» 01-11-2023

Animales racionales 6. Filosofía y ciencia. Kant.

Entiendo por Filosofía una teoría del todo, analizado desde el entendimiento, en las tres instancias que ya determinó la filosofía griega y corroboró Kant: lógica (reflexión), ética (acción) y física (mundo, naturaleza) y que, a diferencia de la ciencia, no contrasta sus resultados con la realidad. Hija de la metafísica (como la propia ciencia) y hoy en día acosada por la neurociencia, que nos promete un conocimiento exhaustivo de los procesos mentales, la filosofía (depositaria de la sabiduría durante siglos) no se encuentra en sus mejores momentos arrinconada por la ciencia y excluida de los programas de estudios reglados. Kant zanjó la polémica entre racionalismo y empirismo enlazándolos en el proceso cognitivo: los datos sensibles registrados a posteriori (intuiciones) se unen a los conceptos del entendimiento tomados a priori, en una síntesis que propone la realización simultánea de ambos procesos (los datos sensibles está ya categorizados). Las acciones “instantáneas” newtonianos pasan factura. 

 

La neurociencia es más realista y considera el proceso de recogida de datos del mundo (física), que conduce a la reflexión (lógica), para iniciar la acción (ética) eficaz sobre el mundo (física)… como procesos sucesivos y circulares. Podemos entender este proceso como la “racionalidad”. La evolución dotó al ser humano de un proceso que superando el efectivo “prueba/error” interioriza la prueba (haciéndola mental) en un a modo de simulación cuyo resultado será el que se aplicará al entorno. Para ello lo primero que tiene que hacer la mente es modelizar el mundo en la mente de modo que sea manipulable. El mundo es percibido por los sentidos y transformado (modelizado) en la moneda que usa el cerebro: los impulsos neuronales. Lo que equivaldría al entendimiento kantiano, manipula estos impulsos añadiendo otros impulsos interiores (memoria) y exteriores (entorno) hasta obtener una solución que “entiende” que puede ser eficaz. Se produce entonces la desmodelización convirtiendo esos impulsos resultantes en órdenes motoras que actúan sobre el entorno (el mundo). 

 

La evolución -tal como la entendió Darwin- no tenía en cuento el entorno, el contexto tal como deseaba Lamark, bastándose con la mutación (cambio genético) y selección natural (persistencia del rasgo mejor adaptado). A estos dos procesos se añadirían la recombinación genética no sexual (propia de las bacterias) y la cooperación (Margulis) que dio lugar a la célula como cooperación entre entes con funciones previas determinadas, reunidas en una simbiosis de gran fortuna histórica. Pero lo que llegó después supuso una revolución: la epigenética. El entorno es incluido en la evolución pero no directamente como pensaba Lamark, sino indirectamente, apagando la operatividad de ciertos genes (como si de un interruptor se tratara) y modificando así la genética (mutación temporal) por causa de estímulos exteriores. Que el proceso sea temporal no impide que pueda prolongarse en el tiempo indefinidamente. El mecanismo evolutivo se convierte así en una máquina de gran sensibilidad tanto a la genética recombinada sexualmente, como al entorno cambiante inmediato, como a la adaptación a largo plazo por selección natural, como a nuevas estructuras de cooperación y finalmente sensible a las mutaciones genéticas azarosas. Es esta compleja maquinaria la que será capaz de lograr el milagro de la inteligencia. 

Los problemas que hoy afrontamos no son los que afrontó Kant. En una fase ontológica de la metafísica (en la que el ser, la sustancia es la categoría principal), sin ni la más mínima noción de cómo las percepciones se convierten en imágenes mentales que se relacionan entre sí, con serios problemas para asimilar lo espiritual, más allá de lo material como trascendental, ante una diferencia heredada de Platon entre apariencia y esencia (que él transformará en fenómeno/noumeno), sin la más mínima posibilidad de atisbar que solo existen procesos físicos y que lo espiritual es simplemente inmaterial y producto de esos procesos… ante todo esto Kant decide dar protagonismo al hombre como agente activo de la intelección, y prescindir de sus sentimientos, emociones, pasiones e inclinaciones, tanto como como de un Dios cuyo temor inspira los comportamientos humanos. Pero además Kant quería acabar con la metafísica como ciencia, pues entendía que el conocimiento trascendente del alma, del mundo y de Dios no encajaba en la teoría de la cognición, aunque necesitaba encontrar su lugar, que Kant decidió que fuera la ética. La metafísica sería así una teoría de la acción y no de la cognición.

 

El principal problema de la filosofía -como de toda forma de conocimiento (a mi modo de ver)- es el establecimiento de universales. Para inferir leyes que controlen el universo es necesario que estas leyes sean aplicables a todos y a todo. Existen diversas formas de obtenerlos. La metafísica clásica opta por la abstracción que es la simplificación de cualquier colectivo de datos sensibles (susceptibles de ser independizados) hasta que sean homogéneos. De todos los perros físicos existentes debemos abstraer el concepto perro que los unifica. Ese concepto es el que el entendimiento opera como representación de todos los perros. Cuando pensamos en perro en general, recurrimos a este concepto. El concepto se define por un listado de características que cumplen todos los perros que conforman su definición y los constituyen en clase. Se llama abstracción porque “poda” a los perros de características accesorias para quedarse solo con las fundamentales. Esta abstracción no deja de ser una clasificación discreta en un mundo continuo y en los límites de la clase (en que el perro debe distinguirse del lobo, del coyote, etc.) las clases colindantes se confunden. ¿Cuando deja un arbusto de serlo para convertirse en árbol? Siempre podemos introducir nuevas subclases en esa división infinita del continuo natural. La confusión en los límites y la subclasificación infinita son sus talones de Aquiles. 

 

Podemos contemplar otras formas de universalización. Agambem defiende el paradigma. El paradigma es un caso particular que tiene valor de caso general. Se parece al ejemplo: un caso concreto que trata de explicar la generalidad de los casos. Kant tuvo una seria prevención en contra de los ejemplos pues consideraba que no eran suficientemente explicativos y que solo por el afán de popularizar la filosofía tenían sentido, popularización que él, en su atalaya, consideraba innecesaria. Agambem recoge la objeción y la asume interpretando que Kant apreciaba más el ejemplo de lo que daba a entender . Pero la abstracción se opera por la imposibilidad de contemplar todos los casos particulares a la vez. Un listado de todos los perros particulares conformaría la clase de los perros (una base de datos: Manovich) pero sería inoperable… hasta la llegada de la computación. La computación puede operar con conjuntos indefinidos de datos en tiempo razonable. No es necesario operar con el concepto de perro (el perro abstraído de todos los perros concretos), si podemos operar con todos los perros concretos a la vez. Para el caso ideal de infinitos casos deberíamos abstraer clases más finas de casos.para poder operar con clases de clases, pero el ajuste de especificidad podría ser tan fino como quisiésemos (teoría de errores) mejorando la universalización aunque no podemos perder de vista que las clase nunca son infinitas.

 

Con el tema de la universalización de las muestras -y estrechamente relacionado- está el problema de la representación. La representación es la presentación sustitutoria de una cosa por otra, con la que tiene una afinidad manifiesta. En el proceso de cognición se plantea la “traducción” de los datos sensibles de la naturaleza en una representación mental que resulte más operable. Es lo que se produce en la visión o en cualquier otra percepción sensorial. El objeto material de la naturaleza es ingresado en nuestra mente (cerebro, sistema nervioso, inteligencia, entendimiento, alma. Lo mismo da) como una imagen mental o correleto inmaterial (hasta cierto punto) compuesta de impulsos eléctricos o compuestos químicos. Tal como Kant enseñaba no conocemos como es el mundo en sí (noúmeno). Solo podemos conocer la imagen que de él formamos en nuestra mente. Esa representación mental no es igual a su correlato natural pero puede servir operativamente si establecemos un vínculo estable entre representado y representación (lo que haría Saussure en el campo del lenguaje vinculando significante y significado). Kant distinguió entre la imagen mental y el concepto empírico es decir entre la imagen que recoge cada caso particular de la naturaleza y el concepto que ya ha abstraído de todos esos casos el concepto general Pero no nos dijo como se había producido esa abstracción. De hecho divide ese concepto en empírico (no universal) y puro (universal) en una mutación no suficientemente explicada. Ni que decir tiene que esa representación, esa imagen-concepto mental aparentemente inmaterial (espiritual), será la piedra de toque de toda filosofía y toda concepción trascendente del universo.

 

Rancière tercia en esta situación con el concepto de “partición de lo sensible”. Antes de que las cosas sean pensadas (reflexionadas) son “ordenadas”, dispuestas en clases (lo que significa una decisión previa y una toma de partido). Esta clasificación (partición, división de lo sensible) puede perfectamente ser comparada con lo que los estadísticos llaman el universo (la población objeto de estudio, el campo de acción). Si hacemos una encuesta telefónica el universo que hemos escogido es el de la población que tiene teléfono, es decir hemos sesgado la muestra antes de empezar a trabajar. Para Rancière esta “partición de lo sensible” es más importante que cualquier tipo de reflexión que hagamos sobre el tema en estudio. No cabe pues procurar que las clases sean universales sino que el universo escogido sea el adecuado. La inteligencia del homínido empezó por clasificar y ordenar los objetos de la naturaleza. ¡Todavía no había empezado a pensar y ya había manipulado la muestra! La manipulación es previa a la cognición, por lo que es imposible hacer razonable la manipulación, la dominación. El ser humano fue antes dominador que ser humano (si entendemos que nuestro rasgo definitorio es la reflexión). ¿Quién quiere la razón cuando puede tener el poder (la dominación)?

 

Kant expulsó la metafísica (el estudio del mundo, del alma y de Dios) del campo de la cognición. Todo lo que entendemos como trascendente, meta-físico, no pertenece a lo inteligible puro. Pero para él la razón es una facultad, una función:  la facultad de operar con ideas. ¿En que se diferencia del entendimiento (la facultad de operar con conceptos o categorías)? Pues en que la razón opera como sensibilidad y entendimiento a la vez. La razón no es solo cognición sino entendimiento (conceptos) aplicados a datos sensible (intuiciones)., La razón opera con la conjunción del mundo sensible y el inteligible, del entendimiento y el mundo. La razón abarca todo lo que es susceptible de ideas: desde conceptos a intuiciones, desde emociones y sentimientos a  objetos metafísicos. La razón comprende todas las facetas del ser humano. En pocas palabras: la razón kantiana no es razonable. No sería aventurado decir que es irracional.

 

El desgarrado. Noviembre 2023.




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