» 21-01-2020 |
El príncipe Harry abdica. Abdica de miembro de la monarquía. El sueldo no le compensa el trabajo, tedioso trabajo de representar a UK por allende los mares. Está incluso dispuesto a devolver 2,5 millones de Euros por la austera rehabilitación de su palacio. El príncipe Harry ha hecho cuentas. Su valor como figura pública en las redes sociales es muchísimo mayor de lo que vale como miembro sopabobao de la familia real. Es una simple cuestión de dinero. Harry quiere forrarse, que para eso ha nacido (malnacido) en una casa real. La explotación de sus derechos de imagen le proporcionarán muchos más beneficios que el exiguo sueldo de número dos (tres, contando a su padre) en la sucesión. Poco importa que su cerebro -lejos de ser el de un empresario- ha demostrado ser el de un monarcario. ¡Se le olvidó registrar su marca en el mundo, y claro, se le han adelantado!. Y es que nadie respeta hoy la monarquía. Ni sus propios miembros.
Siempre pensamos que la monarquía caería a manos de los sans-coulotte o como mínimo de la democracia parlamentaria. Nos equivocamos. La monarquía ha caído a manos de las redes sociales. Es el fin del glamour, del couché, del cuento. El príncipe Harry (y su aviesa y calculadora esposa) pueden ganar mucho más dinero por ser lo que son que por ejercerlo. Porque el cuento continúa. No son Reales pero son reales (tanto en el sentido de realidad como en el de dinerarios). Sutil diferencia. Es cierto que desde hace años los escándalos de la realeza son continuos. Contener ese ímpetu que ha transitado siempre por las venas de la realeza no es fácil. El ímpetu de hacer lo que les sale de su Real gana. En España lo sabemos, con un Borbon que es incapaz de mantener su miembro dentro de la bragueta. Pero en UK también saben de escándalos. Lo del príncipe bastardo no es moco de pavo. ¡También es mala leche de que el hijo legal sea igual que la madre y el bastardo sea igual que el padre! Quizás esa es la razón última.
Siguiendo los pasos de Eduardo y de Mistress Simpson, Harry se va a vivir su vida, evidentemente sin dejarse lo que le va a hacer vivir una vida de cuento: su perfil mediático. Harry quiere vivir de su perfil en las redes sociales. Y quiere vivir como nunca viviría en el seno de la monarquía siendo el número tres y con la sospecha infinita de sus bastardía. Hace bien. Y hace bien en robar lo que la casa real le ha dado y que no le puede quitar: su perfil. Hoy, un perfil vale más que cualquier otra cosa. Marchandising. Vender imagen. Ese es el negocio de nuestro tiempo. No se trata de valer, se trata de figurar. Lo saben los blogueros y los influencers, los políticos y los periodistas. ¿Cómo no lo había de saber los monarcarios? Se trata de estar en el candalebro -como decía la Mazagatos-. Se trata de explotar la imagen. Los deportistas ganan más con la explotación de su imagen que con su magia. ¿No es suficiente ejemplo? Cobran más por salir en los medios que por ser genios de su deporte.
Dentro de poco los niños no querrán ser Massi o Ronaldo. Querrán ser la imagen de ellos. De momento solo se puede acceder a la imagen a través de su genio deportivo pero eso puede cambiar. Harry a accedido a su imagen simplemente por nacimiento (malnacimiento) y ha renunciado a su saga cuando le ha convenido (aunque quizás la palabra renunciado no sea la más justa. Ha robado su imagen). Los niños ya no quieren ser ídolos deportivos, políticos o científicos. Quieren ser influencers, folloveds, imágenes de deseo. Estamos ante el mito de Prometeo. Prometeo robó el fuego a los dioses (lo robó, no se lo ganó). Y pagó por ello de la forma más cruel. Le deseo lo mejor al bastardo, pero no se ha portado bien ni con su abuela ni con UK. Y les deseo lo mejor a todos los que estructuran su vida alrededor de la imagen (como Greta, aunque no descarto que sea una víctima). Decían que una imagen vale más que mil palabras. Se les olvidaba que es así en el instante pero no en la memoria. La gente no pone pone fotos en las tumbas, pone epitafios, palabras.
El desgarrado. Enero 2020.