» 21-04-2020

Reflexiones tipográficas 232. Sentido común.

Lo del sentido común se ha convertido en algo realmente difícil de entender. Es como si el sentido común fuera algo anterior a la ley positiva, que se retrotrae a la lógica más elemental. Es evidente que tratar de determinar cualquier disposición hasta los detalles más nimios va en contra de la intelección de la misma. Porque cuando, por otra parte, se exige que las indicaciones sean claras y precisas nos encontramos en un problema. Si las directrices amplias, poco detalladas, son ambiguas, las demasiado detalladas se encierran en su propia hiperdeterminación. No parece que exista un punto medio. Las leyes, sabiendo que deben ser detalladas y que ese detalle las puede desvirtuar, utilizan la exposición de motivos como directrices amplias que se concretan en el cuerpo de la ley. Y cuando la letra de la ley no es aplicable, se recurre al espíritu de la ley (la exposición de motivos) y se soluciona el problema. No ocurre así en la política que no quiere solucionar problemas sino utilizarlos en su beneficio.

 

Para la política el sentido común es el camino que hay que tomar cuando la ley o las disposiciones del gobierno no le convienen. Cuando un político dice: “es de sentido común; es de lógica; como no puede ser de otra manera” quiere decir que el derecho y la ley no dice lo que él quiere oír. Por eso recurre a otra instancia, absolutamente difusa, que le apoya en su sinrazón. Es parte de la posverdad a la que se han apuntado todos los políticos: la verdad como arma política, tanto para afirmar como para desdecir. No bastaba con el argumentario (la verdad oficial de una facción, basada en su unanimidad) sino que también era necesaria la posverdad: argumentar lo falso para que parezca verdadero. Y esa apariencia viene de la retórica que históricamente ha sido la habilidad para argumentar y no para hallar la verdad. Si no fueran tan torpes hablando (recordemos a Rajoy) podríamos decir que son retóricos, pero tampoco. Invocan la habilidad cuando no la tienen. De ahí la zafiedad de sus afirmaciones.

 

Pues bien, hemos entrado en una dialéctica de la argumentación en la que se pone en tela de juicio todo lo que dice el gobierno, discutiendo cómo lo dice, y no, lo que es evidente que quiere decir. Políticamente tiene lógica (es de sentido común) puesto que si no se le puede atacar por el fondo (su actuación estricta sobre el drama coranavírico) -que es comparativamente ejemplar respecto a los países de nuestro entorno (sobre todo los sajones)- pues habrá que atacarle por las formas: “no pacta, no informa, no llama, no pide colaboración”, y sobre todo, emite decretos que no son de sentido común. Ahora le toca al tema del paseo de los niños. Primero se exige que los niños salgan a la calle y después se critica la forma de hacerlo. Y a la fiesta se unen los periodistas (que como todo el mundo sabe se alinean con los diversos partidos políticos, lejos de ser simples informadores). Además para los periodistas el tema de la retórica les es especialmente sensible (la palabra es suya) y hablan y hablan de las interpretaciones que deben hacerse de las palabras.

 

El problema del decreto es cómo pasear a los niños sin que se paseen los padres… si tienen que ir acompañados. Hemos visto todas las artimañas que han utilizado los padres para salir a la calle paseando perros, yendo al super, a la farmacia, etc. Para ello proponen una serie de itinerarios que convengan a los niños sin que proporcionen a los padres la coartada  de un paseo extra. Pues bien, eso que solo quiere atajar a los adultos el utilizar a los niños de señuelo se ha convertido en la gran trifulca. Porque no es de sentido común, carece de lógica y no es como debe ser, que los niños vayan a la farmacia, al super, a ayudar a los dependientes o mayores o al trabajo. ¿Tan difícil es entender que se está describiendo los trayectos permitidos a los adultos y no los obligados para los niños? Si los menores deben ir acompañados de adultos ¿Cómo se evita que los adultos utilicen a los niños para salir a pasear. O sí. Pero la cosa no da para tanta algarada. Y por último se trata de un borrador. Es evidente que no está bien redactado pero también es evidente que la intención es clara. Incluso mi adorado Errejón ha caído en la trampa. Las embotadas mentes de los políticos han entendido que los niños irán al super, a la oficina, a contaminar a los abuelos. etc. Como entendieron que perseguir los bulos era blindar al ejecutivo.

 

El mundo ha cambiado. Por primera vez nos enfrentamos a un asunto global y lo que quiere decir: que no hay posible huida. O la enfrentamos o perdemos. Ricky se fue a Tánger. Nosotros no podremos. El cambio climático también es un problema global (como el coranavirus) pero todavía no es actual. Pero eso no importa a políticos y periodistas. Ellos a lo suyo: jugar con las palabras. Cuando las cagadas del gobierno o las noticias que este genera no se producen… hay que inventarlas. Y así estamos, debatiendo sobre los paseos de los angelitos. ¡Qué pena!

 

El desgarrado. Abril 2020.




Published comments

    Add your comment


    I accept the terms and conditions of this web site