» 21-02-2021

Reflexiones tipográficas 307. ¿Existe la presunción de inocencia de las masas?

Sigue el debate en los medios acerca de las algaradas y en todos ellos aflora la misma idea: las masas son homogéneas, su violencia gratuita, su anarquismo destructor de lo público, su rapiña, su afán de matar policías, es la esencia de las masa. No diré que de vez en cuando no se distinga entre los manifestantes pacíficos y los infiltrados antisistema, pero esa mención dura poca, en seguida se condena a todos bajo el mismo epígrafe: la criminalización. Cuando los políticos son pillados trincando, desde vacunas hasta caudales, lo periodistas salen enseguida en su defensa: no son todos y los que son, gozan de la presunción de inocencia. Los políticos son una masa defendible. No ocurre lo mismo con la masa amorfa de los manifestantes. Ellos son homogéneos y, por supuesto indignos de la presunción de inocencia. Todo ese proceder oculta una intención clara: Las manifestaciones no son políticas en contra de un sistema injusto y cruel sino que son la emergencia de los depravados, de los violentos, de los anarquistas.

 

No. Los antisistema aprovechan la ocasión, como las aprovechan todas (incluso las del Barça). Es algo que se repite ya suficientes veces como para que no se haya comprendido (o que no se quiera comprender). Es la misma situación que la defensa a ultranza de la democracia plena. Es evidente que la democracia no es plena, dista mucho de serlo. Si se defiende es porque los políticos defienden su culo: si no hay democracia plena es porque los políticos no la han procurado, es decir, es su culpa. Y por eso niegan la mayor. Como los incendios forestales (siempre intencionados porque si no la culpa sería de la prevención) o los accidentes de tráfico (siempre culpa de los conductores y nunca de la señalización, del estado de las carreteras o del control de la circulación por los agentes de tráfico). La gente no está en las calles porque un rapero esté en la cárcel. Está en la calle porque está harta de aguantar una democracia que se ceba con los jóvenes y con los pobres, con los trabajadores o las mujeres. Es ese el problema y cualquier excusa es buena, cualquier chispa enciende la llama. y si no lo entienden es que son gilipollas o viven de perfil. Lo que es asombroso es que esa defensa a ultranza que se hace de la presunción de inocencia de los políticos o los empresarios desaparece cuando se debería aplicar a las masas. Las masas son malas, son perversas y si están en la calle es para matar policías, para destruir lo común y para robar (en este tema son muy sensibles los políticos) la propiedad privada.

 

Los políticos son especialistas en salvar el culo y eso se canaliza a través de la culpabilidad del pueblo. Todavía resuenan en nuestros oídos aquellas frases de Rajoy y secuaces diciéndonos que habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades, que los jubilados era un colectivo que por codicia especulaba con preferentes y subordinadas, o que los sanitarios se contagiaban del covid porque eran kamikazes sin cerebro. Eso, lo dicen nuestros políticos para salvar sus culos y sus poltronas. La ley del embudo es la norma y cuando se atisba la posibilidad de que ese embudo no funcione a la perfección se ponen nerviosos, muy nerviosos. Ahora ese embudo tiene que mantener que los políticos lo hacen bien y que por tanto las manifestaciones y las algaradas se deben a otra cosa: a los anarquistas, los radicales, los antisistema. “¿Qué es ser antisistema me dices fijando tu pupila azul en mi pupila dilatada por el asombro? Antisistema eres tú”. Somos el chivo expiatorio (esa víctima inocente que la religión judía estableció como contrapartida) de las estupideces de los políticos. Todo lo que ellos cagan lo pagamos nosotros convenientemente maquillados. Cuando los políticos se convierten en salvadores de su propio culo, hay que cambiar de sistema. Hay que buscar otro sistema. Y eso es lo que hacen los jóvenes en las calles. Por supuesto que no lo hacen de la forma “correcta”, corrección definida por el sistema. Una manifestación no es una exhibición de racionalidad, es una explosión de emociones. No todos podemos robar, matar y engañar de forma absolutamente racional. Pero esas emociones que ahora ningunean les explotarán en la cara con el tiempo. Vuestro tiempo se acaba: tic, tac, tic, tac.

 

El desgarrado. Febrero 2021.




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