» 14-05-2020

Reflexiones tipográficas 240. La mascarilla y la mascarada.

Por una razón o por otra acabamos convirtiendo cualquier tragedia (casi 30.000 muertos, las UCI colapsadas, las camas hospitalarias insuficientes, los sanitarios sin protección, sin vacuna ni tratamiento, la economía paralizada…), en sainete (políticos a la búsqueda desesperada del voto, especulación con recursos sanitarios, directivas caóticas, bulos e intoxicaciones interesadas, comportamientos incívicos, picarescas, desunión, corruptelas, depredación laboral…). La democracia es importante (importantísima), pero en circunstancias excepcionales (perfectamente tasadas constitucionalmente) se necesita la manu militari, el mando único, la suspensión de ciertos derechos fundamentales por el bien del colectivo. Decir que un estado de Alarma votado por el Parlamento es una dictadura encubierta es terrorismo. Reclamar libertades antes de lo conveniente para obtener votos es oportunismo (si no irresponsabilidad). Pero hay otras actuaciones que se convierten en mascarada y a esas quiero referirme.

 

La mascarilla ha sido piedra de toque en esta crisis. Pero antes una precisión. Los técnicos sanitarios, los científicos no mandan. Mandan (para nuestra desgracia) los políticos. No se puede afirmar que no se ha hecho sino lo que han dictaminado los científicos. La decisión última es de los políticos y la responsabilidad también, incluso si el comité de expertos es secreto (secretismo que parece blindar esas decisiones políticas). Recalcamos: las decisiones y las responsablildades son de los políticos. No es excusa el dictamen de los expertos escogidos a dedo y de cuyos conocimientos los ciudadanos somos ajenos. Como dijo Diaz A. la firma del responsable sanitario no es necesaria, basta con la del político. Por cierto echarle en cara al gobierno que el ministro de sanidad no sea médico es infame no solo porque el acusador hizo lo mismo en su momento sino porque las leyes se cambian en el Parlamento y no en las crisis, ante los medios.

 

La posición ante el uso de las mascarillas ha sido vacilante. Muchas opiniones y pocas directrices claras y sostenidas. La distinción entre mascarillas de emisión y de recepción es estúpida. Si ambos llevan mascarilla la distinción es ociosa (no te contagiaras por alguien que no emite). Por lo tanto la mascarilla universal: sí era solución. Pero no lo era porque no había mascarillas para todos. Pero no se podía decir porque eso era reconocer que no había recursos porque los recortes lo habían obturado. Y eso era responsabilidad de los políticos. Por otro lado la OMS no la recomendó, aunque tampoco dictamino pandemia hasta que era demasiado tarde. La OMS depende de las aportaciones de los Estados. Trump ya amenazó con retirar (¿retiró?) los fondos con los que la sustentan. Por lo tanto no se trata de cabrear al mecenas. Al final todo depende de los políticos aunque le quieran echar la culpa a los técnicos… o a China. Tampoco las instrucciones para usarlas han sido ágiles ni claras. Se dijo que no eran necesarias porque no las había… lo que implicaba a los políticos. La mascarilla ha sido una mascarada.

 

El barrio de Salamanca sale a la calle a manifestarse multitudinariamente en contra de las medidas del gobierno. Sus votantes son en un 95% de derechas, fundamentalmente de PP y de VOX. No están en contra de las medidas del gobierno, están contra el gobierno. Sobre todo contra la renta universal que se va dilatando y dilatando “sine die”. Ver a los votantes de la derecha, convocados por los políticos de su cuerda, multitudinariamente agolpados en contradicción con lo que esos mismos políticos dijeron de la manifestación del 8M, es una mascarada, hilarante, esperpéntica. Ellos dirán que no tienen nada que ver. ¿Quién los ha convocado, pues? ¿La iglesia, el papado, la asociación pro coranavirus? Desde luego el contubernio judeo-masónico no ha sido, quizás sus herederos.

 

El tema de los bulos y las fake interesadas y dirigidas contra el gobierno y los partidos que lo componen han sido continuos en la línea de Cambridge analityc mediante granjas de boots, twiters, y otros canales. No es difícil saber quien está detrás pues la estrategia lleva la firma de Trump, Johnson y la ultraderecha en general (PP y VOX). Estas actitudes son antidemocráticas y delictivas, pero es igual. Se trata de obtener votos y para ello todo vale. Antes los votos se ganaban. Ahora se trata de forzar que los oponentes los pierdan. Una mascarada de la democracia. Las compañías aéreas quedan exentas de mantener la distancia social gracias a sus extraordinarios aparatos de filtrado de aire. La ley no dice que los que puedan garantizar aire limpio puedan obviar la distancia social. ¿Por qué no se aplica a todos los comercios. Donde están los emprendedores? La desigualdad no cede en tiempo de coranavirus. Y de esta manera las mascarillas se han convertido en mascarada y la tragedia en sainete. Este es el secreto de la antigua farsa.

 

El desgarrado. Mayo 2020.

 




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