» 29-05-2021

Reflexiones tipográficas 326. Futbol y cine… y quizás arte.

A simple vista los aficionados al fútbol pertenecen a la forma límite de la cultura, y el cine pertenece a su más acendrada realidad. ¿Es así? Hay fútbol de extraordinaria belleza e inteligente estrategia, y cine basura de pésima calidad artística y escasa inteligencia. Ambos son espectáculos de masas, lo que sabemos por Dabord, que es el campo -conquistado por el capitalismo- de ideologías que fracasaron como tales. Podríamos añadir el desprecio de Adorno por la cultura de masas y la reivindicación de Eco que la pone en la masa. Hay muchos enfoques. La inteligencia emocional (Marina) concede a la inteligencia del futbolista la misma intensidad que a los cineastas. ¿Se puede encontrar un punto común entre estas dos manifestaciones de masas (quizás en el arte: de masilla)? De eso se trata.

 

Y nada mejor que empezar por el guión, por la narración, esa forma de inteligencia que ya estableció Aristóteles con las premisas de causalidad, secuencialidad, necesariedad (y aquí es donde se hacía plenamente metafísica) pero también intriga (el desenlace inprevisible). En el cine (como en todas las formas de letrismo excepto la poesía) la narración es perfecta, pero a veces no es completa (no tiene un final) y a veces no es feliz, pero por lo demás es una píldora de vida que nos ayuda a (sobre)vivir. En el fútbol, para la mayoría de los aficionados, lo realmente importante es el resultado (desconocido a priori), la imprevisibilidad es su activo más importante. En un efecto de empatía (de neuronas espejo) el aficionado empuja para que su equipo gane, con su ánimo, con su pasión y con su identificación. La aspiración hacia el final feliz (como en el cine) -que en el futbol es que gane tu equipo- es lo más importante.

 

En ambos campos existen “esteticistas” (o radicales) que aprecian otras cosas que el resultado (victoria o final feliz), sobre todo como se cuenta la historia, que valores prevalecen, como se innova, y por supuesto otras cuestiones marginales. En el fútbol un equipo puede representar para sus aficionados “más que un club”: un pensamiento político determinado o un sentimiento nacionalista, una identidad específico, una forma de integración, etc. En el cine también se defienden ideas: el cine crítico-social de denuncia, el cine ideológico, el cine esteticista, el cine antropológico, el cine nacionalista, todo cabe en el cine, pero la necesidad de un final (incluso in-feliz) es tan fuerte como en el fútbol. Como decía Eluard: “hay muchos mundos, pero están en este”. Excepto para los creyentes que aferrados a la servidumbre voluntaria renuncian a su libertad en favor de un ser superior que les compensará de su esclavitud, probablemente (solo podemos presumirlo) en la vida eterna.

 

Pero de lo que quería hablar es de la simetría entre el fútbol y el cine; el arte y la cultura de masas. Solo desde el elitismo podemos denostar a unos en favor de los otros. Entre un alma sensible y un hincha desaforado hay mucha menos diferencia que entre un hombre y un mono (que ya es escasamente de un 2%). Probablemente les anima la misma pasión, o quizás no: la pasión es mayor en los hinchas. O quizás las armas sensibles entienden que su manifestación debe ser proporcionada a los sagrado de su devoción. Y esa pequeña diferencia es la cultura, algo que -en principio no está en los genes- a no ser como tendencia o como epigénesis. Final feliz y victoria son equivalentes. A veces nos preguntamos si en nombre del humor, del arte, se puede consentir cualquier manifestación, puesto que afecta al derecho de expresión en relación al derecho a la diginidad individual. No nos preguntamos -aunque lo aceptamos, sobre todo los políticos- si en nombre del fanatismo futbolístico se puede hacer cualquier cosa. Los grupos extremistas en el fútbol han sido ampliamente amparados por las directivas de sus clubes. Los políticos pierden el culo por hacerse la foto con los deportistas ganadores, y singularmente, con los futbolistas.

 

Ahora que el arte - tradicionalmente ontológico- ha roto la prohibición del movimiento y del devenir sería hora de que entendiéramos que Messi o Ronaldo son artistas del balón cuyas mejores jugadas debería figurar en los museos… firmadas por ellos mismos y no por el mensajero. Es curioso que el arte -que en el sentir popular acepta “cualquier cosa” como arte- no acepte una manifestación de arte evidentemente excepcional. Pero también es curioso que ahora que el arte ha prescindido de la belleza, esté yo reivindicando la belleza (cinética) como arte. Quizás nuestra afección a la belleza es más intensa de lo que pensamos pero también es posible que lo cinético todavía no haya alcanzado el estadio del arte-belleza y que merezca hacerlo. De una o de otra manera nuestra afección hacia la belleza no desaparecerá ni porque el arte la abandone, ni porque no se le reconozca a un arte del movimiento como el deporte.

 

El problema del fútbol (para mí que no participo de otras identificaciones) es que es poco denso. Las grandes jugadas tardan en aparecer. Podríais decirme que no todo lo que cuelga en los museos o se proyecta en el cine es excitante. Es cierto pero lo que es decisión de expectación en los primeros, es devoción o fanatismo en los segundos. Para los futboleros lo que está en cuestión no es la obra (el juego) sino el autor (el equipo). Comprendo que para los entregados eso no es sino emoción del resultado, pero reconozco que el guión (como se desarrolla la trama) me interesa poco. Pero eso no me autorizaría a denostar a los que viven su cultura de masas de forma distinta a la mía. Se llama tolerancia (aceptar lo que no se entiende), altruismo (ponerse en el lugar de los demás), proporcionalidad (no reaccionar desproporcionadamente), solidaridad (ayudar a los demás al margen de otra consideración). Esa virtudes femeninas, denostadas por el género hombre y que VOX y PP ignoran con firmeza. ¡Al fin y al cabo no estamos hablando, de qué color será el próximo gobierno, sino de cómo será el futuro!

 

El desgarrado. Mayo 2021.

 




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