» 22-07-2019 |
Muchas veces os he hablado de la política Matrix: los ciudadanos somos simplemente fuentes de energía para que la nación funcione, para que una elite de chupones engorde y medre a costa de los demás. Solo así se puede entender que los impuestos sean para los trabajadores, las salidas de la crisis no mejoren sus vidas, la leyes favorezcan a los ricos, los ricos aumenten mientras la pobreza se enseñorea del tejido social, se privaticen todos los servicios sociales o los paraísos fiscales sean paraísos religiosos. Hoy os hablaré de otra política de la dominación: la política del gato. Parece inocente ¿no? pues seguid leyendo.
Solo hace falta ver los anuncios que la TV hace hace sobre los gatos. Se destaca su independencia, su carácter, su personalidad, su libertad. En una palabra se les enjabona a más y mejor. Incluso son gurmets. Los perros comen sano y saludable, pero los gatos comen gurmet. ¿Es envidiable la vida de los gatos? En primer lugar suelen estar capados, es decir excluidos de la principal de las delicias de esta vida y condenados a consecuencias desastrosas lo que ni los anuncios ocultan. En segundo lugar han sido diseñados mediante cría selectiva para “engatusar” a sus amos y es de esperar que en la actualidad ya sean manipulados genéticamente. Ni siquiera su aspecto es su aspecto sino el aspecto que los criadores han decidido. Además son objeto de una industria consumista exorbitante que abarca desde peluquería hasta hoteles o cementerios y que incluye, ¡como no! el instituto de la herencia. Su eventual cometido de esclavos sexuales lo omitiremos para no ofender a las amables ancianitas que que solo ahí encuentran consuelo a su soledad. Tampoco incidiremos en la tortura que los niños puedan hacer de ellos debido, no a su maldad sino a su curiosidad insaciable.
Pues bien, el gato es el ciudadano. Capado, educado selectivamente (criado con objetivos determinados), inmerso en un mundo de consumo insuperable, y por otra parte adulado, ensalzado, mimado en lo virtual, engañado. manipulado. Y por otra explotado sexualmente, torturado y vejado. Respetando su presunta libertad, su carácter independiente, su personalidad y su autonomía. ¿No te identificas? ¿Te parece que tiene libertad sexual, entre la pornografía y la educación sexual escolar, entre unos padres mudos y un paraíso de placer ficticio, entre lo que aprendes con los amigos y el hombre de los caramelos, entre Tinder y los contactos por Internet? ¿Te parece que te han educado en casa y en la escuela cuando los políticos llevan peleándose por tener una ley de educación cuarenta años? No deberías confundir educación con programación política. Eres un buen votante pero no una persona educada, libre, consciente, responsable. Probablemente ni siquiera los conocimientos que te han insuflado eran los convenientes. Probablemente eres un analfabeto funcional. Algo sí ha funcionado: eres un perfecto consumidor. Sabes perfectamente lo que quieres y lo que no, lo que es hortera, lo que no es cool. Has aprendido a seguir a tus influencer que te guían hacia un consumo, como diríamos, guay, gótico, tribal, indi, etc. Puedes poner el nombre que quieras que dentro de unos meses será otro.
Eres un gato, eres gurmet, tienes carácter, personalidad, vives en una burbuja, eres libre e independiente. Ni siquiera necesitas trabajar. Tus padres te cuidarán mientras buscas tu destino de capado, deficientemente educado, consumista, pero eso sí, con una gran personalidad y un gran estilo. Estamos en la teoría de la jovencita de Tiqqun. El ideal del joven-femen, de ¡Qué grande ser joven! de ¡Porque yo lo valgo! de ¡Hay que ser muy hombre para ser tú! del postureo de la juventud y la feminidad (la feminidad hoy es tanto masculina como femenina) como bandera y estandarte. Eres un gato. ¿Hay algo mejor?
El desgarrado. Julio 2019.