» 27-11-2020

Reflexiones tipográficas 278. La resistencia incivil.

Durante años la resistencia civil fue una forma en que los ciudadanos se pronunciaban contra la la opresión (incluso democrática… aún aceptando su superioridad), y de ahí lo de resistencia y no de revolución. Pero en tiempos de profunda decepción hacia los políticos se abre paso una nueva forma de resistencia: la resistencia incivil. La resistencia incivil denota una profunda disidencia con la política, una gran ruptura. La resistencia incivil no tiene que ver con la política sino que se desprende de ella definitivamente y esa es su primera característica. Ya no juega en el juego político sino en otra liga.  Por decirlo mal y pronto es la otra política, la que ya no acepta las normas que los políticos nos han impuesto. ¿Ha empezado hoy? No. Podemos rastrearla desde hace años.

 

Nuestra raquítica democracia solo nos permite intervenir (a nosotros que somos los depositarios de la soberanía) una vez cada cuatro años con un misérrimo voto. ¿Cómo no revelarse contra semejante impostura? Es evidente que la revolución es hoy en día imposible. La revolución es cosa de desheredados y el capitalismo ha sabido hacer de los trabajadores pequeños burgueses. Solo los que nada tienen que perder pueden lanzarse a la revolución. Descartada la revolución nos queda la desobediencia perfectamente acotada y multada exorbitantemente (por la ley mordaza, sin ir más lejos). Pero de pronto ha surgido una nueva forma de resistencia: la resistencia incivil. Esta, no pretende la simple resistencia sino que avanza hacia una revolución incruenta.  La revolución incruenta  consiste en no reconocer la autoridad o jerarquía que la política impone a los ciudadanos a golpe de decreto pero que tampoco toma las armas. Es la ignorancia de las directrices unida a su desprecio, ignorancia y desdén.

 

Veamos ejemplos: 1) no votar, pero no, no votar porque se es anarquista sino porque no va con nosotros. Nos nos importa vuestro juego y no participamos. Pero una reacción así no perjudica para nada a los políticos a los que los no votos de los disidentes les dan una alegría. Lo dijo Estwood: ¡alégrame el día: No votes! Por lo tanto hay que esperar a que los políticos necesiten algo, lo imploren 2) No colaborar. Por ejemplo la colaboración ciudadana en el reciclaje, en el autorrellenado y autogestión de los impuestos, en el control del COVID, en cualquier cosa que empañe su imagen internacional o nacional de la tacha de malos gobernantes. Es fácil detectar esa necesidad: es cuando se enfadan y llaman irresponsables a los ciudadanos. La palabra irresponsable (que es su propio mantra: no tener responsabilidad por nada a la voz de salvemos el culo, salvemos la poltrona, salvemos el poder adquisitivo. c) Defraudar. En el IVA, en la declaración de Hacienda, en la economía sumergida. En todo lo que puede perjudicar los resultados de estos ganapanes.

 

Pero hay modos más sutiles de no participar: 1) votar a candidaturas

rocambolescas como Pirata, Bacteria, Falange o VOX. Hoy en día a la derechona le hace más daño un voto a VOX que un voto a la extrema izquierda. Y a la izquierda lo mismo cambiando los términos. Sí, lo habéis adivinado. No se trata de votar a favor sino de votar en contra. 2) Votar por exclusión es decir al partido que no es el que nos ha defraudado. Es una consecuencia de la desinformación (demagogia, populismo, posverdad, cinismo, ironía, sicarios periodísticos, etc.) que practican los políticos. Ante la imposibilidad de entender la verdad se opera por exclusión. Por exclusión llegaron al poder Berlusconi y Trump. Ellos llegaron al poder por exclusión pero están dispuestos a excluir a quien sea con tal de seguir en el poder (que es la única situación de seguridad cuando eres un delincuente, corrupto, mentiroso y fraudulento). 3) Bajarse al moro, como síntesis de entregarse a todo lo que los políticos “dicen” que no quieren (pero que usan con fruición): sexo, drogas y rock and roll. Hablamos de todo aquello que prohiben a todos los demás. Es un poco la ley de la contradicción que aprendimos con nuestros padres y que -en esta neotenia eterna- continuamos con nuestros políticos.

 

Es habitual que nuestros políticos se lamenten de la nula concienciación o axiología (valores) de nuestros jóvenes: pasotismo, irresponsabilidad, desmotivación o autismo. No es tan difícil de averiguar: son el producto de una política determinada: pasota, irresponsable, desmotivada (por lo serio y muy motivada con el dinero y los privilegios) y autista.  La composición del parlamento debería ser proporcional al número de votantes. Y ello por dos razones: 1) los que no votan es porque no quieren ser representados 2) Esos pasotas tienen derecho a que su representante no exista. Han votado a la nada y eso debería ser un derecho. Esa es la auténtica mayoría silenciosa. Los votantes que no quieren ser representados tienen perfecto derecho a no serlo. No hay ninguna razón para que los que no votan a nadie no sean representados, precisamente, por nadie. En otro caso no estamos en una democracia representativa sino sobre-rrepresentativa pues los que no votan son representados por una parte proporcional de los que votan. En una palabra: es una dictadura de la representación.

 

Y como mientras las leyes las hagan ellos esto será imposible, pues entonces acabemos con la representación. Necesaria en tiempos pasados por falta de buenas comunicaciones y absolutamente innecesaria en la actualidad de AVE e Internet. Pero nadie está por modernizar la democracia (o la Constitución). Los políticos están felices en este pozo de mierda al que llaman democracia y con el que sojuzgan al pueblo. Como chanchos en charcos de barro se regocijan en su suciedad. No estoy a favor de la incivilidad porque les favorece y estoy en contra de todo lo que les favorece. Pero no me cuesta comprenderla. De hecho me siento tentado de usarla y solo con los dientes apretados voy a votar en la dudosa esperanza democrática de que alguna vez aparecerá un partido que piense (aunque sea un poquito) en los ciudadanos. En mis sueños los políticos están por el bien común y por la mejora de la sociedad. Amén (porque es una plegaria).

 

El desgarrado. Noviembre 2020.




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