» 04-05-2020 |
El estado de alarma (o la crisis del covid19) ha sido el banderazo de salida para que todas las empresas con músculo para pagarse una campaña nacional de publicidad se conviertan en las más próximas, las más solidarias y las más verdes que jamás hayan existido. Imágenes idílicas, musiquillas ñoñas, guiones lacrimógenos, mensajes… falsos. Ya comenté que la idea de Baudrillard de que la publicidad ni anuncia productos, ni canta sus excelencias, lo que hace es mostrase friendly, cariñosa, apoyar a los ciudadanos, empatizar. Esa idea, decía, ahora se ha mostrado con rotundidad. Todo es un postureo interesado, como la campaña que lanzó Endesa (la empresa que más contamina en España) en la última cumbre del clima para hacernos creer que ellos no contaminan y que están a favor de las energías limpias después de décadas de entorpecerlas activamente con ferocidad vikinga.
La más común ha sido la de “quédate en casa” (dar órdenes siempre ha sido la especialidad de las grandes corporaciones), pero otras recurren a que somos un gran país, o que para estar seguros lo que hay que hacer es contratar uno, cuando todos sabemos que un contrato de seguro es lo que se opone a la inseguridad. Solo se contrata cuando estamos inseguros. Juegos de palabras para arrimar el ascua a su sardina. Los bancos son especialmente mezquinos. Bankinter aduce que está repartiendo créditos omitiendo que son dinero avalado por el gobierno o por la comunidad europea. La banca digital apela a la rentabilidad y a la facilidad de operación, y el Banco Santander se calla (algo estará maquinando).
Pero si alguna publicidad me revienta es la de la Iglesia católica. Primero nos pidió que no olvidáramos marcar la casilla de su financiación privilegiada (¡con cientos de muertos diarios!) y después, tras calibrar lo mezquino de esa publicidad, nos dice que rezará por nosotros. Considero que rezar por uno sin su permiso es como practicar vudú. En mi caso, que no creo en los espíritus en los que ellos creen (dios padre, hijo y espíritu santo) y teniendo en cuenta que el rezo es la invocación de unos espíritus (que ya se me han declarado hostiles con amenazas como el infierno). Será un vudú de baratillo pero no deja de ser una invocación a unos espíritus, para conseguir unos fines que no son los míos y sin mi permiso. Por lo tanto les prohibo terminantemente que recen por mí. Les sugiero que modifiquen el panfleto publicitario en el sentido de excluirme tácitamente. Por ejemplo: “rezaremos por todos menos por el desgarrado, por expresa decisión del mismo”. La misericordia está bien pero el respeto es -civilmente- mejor.
Una Iglesia que apoyó el glorioso alzamiento nacional, calló ante los crímenes de guerra y de la represión posterior y puso al dictador bajo palio no puede rezar por nadie sin que los destinatarios sospechen que la cosa puede acabar en una denuncia por falta de nazional-catolicismo. La solidaridad, y la tolerancia son virtudes republicanas suficientemente sólidas para que no nos haga falta la misericordia ni la caridad, que practica con una mano la Iglesia, mientras con la otra denuncia, se alinea, y si a mano viene, ejerce la pederastia en la oscuridad de los claustros. No conozco la publicidad que se realiza en las redes sociales por lo que no diré ni pío. Si la conoces te invito a que nos des ejemplos. Decía “La Codorniz” en un titular que convirtió en cabecera de sección; “Donde no hay publicidad, resplandece la verdad” Por algo era la revista más audaz para el lector más inteligente. ¡Contra Franco vivíamos mejor!
El desgarrado. mayo 2020.