» 14-08-2020

Reflexiones tipográficas 265. La consabida hijoputez.

Otras veces os he hablado de la hijopputez de las grandes corporaciones. Entiendo que no pueden enfadarse porque es evidente que no tienen otra madre que el capitalismo salvaje y con esos antecedentes lo de hijos de puta les debe parecer un halago. La hijoputez se ha convertido en modo de actuación: En la televisión el audio de los anuncios es mucho más alto que el del programa, evidentemente para dar por el culo, sobresaltar y que reparemos en su puta publicidad. Pero donde la hijoputez se convierte en emblema en las grandes compañías suministradoras. Las telefónicas también son maestras en el despiste. Para que me devolvieran unos recibos que no me correspondían tarde un año. La compañía de aguas de Formentera no solo me cobró todos los recibos que mi último inquilino dejó impagados (y al que nunca le cortaron el agua) sino que me cobro la multa que a él y solo a él le correspondía.

 

Me envían una amenaza de AGBAR (compañía de aguas de Barcelona). Debo dinero. Nunca me ha llegado una factura ni  aviso de pago ni nada por el estilo.  Tampoco puedo entrar en mi cuenta porque no responde a mi actual mail y contraseña (el piso ha estado alquilado veinte años y no recuerdo mis datos de aquella época). Se la solicito y no me la dan. Reclamo y no me hacen caso. Naturalmente a través de esas estúpidas Webs mal diseñadas, mal concebidas e inoperantes. Pero la amenaza llega puntual como una condena. Pago por internet, no porque me guste, sino porque el puto teléfono (de pago, evidentemente) para domiciliar el pago o para pagar, es de cartón. La amable robot te advierte que el tiempo de espera puede ser largo. Quiere decir que no les sale de los cojones poner más personal porque ganan poco. A los quince minutos desisto. Lo vuelvo a probar con el mismo resultado. No es un teléfono es una máquina tragaperras… sin premio.

 

Decido pagar por el portal de la Caixa. Respiro satisfecho hasta que recibo otra amenaza sin aviso previo de pago y remitiéndome a los mismos teléfonos de cartón. Decirme que debo otro recibo (además de los ya pagados) tendría sentido -si antes hubiera recibido un aviso de pago- pero decir que debo los que he pagado escrupulosamente es hijoputez. Es genial tener una compañía a lo que no puedes comunicarte… ni siquiera pagando. La comunicación es imposible. Puedes llenarles el bolsillo pero no puedes comunicar. Un gobierno que permite esta situación es un gobierno que practica la misma hijoputez que sus industrias suministradoras asociadas. Lo razonable es que un teléfono de pago se autoanule si al cabo de un tiempo de espera razonable no es capaz de ofrecer un servicio (contractual) para el que se compromete. Lo que ocurre ahora es una estafa ante la que el ciudadano no tiene defensa. ¿Les suena la palabra? Indefensión. Eso que nunca ocurre en la democracia hasta que la hijoputez prospera.

 

Que existan teléfonos de asistencia al cliente de pago ya es una hijoputez- del gobierno y de la empresa- pero que además sea inservible es una estafa. ¿Para quien gobierna el gobierno? Para los ciudadanos o para las grandes corporaciones? No me contestéis. Es una pregunta retórica. Esto es una batalla entre los hijos de puta corporativos y los ciudadanos. Podría ser de otra manera pero es así. Y los monigotes que nos piden el voto en la rendija electoral se inhiben ante los que les tienen que proporcionar jubilaciones doradas en jugosos puestos en sus consejos de administración en una manipulación de la honradez democrática flagrante. Nos queda el defensor del pueblo, el monigote máximo colocado para figurar democracia donde no la ha habido y nunca la habrá. Los jueces se quejan de que Podemos les acuse de inoperantes. ¿Por que no se quejan de sus compañeros los que se alinean con las tesis del PP, los que pervierten la justicia? El enemigo siempre es el de enfrente, el otro. ¡País!

 

El desgarrado. Agosto 2020.

 




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