestabilidad de los nuevos caminos que va abriendo a contracorriente.