La reflexión (política) sobre si las farmacias pueden o no hacer pruebas Covid se centra en la siguiente reflexión: ¿serán capaces? No tanto de la propia prueba sino de la adecuada separación de los espacios de venta y de intervención sanitaria intensa. Y me pregunto ¿Nos preguntamos con la misma intensidad si los arquitectos, los ingenieros (excluído Calatrava que evidente también es el coño de la Bernarda), los médicos, los abogados y ya más sangrantemente los políticos y los sindicalistas son capaces de hacer su trabajo? ¿Con que derecho cuestionamos que los farmacéuticos (que podemos ver como tenderos pero que tienen una formación equivalente en duración a un médico de familia) no están preparados para separar los pastilleros de los testables. Cuando se cae en esta disyunción es que hemos entrado en la política. Decían que era la teoría de lo posible. Es la teoría de lo confusión.

Esta es una prueba más de lo fatuo de las discusiones que solo se centran en lo político y que se escapan de la realidad. La ultraderecha (y su socio natural, la derecha) apela a la libertad para proseguir ejerciendo la dominación que han ejercido siempre sobre la educación. No es nuevo. Es la teoría de la intoxicación: utiliza las palabras, los karmas, los eslóganes  de tu enemigo para que quien te escucha no sepa a que atenerse. Hoy no es raro escuchar hablar a la derecha de totalitarismo, fascismo, terrorismo, y por supuesto: igualdad, justicia para todos, presupuestos sociales, etc. No se trata de la letra sino de la música. Una vez se consiguió que los ciudadanos estuvieran hastiados de tanto mierda solo hizo falta que la melodía les sonara. Torticera (torva) forma de expulsar a los votantes previsiblemente rebotados.

De entrada es de mala leche poner en tela de juicio la capacidad de los farmacéuticos/as. (de cualquier profesional al que se la ha concedido un título mediante un esfuerzo cierto). Al fin y al cabo tienen cinco años más de carrera que vosotros y probablemente cursados con disciplina académica… no como otros. Pero que la profesionalidad de un colectivo se ponga en tela de juicio por intereses políticos es execrable. Porque lo que se pretende es que la realidad no sea lo real, sino lo político. Y lo político es la mierda. No porque lo sean en origen, sino porque los políticos lo han transformado en esa manera para su propio beneficio. Claro que cuando te cuesta tan poco tener un título es fácil despreciarlo.

Los farmaceúticos/as no tienen suerte. Son profesionales pero empresarios-capitalistas (evidentemente solo los que vemos en la calle) y eso quiere decir… de pijos, es una profesión eminentemente femenina (¡puff!), y cuando se convierte en gran industria es tenebrosa. Pero la farmaceútica tiene una gran historia de redención del género humano… aunque no nos interese. En esta pandemia, los departamentos de farmacia de las instituciones han trabajado a destajo, protegiendo a colectivos como cárceles, funcionariado o estamentos desprotegidos. La farmacéutica es mucho más que las farmacias. Mientras vosotros os quedáis en casa, ellas se quedan en el trabajo. Porque detrás de toda profesión hay un corazón, lo que se ha dicho de ellas es abominable. Porque se las ha acusado de trapichear con los precios o de aprovecharse de las circunstancias, olvidando su labor social. Creo que la farmacéutica es la profesión más denostada y creo que no es ajeno que sea, por que es mayoritariamente femenina. ¡Machismo vincit!

La política es una mierda porque es inhumana. La humanidad se la gasta en los besos a los niños y en las lágrimas ante las cámaras. Detrás solo hay cálculo e intereses. Profesión de hipócritas y de arribistas. Nada de nada. Las profesiones son otra cosa a pesar de que los políticos las hayan acogotado a más y mejor. Obligándolas a seguros de responsabilidad civil, colegios profesionales, códigos éticos. Todo lo que los políticos no necesitan. Esa es la diferencia: el compromiso. Ese compromiso que en los políticos es de boquilla y en los profesionales es por imperio de la ley. Ser irresponsable es fácil cuando no arriesgas nada.

El desgarrado. Noviembre 2020.