» 20-01-2020 |
No es fácil entender qué es el pin parental. Quiero decir, no el hecho de entender que es: el control, sino, que significado político tiene. La ultraderecha es enormemente hábil a la hora de plantear sus reivindicaciones. Nunca trabaja a campo a abierto sino en los resquicios, en los pliegues, en donde el sistema seudo-democrático (lo diré yo antes que ellos) opera. La ultraderecha es un parásito que se mueve en los pliegues como las pulgas y lo piojos. La ultraderecha no nos dice como deben ser las cosas sino en qué ha fracasado la democracia. En eso consiste su parasitismo. Evolutivamente hablando el parásito, el virus nunca podrían haber existido en una evolución lineal. Es una retroevolución que un organismo puede prescindir de parte de su aparato evolutivo porque va a servirse del aparato del organismo al que parasita. Cuando hablamos de la ultraderecha nunca podemos perder de vista este aspecto.
Y eso determina, también, que el organismo (presuntamente sano, pero cuando menos, producto de una evolución limpia) sea enormemente torpe para combatir a un parásito, al que no acaba de comprender cabalmente y que ha diseñado su estrategia precisamente en las condiciones del huésped y no en las condiciones del entorno. Solo así podemos comprender como los demócratas sean tan incapaces de responder de forma adecuada a los ultraderechistas. Llámesele populismo, fascismo, totalitarismo, la democracia no sabe combatir a ciertos parásitos. El parásito, el virus, recorre la escala evolutiva al revés. De delante hacia atrás. No evoluciona sino que contraevoluciona. No trata de ser más complejo sino más eficaz. El parásito, el virus, tiene otra forma de pensamiento. Una forma de pensamiento que el organismo lineal no entiende. El parásito, el virus, no es un producto de la evolución, sino de la contraevolución.
Dice Arari que la ideología es la continuación del parentesco (o por lo menos del conocimiento cotidiano) por otros medios. Una forma de confraternizar, de pertenecer a un grupo, de evolucionar socialmente. La consecuencia es un grupo supernumeroso. Primero la ciudad y después la aldea global. Así se produjo el mundo que conocemos. Pero junto a esa evolución lineal (ideológica), directa, limpia, se produjo una contraevolución sucia, oportunista, aprovechosa. Hubo una facción que no quiso colaborar, sino simplemente aprovecharse del trabajo de los limpios. Las fábulas los llaman zánganos o cigarras, pero son otra cosa: parásitos, virus. Eso es la ultraderecha. La ultraderecha no pretende la evolución sino parasitaria. No pretende el desarrollo, sino succionarlo. Pretende que todos seamos como ellos mismos: animales anteriores evolutivamente cuya única opción es que nosotros seamos tan antiguos como ellos. Lo que a los virus biológicos se la trae al pairo, para nuestros virus sociales es de vital importancia. Como la zorra de la fábula, lo que no puedes alcanzar, está verde.
Y entonces pretenden que la dominación de los padres sobre los hijos sea férrea. ¡Nadie excepto los padres pueden decidir sobre los hijos! Eso es el pin parental: la dominación. Pero la dominación (por lo menos sobre los hijos) hace tiempo que desapareció. Hace mucho que los padres perdieron la batalla. El parásito pretende que se vuelva atrás, que se recupere la dominación férrea frente a los hijos, la dictadura que tanto añoran. Y a muchos padres les parece bien porque no han sabido educar a sus hijos como ellos hubieran deseado: en la dominación. Hace mucho tiempo que los hijos se han tomado los derechos que los padres no les daban. Ha sido una revolución incruenta pero ha sido una revolución. Lo lamentable es que los padres se han dejado conducir por los revolucionarios sin oponer resistencia y así estamos como estamos. Los parásitos nos proponen recuperar el control: CONTROL. Apetitoso pero imposible. Los ganapanes de padres que no han sabido educar a sus hijos pretenden ahora que los parásitos les devuelvan lo que -como en Granada- no supieron defender como hombres.
Pero los clarines de “tú tenías razón. No era esa la forma de educar” resuenan en las mentes de los padres que no han sabido dar un futuro a sus hijos (por acción o por omisión). La ultraderecha nos señala el futuro redentor en el que la juventud será, no solo libre sino también sumisa: el nazismo. Es una segunda oportunidad. Un limpiar el expediente de padre. ¿Cómo renunciar a la redención? La pregunta es ¿qué nos ofrecen a cambio? La educación religiosa (la de la dominación jerárquica a Dios, a la Iglesia y a los padres… y a los principios del movimiento, si a mano viene) ha demostrado hasta la saciedad que era una educación en la salacidad orquestada por pederastas, absolutamente amparados por la Iglesia. ¿Es esa la alternativa? Pero vengámonos más cerca ¿Es la educación sexual de los niños, ni tan siquiera, aproximadamente efectiva? Los niños aprenden sexo en la pornografía con unos estereotipos machistas, de dominación aberrantes. Y todo porque papá y mamá no osan hablar de guarradas. ¿Esa es la alternativa: pederastia o pornografía machista?
El problema no es que en las escuelas les enseñen a conocer, usar (y abusar de su cuerpo) sino el silencio, la desinformación, la vergüenza, la impotencia. Eso solo les conducirá a la pornografía, al machismo, al desconocimiento y, lo que es más terrible, a las manadas (violaciones en grupo para llamarlo por su nombre). Solo el conocimiento los hará libres y eso es lo que el parasitismo no quiere. El parasitismo quiere la ignorancia, porque su propia existencia depende de ella: en los pliegues, en la oscuridad, en la impunidad. Contra la evolución.
El desgarrado. Enero 2020.