» 19-07-2019

Reflexiones tipográficas 184. La otra burbuja: los jóvenes.

La última terrible crisis de 2008 fue la crisis de las burbujas: financiera, inmobiliaria, urbanística, ética, política. Se pretendió que los culpables eran los constructores y promotores inmobiliarios pero, siendo cierto, no era la única causa. Los bancos habían entrado en una espiral de concesión de créditos imposibles de cobrar (la desregularización), los productos financieros estaban fuera de la comprensión de los políticos (Swap, criptomonedas, ingeniería financiera, etc), la ley del suelo de Aznar había permitido construir donde no había infraestructuras (urbanísticas, de movilidad, de servicios, sociales), la corrupción económica era la norma, agravada por el cerrar filas de los que no robaban, en torno a sus compañeros y la corrupción política de los partidos, y el déficit democrático (separación de poderes, legislación hacia los poderes fácticos, injusticia social, fiscalidad sesgada, paraísos fiscales) se hizo galopante. Esa es la historia de nuestra crisis: una debacle de valores como nunca antes se había visto.

 

Es habitual que nos lamentemos de la desbocada juventud con ese mismo lamento: ¡la crisis de valores! ¡Como si esos valores fueran algo que les hemos transmitido y que ellos no han aceptado! Los jóvenes no inventan la sociedad. Escasamente la sufren y la usan. Sobre todo la sufren. Y de aquellos polvos vienen estos lodos. A los jugadores que violaron a una menor se les piden 40 años de cárcel. ¡Cuarenta años! ¿Se puede decir sin sentir un escalofrío? No voy a discutir si nuestra legislación es o no acertada. Lo que quiero decir es que un castigo de cuarenta años es… escalofriante. Sí, también es escalofriante   violar a una menor. No hay duda. Pero una sociedad que condena a sus jóvenes a cuarenta años de cárcel es una sociedad enferma. De hecho ha condenado a una joven a la violación y la manada a cuarenta años de cárcel. ¿No se podía haber educado, conducido, enseñado a esos jóvenes a no meterse en líos in-arreglables? ¿No es un problema de nuestra sociedad el que los jóvenes adquieran esos valores que con tanta facilidad les echamos en cara que no practican? ¿Por qué ha ocurrido?

 

Porque ellos también tuvieron su burbuja. Mientras la sociedad “adulta” se entregaba a su orgía de burbujas, los jóvenes -al resguardo de todas las miradas- se montaron la suya. La burbuja juvenil empieza con una educación que -abrumada por la culpa del franquismo- decide que educar es reprimir y que la permisividad es el camino. Una juventud mucho más formada que la de sus padres, pronto no tiene por que dar explicaciones. Eran los dueños de su vida y nadie, ¡nadie! se lo podía discutir. Hasta entonces los canales de comunicación con el mundo: radio, TV, diarios… eran comunes a jóvenes y a adultos. Eso desaparece. Primero las consolas de videojuegos (de las que los adultos nos sentimos excluidos), después el ordenador, el móvil, la tablet, internet (sexo), youtube y las redes sociales. En un momento (y por primera vez en la historia) los chico/as tienen su burbuja. Pueden vivir al margen de la sociedad de los adultos. Sin control. Sin responsabilidad.

 

Pero eso no les hace libres… aunque les libra de todas las miradas. La pornografía es una escuela de dominación, las redes sociales les dan la “libertad” de engañar y de ser engañados (¡no hablemos de Tinder y los contactos!), los videojuegos les muestran la violencia gratuita, Youtube les enseña que la descerebración no tiene límites. En menos de una generación los jóvenes están metido en una burbuja que la mayoría de sus padres no comprenden y a la que no tienen acceso. Por primera vez en la historia los jóvenes han conquistado un área de acción que es exclusivamente suya. Desde su habitación a sus pantallas, ese es su mundo y es un mundo al margen del de los adultos. Papá se dedica a ganar dinero y mamá a liberarse (o a ganar dinero). Como en “Los cuatrocientos golpes” nadie se ocupa del niño. ¿Que hubiera sido de Antoine si hubiera tenido las pantallas de hoy? El niño vive en su burbuja, el niño es libre. Pero el sueño de la razón produce monstruos y esos jóvenes se crean su propio mundo hecho de videojuegos y películas, de redes sociales y youtube. Esos jóvenes pierden el contacto con la realidad de los adultos (del derecho, y de las obligaciones, de la moral y del deber) y se aplican a la realidad como si de un videojuego se tratara.

 

¿Qué diferencia hay entre “Resacón en las Vegas”  (y no citaré más películas porque la lista es interminable) y la manada de Pamplona? Poca. Descerebrados que viven en una burbuja que si en la película es fácil de soslayar, en la realidad no sales por menos de quince años. Estoy convencido de que “las manadas” no son conscientes de que están delinquiendo, de que están jodiendo la vida de una chica que pertenece a su generación, de que la vida es algo más que una película, más que sexo y más que borracheras o drogas. Los abogados se equivocan. Si yo tuviera que defenderlos (y es una hipótesis imposible) recurriría a su burbuja, al abandona al que su sociedad parental les ha sometido, a un trastorno mental continuado, a personas incapaces de entender el mundo tal como es, porque la sociedad los ha abandonado a su suerte. Y sigo sin poner en duda que la pena sea justa. Simplemente se le aplica a quien no es culpable.

 

La ley es la ley y el que la hace la paga. Cuarenta años por ser idiota es una pena absurda. Y no pido que se les rebaje. Lo que pretendo es que la sociedad se conciencie de que hemos dejado que ciertos jóvenes se conviertan en monstruos. Y hemos sido nosotros. En un momento en que parecemos (casi) todos concienciados de que la mujer necesita un protección especial ¿no sería el momento en el que tendríamos que pensar que los jóvenes-burbuja también necesitan nuestra ayuda? ¿No deberíamos evitar esto?

 

El desgarrado. Julio 2019.

 




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