» 15-05-2021 |
Se cumplen diez años de la “revolución” de los indignados, del movimiento de ocupación de las plazas. He comentado en otro blog el significado de esos movimientos que se manifiestan en la ocupación de las calles de forma absolutamente transversal a los partidos políticos y en especial a los del bipartidismo (Lecciones de política alternativa 77. “La ocupación de las plazas”) Justo cuando Iglesias se ha retirado de la política activa todo el mundo opina de lo que supuso aquel movimiento, su perversión (si la hubo) y su importancia. En un panorama político en el que la racionalidad no existe (solo existe el fanatismo) no es difícil saber cuáles son las diversas posturas según su facción política y su estrategia de intoxicación. Fanáticos a parte, quizás el comentario más demoledor es “Podemos sería hoy objetivo de los indignados junto a los bipartidistas”.
La pérdida de la transversalidad. Como bien sabéis la transversalidad incluye las corrientes que que en vez de situarse en un eje: derecha/izquierda se plante el salto entre esas opciones buscando otros objetivos que la lucha de clases, la emancipación del proletariado, o la sociedad igualitaria, como se planteó Marx (socialismo y comunismo) o la libertad de mercado como planteó Smith (liberalismo, capitalismo, ultraliberalismo). Hablamos de la ecología, el feminismo, la altersexualidad, el fin del colonialismo (migración económica o de refugiados políticos) pero también los derechos de los animales, o en el lado negativo: la religión como facción política (yihadismo, catolicismo) o el fascismo (franquismo, neonazismo). La multiplicación de las opciones empaña el panorama político lo que junto a la desafección creciente de los ciudadanos por los políticos conduce a la desinformación como estrategia. En esta situación el ciudadano se indigna porque es incapaz de entender lo que pasa y exige que las cosas se clarifiquen, que cada cual defienda con honradez su alternativa; pero es imposible. El electoralismo (la persecución obsesiva de la poltrona) no pretende hacer política sino perpetuarse en ella. Estamos en un callejón sin salida. La desaparición de C’s y la retirada de Iglesias nos hablan del triunfo del bipartidismo. Los indignados hemos perdido.
Las condiciones de posibilidad. Podemos lo intentó pretendió tomar el cielo por asalto y acabar con la casta. La casta se opuso prietas las filas. El gobierno de coalición es un espejismo. La cúpula y la vieja guardia del PSOE están radicalmente en contra de Podemos Y acabarán con Sánchez si para ello pueden acabar con Podemos. El bipartidismo es un sistema de reparto del poder productivo pero exclusivo: no se admiten más socios. La palabra Casta (no olvidemos que los políticos son una casta de chupones) activó todas las alarmas y se puso en marcha el dispositivo de defensa a ultranza. Políticos y medios de comunicación empezaron una de las campañas más agresivas que nunca se hayan hecho contra una opción política: ¡destruid a Podemos!. Iglesias se sesgó hacia el comunismo lo que suponía una doble traición: a los indignados (los votantes-activistas) que eran transversales y a los militantes que no habían entrado a la política para formar parte de la existente. La unión con IU supuso una pérdida de votos en vez del aumento esperado, error político que no fue subsanado empezando el decaer de Podemos.
Ascenso y caída. En el primer momento miles de ciudadanos se sintieron representados y emocionados por la nueva formación: había campo abonado para ella. La pérdida de trensversalidad que se manifestó en el giro al comunismo, la adopción de las pautas de comportamiento de los partidos tradicionales, los personalismos de las mareas asociadas, algunos sesgos autoritarios, la feroz campaña en contra desencadena por el bipartidismo y sobre todo la falta de resultados tangibles (en definitiva: no gobernar), todo ello desencantó a los electores que volvieron a la abstención o migraron a otras formaciones. Iglesias lo vio pero lo vio tarde. Consiguió (milagrosamente) entrar en un gobierno de coalición y gobernar pero sobreactuó en su urgencia por obtener reconocimiento a su actuación. Sus decisiones acerca de dejar el gobierno y retirarse dejando paso a otras opciones más transversales o tratar de salvar a su partido en Madrid fueron acertadas, pero no pudo evitar señalar a su sucesora en ese rasgo mesiánico que tanto le ha perjudicado. El éxito de Más Madrid (el partido de Errejón) en las elecciones de Madrid es una esperanza. Hay muchos votantes transversales para los que feminismo y ecología son intereses prioritarios.
El futuro. Podemos ha dejado un electorado huérfano que ha perdido por no hacer bien las cosas. El bipartidismo es un enemigo formidable: políticos profesionales convencidos de que se lo merecen todo por el mero hecho de ser representantes del pueblo (son efectivamente casta. El error no estuvo en la clasificación sino en los modos). Hay un espacio político esperando a formaciones transversales menos soberbias que Podemos. La cuestión es si entre el asalto y el consenso existe un término medio. Si entre el insulto y la connivencia existe una posible relación con la política existente, por casta que sea. Yolanda Diaz parece la persona indicada, pero una flor no hace primavera. La derecha está mejor organizada y cierra mejor las filas, abortando los personalismos mucho más eficazmente. Si el capital monetario es el objetivo de la derecha el de la izquierda es el capital humano, y eso se nota. Pepito Grillo siempre está ahí.
La izquierda de la izquierda. Ese capital humano no solo está entre los dirigentes que quieren su cuota de poder sino también entre los votantes. Un electorado fuertemente ideológico no es fácil de conformar. Ved a Diaz: dice ¡Libertad! y todos los jóvenes apolíticos le comprenden (comprenden lo único que pueden comprender, es decir: el significante). Entre un electorado que no comprende la política porque no le presta atención, intoxicado hasta la médula, un electorado informado, indignado y desencantado resta ahí esperando un padre que los quiera. El enemigo de la izquierda no es la derecha. Es la derecha y gran parte de la izquierda. Creo que el camino para levantarles el ánimo es el que naturalmente se ha producido: soliviantarlos, indignarlos, cabrearlos. Como en los atentados de Atocha (11-M) que dieron la victoria a Rodriguez Zapatero. Hay que apurar el cáliz hasta las heces y dejarse de ejercicios de estilo insultando al enemigo. La llave está en la indignación y los impuestos indignan (con razón) tanto como indignan los recortes o la corrupción. Hay que dedicarse a dejarles con el culo al aire hasta que los ciudadanos se asqueen. Pero que se asqueen de ellos y no de la política. El enemigo no es la derecha, es el corrupto, el recortador, el indigno. Respecto a los resultados positivos hay que publicitarlos, ¿Cómo no? Tratar de apuntarse el tanto es muy difícil porque el amigo o enemigo afectado intoxicarán hasta la médula. Pero lo importante es alimentar la indignación. Eso que tantas veces le parece de poca clase a la izquierda.
El movimiento de los indignados no morirá nunca, pero tampoco se puede esperar que triunfe a la primera. Lo importante es que esa indignación no ceda nunca. La indignación es la gasolina del cambio y hay que fomentarla, mimarla y mantenerla. En una democracia bien entendida lo único importante, imprescindible, soberano, es el pueblo y todo lo demás es prescindible. Es evidente que todos queremos más soberanía y menos representación mediatizada; mas honradez y más igualdad. Hablemos de eso e indignemos a los ciudadanos con su ausencia o conculcación. Ahí está el camino. La lucha contra la corrupción empieza por uno mismo y la corrupción no solo es económica.
El desgarrado. mayo 2021.