» 08-11-2023

Animales racionales 11. Sociales/individuales.

Si el SXXI se distinguirá por algo será por el individualismo. La tensión individual/social ha ido aumentando hasta hacerse insoportable. Probablemente el mayor acierto del liberalismo capitalista -y que lo hace indestructible- es la entronización del individuo, el culto al ego, la competitividad a ultranza, el éxito como medida del ser humano. La peculiar democracia capitalista consiste en eso: nadie es más que tú; todo el mundo puede ser presidente. La igualdad es una traba porque cada uno puede llegar a la cima, pero “cada uno” no quiere decir todos. La ilimitación de las posibilidades de desarrollo personal es la bandera que hace ondear el capitalismo para engatusar a sus seguidores. El triunfo, la dominación, el poder, es una promesa (una posibilidad) que se hace a todos los humanos; alcanzarlo o no, es una cuestión personal. La igualdad consiste en la posibilidad generalizada de alcanzar la desigualdad real: el triunfo, la fama, el honor, el reconocimiento. Esa es la promesa y la apuesta triunfadora del capitalismo. Pero el capitalismo no inventó la sociedad (más bien inventó la individualidad), que ya tenía un largo recorrido. El capitalismo es como esos hipócritas  que ante dos equipos en liza recomiendan suerte para todos: un deseo imposible. Pura potencia, limitada como acto.

 

Porque las cosas no siempre fueron así. En el principio la desigualdad no era el fruto del esfuerzo personal (o de su ausencia), sino que ocurría por la gracia de Dios, de la cuna, de la fuerza, de la sabiduría, de la astucia… La desigualdad pertenecía al orden del universo. El modelo jerárquico estaba hecho a imagen y semejanza de Dios: uno manda y otros obedecen. La igualdad revolucionaria (democracia) consistió en negar ese orden natural. Platón incluyó entre los motivos de desigualdad… el azar, el hecho de ser el elegido de los dioses, o como en el caso de los judíos: el pueblo elegido. Pero el azar era igualitario como posibilidad y desigualitario como logro. En el juego de dados, el dado es todos los números… hasta que lo tiramos; entonces solo es uno. Y en esta posibilidad reside la igualdad. De alguna manera la responsabilidad de la desigualdad era del propio individuo porque la desigualdad era fruto del esfuerzo (o del azar).

Como en tantas otras cosas, empezamos siendo sociales en la esfera animal. Los chimpancés pigmeos (bonobos), descendientes de nuestros más próximos ancestros evolutivos, tienen una organización social muy desarrollada. Recogen casi todos los sentimientos y emociones  que conocemos, en tránsito entre el instinto y el entendimiento. Son jerárquicos, cooperativos, emotivos (que es donde desembocaron las prácticas de despiojamiento y acicalamiento), maternales, gregarios, etc. Incluso practican el intercambio de sexo por comida o estatus, en una primera forma de prostitución. Anteponer el pacto (la resolución pacífica de problemas) a cualquier otra violencia es la marca significativa de la socialidad. Biológicamente ya he comentado que el cerebro social lo opera la corteza cingulada al conectar los cerebros antiguos -ya existentes- y preparándose para futuras conexiones con los nuevos, en lo que podríamos llamar la socialización de los cerebros. Esa voz dada a otras instancias cognitivas (otros cerebros)  constituye el germen de la conciencia, que no es sino un diálogo interior entre cerebros diversos. Ser social es entender la existencia del otro como igual que yo (en la especie, es decir en una partición fina de lo biológico) pero distinto de mi en lo personal (con peculiaridades individuales). Esta comunidad de lo igual y lo distinto genera la esencia de lo social.

 

Pero lo social no acaba aquí. La cultura modela lo social animal hasta convertirlo en lo social cultural. Los sentimientos y emociones son modelados por la situación social cambiante y modelan a su vez su evolución. El origen de los grupos sociales es la familia, primero la familia nuclear y posteriormente extendida. Los jóvenes no se emancipan y se quedan en el grupo de cazadores-recolectores nómadas que en la segunda generación incluirá a los primos etc. se hace necesaria la regulación de las relaciones familiares (los sistemas de parentesco) germen de las instituciones sociales (Lévi-Strauss). Entre estos grupos se iniciará el intercambio de mujeres que se asentará sobre la prohibición del incesto. La trashumancia se hará cíclica lo que favorecerá el culto a los muertos al regresar cada año a los pastos, cotos de caza, y al “cementerio”, núcleo de los lugares sagrados. Los animales, que siguen a los hombres para carroñear sus excedentes, acaban por integrase en los grupos como domésticos. 

 

Con los primeros asentamientos agrícolas, se forman las tribus en las que el lazo familiar sigue siendo el determinante. La rapiña, la desconfianza hacia lo extranjero (otras costumbres, otras lenguas) y el rapto de mujeres dará lugar a la guerra (Homero) en forma de escaramuzas territoriales e incursiones de saqueo. La separación de los cazadores de los agricultores funda la especialización en el trabajo que se ampliará a los artesanos y los chamanes (administradores de la magia y de la religión). Se acentúa la colaboración entre individuos con distintos cometidos (el vestido requiere cazar, curtir las pieles, ensamblarlas, etc.). El papel distintivo entre hombres y mujeres se acentúa: los hombres cazan y hacen la guerra y las mujeres paren y cuidan primero a la prole y después a los enfermos, ancianos y a los hombres (cocinar, fabricar el ajuar doméstico, producir vestidos…). Los excedentes causados por la agricultura conforman el granero (objeto de deseo para la rapiña). La cultura tribal es ya un hecho.

 

Sobrepasar la cultura tribal (de gran estabilidad, hasta el punto que se prolonga en el tiempo hasta hoy) requiere de grandes cambios, un nuevo orden cuyo símbolo es la ciudad. En primer lugar sobrepasar la cohesión exclusivamente basada en el parentesco mediante la ideología (Harari). La ideología es un parentesco mental en el que en vez de compartir genes o sangre se comparten ideas y creencias (originalmente: tótem y tabú: Frazier, Freud). Esto permite que los grupos crezcan favoreciendo empresas comunes de ingeniería como las ciudades, las carreteras, las acequias, las murallas… en segundo lugar la institucionalización de la guerra como medio de relación natural entre grupos (Virilio) y que amuralla las ciudades. La jerarquía social sobrepasa el parentesco para establecer instituciones y clases sociales: machismo, monarquía, aristocracia, los ricos (poseedores individuales de excedentes), clase sacerdotal, clase artesanal, guerreros, comerciantes… Aparece la ciudadela -sagrada o política- como ciudad dentro de la ciudad que genera mayores excedentes debido a los diezmos, las primicias y los impuestos bélicos. Ya no solo se debe temer la rapiña exterior sino también la interior lo que origina la policía. Con la generalización de la especialización en el trabajo (clases) se produce el mercado que se extiende entre grupos distantes. Y así se construye  la ciudad: templo, palacio, muralla, mercado, ingeniería. Las primeras instituciones (parentesco, jerarquía) dan paso al derecho que regula de forma abstracta las relaciones entre ciudadanos. El decreto de Clístenes en 505 antes de Cristo, supondrá la topologización de las ciudades en barrios mas allá de los vínculos familiares y cacicales. Por la misma época nace la filosofía en Grecia que dará lugar a la democracia (de los patricios) y a la metafísica, que en su vertiente de sistema de pensamiento, dominará los siglos siguientes.

 

La tercera fase será la nación, que superando las ciudades-estado supone la centralización del gobierno y la religión para un conjunto de ciudades separadas por campos de cultivo (ciudad/campo). Las instituciones se multiplican necesitando un funcionariado que se erige en clase. La sojuzgación de la mujer aumenta  exponencialmente. El Progreso multiplica la división del trabajo creando nuevos oficios agrícolas, comerciales e industriales. Las diferencias sociales se amplían y con ellas la desigualdad. El individualismo se acrecienta de acuerdo con la frase de Foucault: “El hombre es un invento reciente”. Los enfrentamientos sociales: laborales, de género, sexuales y coloniales se generalizan a la par que surgen nuevos colectivos en conflicto. Todo ello no necesita mayor explicación puesto que es la fase en la que estamos, dado que la cuarta fase, la sociedad de naciones no ha llegado ni se la espera (a no ser que se quiera identificar con el esperpento de la ONU). Todo lo expuesto es un relato que no tiene porque coincidir con los hechos pero que sirve perfectamente para expresar como pudo ser, lo que es suficiente para los fines de esta entrega. 

 

El ser humano es social antes que individual, tanto biológicamente como culturalmente (Marx, entre otros). Sin embargo el talante analítico del pensamiento masculino hace que lo entienda como individuo antes que colectivo, enmarañando la comprensión de lo social. Las virtudes características de lo social: altruismo, solidaridad, empatía, generosidad, caridad… se  tratan en la vía de ser entendidas desde lo individual, lo que resulta imposible. Su germen está en lo biológico pero el grueso de su génesis es cultural. Como sentimientos y emociones que son pueden ser entendidas por el lóbulo frontal (el entendimiento) pero residen en el sistema límbico (el cerebro de los mamíferos) en donde encuentran su plena significación. Resumiendo: que la razón tiene poco que rascar.  Por otra parte la metafísica (como sistema de pensamiento) pasa de puntillas sobre temas como el amor, el humor, el candor, el juego para los que no tiene argumentos y que le resultan irracionales. El amor es en síntesis un vínculo social (Lorentz); el humor es una institución cultural que desconecta lo racional cuando resulta insoportable. El candor -contra todo pronóstico- deposita la verdad en objetos topológicos y sujetos con autoridad o, con relaciones afectivas estrechas. El juego, finalmente, desprecia la finalidad (y por tanto la causalidad) para convertirse él mismo en fin. El sistema metafísico racional admite con ligereza grandes irracionalidades en su seno.

 

Más allá de las relaciones sociales simples (convivencia, coexistencia, armonía…) grandes pensadores han encontrado lo social en relaciones aparentemente alejadas de ello. Marx definió la relación laboral (el trabajo) como “la” relación social fundamental; Virilio entiende la guerra como una relación social (que más allá de la moral) relaciona a grupos opuestos. El sicoanálisis (Freud, Lacan y seguidores) entienden el género único: el masculino, siendo el femenino una anomalía del primero (la ausencia de pene) en aquella magnífica formulación: “el falo es la premisa universal del pene”.  Lo social no es una manifestación caracterológica o biológica sino que es una estrategia de supervivencia cultural (en el sentido de no biológica), sin embargo, se convierte en una lucha desenfrenada por la dominación y el poder (que es la única situación de seguridad total y por tanto garantía de supervivencia). En cuanto se pierde de vista su esencia todo se hace irracional. Además -como ocurría con los distintos cerebros- lo biológico y lo cultural se oponen en el distanciamiento. La lucha entre lo individual y lo social está servida. 

 

El desgarrado. Noviembre 2023.




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