» 29-10-2023 |
Fue Marx quien estableció las relaciones comerciales como resumen y esencia de las relaciones sociales (“El fetichismo de la mercancía (y su secreto)”. Karl Marx y Anselm Jappe. Pepitas de calabaza editores, 2014). Metafísicamente hablando podríamos decir que la categoría príncipe entre las categorías aristotélicas que definen la metafísica, no es el ser (la sustancia) sino el comercio, el intercambio de mercancías, que relativo a las categorías aristotélicas sería la conjunción de relación, posesión, espacio y tiempo… respecto a los bienes de intercambio. Existen cuatro tipos de mercancías (aquello que se intercambia en el comercio): bienes y servicios, medios de producción, trabajo y dinero y en el proceso de intercambio se produce la fetichización de la mercancía. En sicoanálisis se llama fetichización a la desviación del deseo a fines en principio ajenos a su objeto. Como por ejemplo los zapatos de tacón como objeto de deseo sexual. La mercancía -cuyo objeto es identificar aquello que va al mercado para ser intercambiado- se convierte en objeto de deseo, de posesión y de relación espacio-temporal al margen de su valor y su destino como mercancía comercial. Pero todas las metafísicas necesitan un mecanismo de obtención de equivalentes (principios) universales, generalmente obtenidos por abstracción (aunque no siempre). El comercio como metafísica nos propone tres: la relación comercial como equivalente universal de las relaciones sociales; la mercancía como equivalente universal del intercambio comercial y el dinero como equivalente universal del valor. Nuestra metafísica del comercio ya está armada.
Será Baudrillard el que rematará esta construcción de una nueva metafísica del comercio (sin nombrarla) en “La génesis ideológica de las necesidades” Anagrama, 1964 con su distinción de nuevos tipos de valor. Marx había distinguido entre valor de uso (el valor intrínseco de la mercancía: el valor de utilidad) y el valor de cambio (el valor que a la mercancía se le concede en el mercado en cuanto bien de intercambio). Baudrillard añadirá dos valores más: el de cambio simbólico y el de signo. El primero es el valor de las relaciones humanas simbólicas, desarrolladas socialmente y el último es el valor icónico que tienen las mercancías para los otros y para uno mismo. Si tomamos un aro de metal, éste podrá encarnar cualquiera de los valores. Si lo utilizamos para sujetar un papiro encarnará el valor de uso; si lo intercambiamos por dinero (compra-venta) u otras mercancías (cambalache) encarnará el valor de cambio; Si lo utilizamos como símbolo del enlace matrimonial (la alianza) se situará en un valor de cambio simbólico y si luce magníficamente en el dedo de un magnate se habrá convertido en signo de su poder, en valor de signo.
Todos estos valores enmarañan la inicial relación de utilidad establecida entre la mercancía y su valor hasta hacerla irracional. Mientras la ferretería (cualquier tienda especializada) o el mercado de abastos serían los mercados del valor de uso (siempre y cuando el mercado sea estable y libre de simbolismos sociales o signos icónicos), la bolsa representa a la perfección el mercado del valor de cambio en el que ya las cosas no valen por lo que son (acciones, letras o deuda del estado con un valor nominal) sino por su valor expectante o especulativo, el valor del deseo interesado y por tanto fetichizado. La especulación con divisas (dinero) también escapa a la simple equivalencia de valor útil remitiéndose a un posible valor de futuro (expectante) o de cambio (especulativo) que esconde un plusvalor. No otra es la situación del trabajo asalariado en el que la plusvalía es escondida por el empresario para apropiársela rompiendo la simple equivalencia de la remuneración del esfuerzo físico (trabajo abstracto) por dinero. Los medios de producción (maquinaria y herramienta) también pierden su original equivalencia simple. Mediante la amortización esconden un plusvalor que de nuevo es escamoteado al trabajador/vendedor de fuerza de trabajo.
El “precio fijo” fue la bandera de los grandes almacenes del SXIX en cuanto se oponía al regateo, práctica común entonces… y ahora en muchas culturas. El regateo introduce la habilidad del comerciante en el establecimiento del precio, que como para el comprador es una cuestión de deseo, es susceptible de ser variable. Si pensamos que la utilidad viene determinada por la necesidad o el deseo, el regateo es una forma de fijación del valor expresamente escenificada y a caballo entre el valor de uso (intrínseco) y el valor de deseo o necesidad (extrínseco). El precio fijo acabó con el regateo por parte del comprador pero no por parte del vendedor que ante la escasez o el monopolio puede variar sus precios “fijos” unilateralmente en lo que llamamos ley de la oferta y la demanda. El precio depende de las circunstancias del mercado y el valor de su situación ideológica/simbólica/icónica.
Los actuales instrumentos financieros han alcanzado un grado de sofisticación tan alto que solo los expertos son capaces de comprenderlos (y la ignorancia incluye a los políticos que siempre llegan tarde a la hora de regular los mercados). Explicar lo que es el mercado de futuros o el Swap excede los límites de este blog (aunque no será un spoiler avanzar que se parece más a un mercado de apuestas que a uno de valores), pero analizaré brevemente la deuda como mecanismo financiero de creación de riqueza. Se dice que uno no vale por lo que tiene sino por lo que debe. Es decir, mejor que capital es tener capacidad de endeudamiento. La deuda es un mecanismo de creación de riqueza (ficticia) simplemente por aumento del flujo del dinero circulante. La creación de riqueza tiene límites físicos (la disponibilidad de materias primas, la tecnología, el mercado, etc.) pero como el producto de la creación de riqueza es el aumento del dinero circulante, si se aumenta este aumentará (ficticiamente) la riqueza. La deuda consiste en gastar hoy la riqueza que generaremos mañana. Pero ¿de donde sale ese dinero fresco? De los bancos que prestan el dinero que es a la vez el depósito de sus clientes. Es, por tanto a la vez dos formas de riqueza dineraria: ahorro y crédito. El límite de la cantidad de depósitos que los bancos pueden prestar a crédito sin que se ponga en peligro la garantía de los depósitos es el apalancamiento. Los bancos quieren que el apalancamiento sea mínimo y los gobiernos que sea suficiente. Una de las causas de la crisis financiera de 2008 fue la disminución del apalancamiento de los bancos, que creo que en la actualidad es del 8%. En caso de hecatombe financiera será el Estado el que garantice los depósitos como ocurrió en 2008.
El mecanismo de la deuda es infinito y solo se detiene cuando la confianza de los acreedores en cobrar sus réditos se tambalea, lo que ocurre en situaciones de crisis (guerra, catástrofes naturales, inestabilidad de los precios). Es entonces que se produce una crisis (se suscita) , que no es sino la situación forzada por los acreedores de suspensión de los créditos. De una crisis no se sale por medio de la economía sino por medio de la sicología, cuando los acreedores se “acostumbran” a la nueva situación de deuda desmesurada y a la posibilidad de impago, tras comprobar que, a pesar de la crisis, el mundo sigue). Los mercados de futuros (transacciones de mercancías inexistentes hoy) participan totalmente del mecanismo de la deuda: un adelanto de la riqueza futura. Que la deuda es riqueza, lo muestra la economía USA que es la más endeudada del mundo. La irracionalidad de que el mismo dinero figure dos veces en los balances, como ahorro y como crédito es patente. Basar la riqueza de las naciones en dinero ficticio, otro tanto. El mecanismo de oferta y demanda (cuyo descarrilamiento produce la inflación) solo es racional para los liberales cuya meta no declarada es desposeer a los estados de cualquier poder económico en beneficio propio. Su autonomía es nuestra pobreza. El consumismo (como medio de que el dinero circule) basado en el fetichismo de la mercancía, es irracional.
Pero también es irracional que unos bancos y unas energéticas que han tenido los mayores beneficios de su historia se lamenten airadamente (con argumentos realmente endebles, lo que hace pensar en su escasa solvencia intelectual) de tener que pagar impuestos (se ha anunciado que se prorroga el impuesto), cuando esos beneficios se han producido durante la vigencia del impuesto (ni siquiera es una proyección a futuro). Como es irracional chantajear al Estado amenazando con irse a otra patria a hacer beneficios cuando esas otras patrias están viniendo a España en busca de beneficios. Es evidente que el patriotismo que luce la (ultra)derecha política no tiene un remedo en el que lucen las fuerzas económicas que respaldan. En el procés ya vimos como las empresas demostraban su patriotismo huyendo en desbandada de Catalunya cuando olieron que la cosa podía ponerse fea. El dinero no tiene patria… ni vergüenza. Los depósitos en paraísos fiscales aumentan sin cesar (sin que los gobiernos hagan absolutamente nada). El número de millonarios crece mientras el número de pobres se multiplica. Los bancos pagan efectivamente el 4% de impuestos (de un nominal del 35%) mientras una familia media paga cerca del 20%. Los directivos bancarios y societarios (los gestores del capital) tienen sueldos de escándalo (autootorgados) es de suponer que por la defensa numantina que hacen de los beneficios de los accionistas. La desigualdad es la meta de la economía. ¿Se puede pedir más irracionalidad?
El desgarrado. Octubre 2023.