» 15-11-2023

Animales racionales. 14-2. Arte. El arte pone orden. La ruptura de simetría. Los atractores extraños.

Tanto en el mundo como en la mente (huérfana de instinto), al principio, existía un todo indiferenciado, un desorden uniforme, todas las probabilidades abiertas, la certeza cero. Los físicos utilizan el mecanismo de la ruptura espontánea de simetría para explicar porque el mundo se decide en un momento determinado por una opción concreta de entre varias igualmente probables; Un mundo uniformemente desordenado es indistinguible de un no-mundo. Nada nos permite observar su existencia. No tenemos comparables. Al igual que el movimiento uniforme es indistinguible del reposo, la uniformidad existencial es indistinguible de la inexistencia. En la misma situación se hallaba la mente pensante en los albores de la humanidad. Afortunadamente el instinto estaba allí para evitar la catástrofe. Sin relaciones necesarias el mundo no era pensable. Era preciso romper la simetría a favor de las relaciones necesarias, establecer esa primera relación necesaria que pudiera originar las demás (siempre el problema del origen). Pero las primeras relaciones necesarias no eran pensables puesto que son anteriores al pensamiento. No quedaba otro remedio que fueran manipulables (es decir establecidas en lo real y no en lo mental). Y ese fue el papel de lo que luego sería conocido como artes. 

 

El orden imaginario puede ser espacial o temporal aunque el orden sucesivo de la percepción introduce un elemento de temporalidad mucho más marcado. En seguida se vio que no todos los órdenes son iguales. Existen órdenes naturales –mucho más fáciles de recordar o de inducir- y ordenes “artificiales” creados por necesidad o por interés, pero difíciles de manejar. Cardinalidad, ordinalidad, taxonomía, jerarquía, ordenan el mundo en un intento de darle sentido. Pero hubo  unas rupturas de simetría, unos modos de orden que se impusieron de forma natural. Podríamos decir que son formas de orden natural o absoluto y precisamente se producen en lo que luego conoceremos como artes. 

 

El primero de ellos es el ritmo. El ritmo ya existía en el interior del homínido: el latido del corazón, sólo hubo que traspasarlo a lo real. El ritmo es una cenefa temporal. Es predecible. Y predecir es conocer. La sucesión del día y la noche, de las estaciones, de la calma y la tempestad. No sólo existía en los sonidos. También se manifestaba en el lenguaje corporal, en los dibujos de la naturaleza (espacialmente), en la sucesión de acontecimientos. El sonido del tam-tam debió anunciar la llegada del hombre. El ritmo es una sucesión temporal previsible (orden, al fin). El ritmo nos arrastra, habla con el cuerpo. Una vez que se han sucedido tres sonidos al mismo ritmo la simetría se rompe en favor de un nuevo e idéntico espacio temporal. La dificultad y la urgencia de obtener relojes nos habla de esa ausencia de ritmos fiables y evidentes en la naturaleza. El ritmo es la primera puesta en orden, por el hombre, en la naturaleza. El ritmo rompe la simetría de los acontecimientos sucesivos en favor de una sucesión predecible y determinable. 

 

En música ese orden natural es la melodía (en el tiempo) y la armonía (en el espacio) dentro de un ritmo. La octava es un universal. Cualquier oído se percata de que se trata de la misma nota en distinta altura (escala). De ahí surgirán las distintas divisiones en cinco, siete, doce, veintidós, (etc.) notas. Pero de inmediato entre esas notas se establecen relaciones diferenciales. La tónica melodiza con la quinta y la cuarta (además de con la octava). Es como un atractor para ellas. La simetría se ha roto y se establece una afinidad entre ciertas notas. Con la armonía sucede lo mismo, pero en simultaneidad en vez de en sucesión. La voz masculina y femenina armonizan especialmente a una octava de distancia. A parte de la octava, de nuevo la quinta y la cuarta establecen lazos especialmente armoniosos. Todo dentro de ese corsé que es el ritmo. 

 

En primer lugar el ritmo establece una relación necesaria entre los intervalos de tiempo que separan determinadas pulsaciones (de una vibración). En segundo lugar la melodía. Ésta establece una simpatía entre algunas notas (debido al fenómeno físico de compartir armónicos) que establece una atracción entre las notas, que impulsa a que se resuelvan de determinada manera. Según se produzcan sincrónicamente o sucesivamente, las leyes que ordenan dichas relaciones necesarias son la armonía y la melodía. La armonía es sincrónica, temporal o vertical. El ritmo y la melodía son diacrónicos, espaciales u horizontales. Para el ritmo, la ley es la similitud de espacios temporales en tanto que para la armonía y la melodía la ley es la similitud de armónicos aunque una en el espacio y otra en el tiempo.

 

La música no tiene una dimensión de profundidad como la poesía, no tiene argumento. Como en el caso anterior la facilidad de memorización de la música es monumental. Con toda facilidad podemos conservar en la memoria miles de melodías que suponen cientos de miles de notas cada una. Debe ser difícil encontrar un mejor sistema de almacenamiento de registros. 

 

En danza es la gracilidad. La gracilidad es una mezcla de composición y equilibrio dinámico. Al intervenir el movimiento la composición se debate entre el equilibrio (la posición) y el desequilibrio (la pirueta). El enemigo es la gravedad a la que hay que retar. Pero hay otro factor: la armonía (sincronía). La danza se realiza en pareja o en grupo, y requiere la armonízación de los movimientos. La danza puede prescindir de la música pero no del ritmo. La cadencia de los movimientos, la sucesión ordenada en el tiempo es el pié forzado de la danza al igual que en la música.

 

Pero también podemos pensar en la danza como algo que no tiene que estar  ligado necesariamente al ritmo musical, sino que se sirve de él. La danza es una abstracción de la realidad  ¡realizada por el cuerpo! ¡Es posible que el cuerpo (lo opuesto al alma) pueda evadirse de la realidad? Pocas cosas son tan poco abstractas como el cuerpo… a priori.  Pero podemos pensarlo de otra manera. Igual que la poesía utiliza el lenguaje para descontextualizarlo (huir de la función en favor de lo etéreo, lo metafórico, lo simbólico) la danza huye del cuerpo funcional para adentrarse en el cuerpo astral. No estamos hablando del cuerpo que funciona, que sirve, - el cuerpo biológico - estamos hablando del cuerpo metafórico, del que desprecia la función para zambullirse en la ensoñación. La danza es una metáfora del cuerpo. Es la poesía de nuestra materialidad más explícita. Es el sueño del cuerpo.

 

Desde esta perspectiva, la danza no tiene que ver con la música. La usa como las pintura usa el lienzo. Como un medio a su alcance. Pero la danza es otra cosa . Es el cuerpo liberado de la función, el cuerpo an-orgánico (Deleuze), el ideal del cuerpo. La danza es la abstracción del cuerpo.

 

La danza está estrechamente emparentada con la arquitectura. Las dos luchan (se nutren) de la gravedad. Pero no solamente de la gravedad (que las devuelve al suelo) sino de la eficacia de los materiales que utilizan. La arquitectura, de los materiales de construcción: piedra, madera, metal, y la danza, del cuerpo: elasticidad, fuerza, potencia. La danza -y también el deporte, salvando la diferencia grácil- domeñan el cuerpo pero con distintos fines. El deporte necesita ganar. La danza seducir. Solo existe un arte que sea naturalmente erótico. Es la danza. La danza es la orgía del cuerpo grácil.  La más atrevida de las artes. La más abstracta . La menos  conocida.

 

En arquitectura es el equilibrio gravitatorio y por tanto la simetría. La ruptura de simetría se decanta por el equilibrio (el desequilibrio desasosiega) y el equilibrio supone la simetría, como en la balanza. La gravedad establecía una relación necesaria al individualizar el eje arriba-abajo frente a los ejes delante-detrás y derecha izquierda. Los objetos pesados siempre caen en la misma dirección. El apilamiento de cualquier clase es ancho en la base y disminuye hacia la altura. La pirámide es el paradigma de la estabilidad, el equilibrio, El camino (escalera) hacia el cielo. La balanza se equilibra si los brazos y los pesos son iguales. Las cosas no se mueven si no se las toca (o no se las hechiza). De la gravedad se infiere el equilibrio (estático) y la simetría. El mito de la torre de Babel nos explica cuanto enloqueció a la humanidad la conciencia de la arquitectura. ¡La arquitectura igualaba Dios al hombre!. 

 

En plástica es la composición para el dibujo, la complementariedad de los colores para el color y el equilibrio para las masas. La composición establece relaciones entre las lineas principales del dibujo. Relaciones que deben ser fáciles y amables.  Deben integrarse para formar un conjunto. La complementariedad de los colores exige que los colores se dispongan de acuerdo a una norma de complementariedad hoy en día perfectamente establecida pero descubrible intuitivamente. Las masa, (forma y color) deberán equilibrarse de acuerdo con su peso relativo de modo que la composición de masas quede equilibrada. Es similar a la de la arquitectura pero con mayor libertad. La simetría sería una forma entre muchas de equilibrio de masas (la más elemental). Cualquier disposición que cumpla la ley del momento (la suma de los productos de las masas por las distancias deben ser iguales a ambos lados del dibujo). En resumen que el dibujo no gire. Que se mantenga en equilibrio.

 

La plástica se relaciona con la semejanza de forma intensa. Hemos de recordar que la semejanza no es una relación que rompa la simetría (no hay atracción por una u otra de las infinitas modulaciones que se extienden entre la identidad y la abstracción total). Solo los dos extremos del abanico establecerían relaciones necesarias... en el caso de que fueran alcanzables, pues no dejan de constituir límites inasumibles del espectro.

 

 

En Poesía el orden natural es la rima y el acento. Afrontemos el siguiente problema. En un planteamiento exclusivamente formal cualquier palabra (sonido) puede seguir a otro, si no existen relaciones necesarias. Todos los sonidos son equipotentes. Es necesario romper la simetría para decidirse por uno de ellos y salir de la incertidumbre.  La rima rompe la simetría. La rima genera una atracción entre una palabra y la (las) que rima con ella. La rima determina un atractor que escoge entre múltiples posibilidades, una en concreto. Esta ruptura de simetría rompe la igualdad de posibilidades para distinguir unos sonidos sobre otros. La incertidumbre desciende. Las opciones disminuyen. Antes de que surjan las leyes sintácticas y semánticas, ya existe una querencia que hace que un sonido reclame a otro que rima con él. Musical o vocalmente. Entendemos la poesía ligada al lenguaje pero el lenguaje Hmmmmm debía tener una musicalidad (cadencia, acentuación) anterior al lenguaje simbólico. Para un homínido con escasa memoria simbólica las cantinelas de las formulaciones Hmmmmm debieron ayudarle enormemente a recordarlas (como los escolares aprenden de memoria cantando o rimando).

 

 

Aquí se presenta una contradicción. ¿Si la palabra se desarrolla con la inteligencia, cómo es posible que sea previa al sentido? “En el principio era el verbo y el verbo estaba en Dios y el verbo era Dios”. Efectivamente la palabra es previa al sentido. El parloteo de la madre con su bebé, la canción de cuna, la onomatopeya emotiva. El lenguaje se origina como nexo social y no como vehículo del sentido. La humanidad nace social y el lenguaje es un remedo de las pautas de despiojamiento, acicalamiento o acariciamiento. Su misión es unir al colectivo. Solo posteriormente el lenguaje se convertirá en vehículo privilegiado de sentido e información. Esa ruptura de simetría, esa caída en lo necesario se manifiesta de manera palmaria en esas reglas nemotécnicas (por supuesto rimadas) con las que facilitábamos la memorización de pasajes especialmente difíciles de cualquier materia docente en la infancia. Esa consecuencia añadida de la facilitación de la memorización la volveremos a encontrar en otros artes. La caracterización que hemos hecho de espacial y temporal podría haber sido, también, sincrónico y diacrónico o vertical y horizontal. En este último caso el sentido representaría la profundidad. No quiero, con ello, afirmar que son precisamente tres las posibilidades de ruptura de simetría. Como en la naturaleza otras dimensiones podrían estar enrolladas e invisibles a nuestra percepción. Por otra parte, y como luego veremos, los atractores se multiplicarán en el desarrollo evolutivo de las artes hasta constituir una pléyade. La peculiaridad de estos primeros es que se desarrollan previamente a la aparición de la inteligencia simbólica, coexistiendo con la inteligencia imaginaria.

 

La escultura es el arte que más dificultades presenta en su registro arqueológico. La categoría -tan claramente definida en la actualidad- se desparrama en manifestaciones diversas en la prehistoria. De entre las formas que adquiere, podemos destacar: los adornos corporales (auténtico body bulding) que incluyen desde los adornos de individualidad, socialidad y jerarquía hasta las deformaciones de labios y orejas, pasando por las escarificaciones y oclusiones; los amuletos de caza, portátiles, pequeños, naturalistas destinados a dar suerte (omnipotencia de las ideas); los amuletos de fertilidad; los gravados de bulto, oportunistas (aprovechando una insinuación natural), los ajuares funerarios, etc. Todos ellos coinciden en su descontextualización (excepto los grabados de bulto) lo que les permite la portabilidad, y su carácter de invocación (llamar al futuro), evocación (recordar el pasado), además del naturalismo, pues sin parecido no hay invocación/evocación posible.

 

La exactitud de la representación no es determinante (la mimesis no es un fin es un medio), ya que inciden otras consideraciones que la exacta reproducción de la realidad. De hecho es una caricatura de la realidad. Se centra (y agranda u obvia) en aquello que le interesa, aquello sobre lo que versa su discurso. En la magia en ausencia la mimesis es fundamental, pues debe representar al objeto del sortilegio. Dos cosas con la misma forma son la misma cosa. Lo que se realice sobre una se realiza sobre la otra. El vehículo de la representación es la invocación o la evocación (materializada en la forma) que, por tanto, debe cumplir unos mínimos requisitos de parecido (aunque sea analógico o abstracto), en una palabra metafórico. Como en la poesía, debe producirse una consonancia entre el objeto y lo real que puede ser tan asonante como se quiera, con tal de que no peligre la identificación.

 

¿Donde reside la ruptura de simetría? Parecería que en la mímesis. Es el parecido el que hace que un amuleto sirva para la caza o no, e incluso para un tipo determinado de caza. El parecido puede ser metafórico o metonímico (la parte por el todo), pero debe ser una representación reconocible de lo que se invoca/evoca. Pero si la mímesis sólo tiene que alcanzar al reconocimiento del objeto, sin perseguir la exactitud, quizá no es la mimesis el atractor sino la representación metafórica o metonímica, es decir el parecido y no la reproducción especular. Este parecido se toma licencias sobre la representación fidedigna como los enormes atributos sexo-reproductivos de las Venus. Es una caricatura en la que se destacan (se agrandan) los atributos que se persiguen, o se reduce el tamaño del original en los amuletos (portabilidad). 

 

El parecido es una forma de abstracción en lo real. Es por tanto arte en el sentido en que lo hemos caracterizado. La imitación exacta no respondería a la abstracción sino a la reproducción imaginaria, y pertenecería al cerebro de las imágenes. Esta “deformación” de la realidad, sin perder el referente será omnipresente en todo el arte que no es naturalista o abstracto y tendrá un éxito enorme. La razón hay que buscarla en el método que el cerebro tiene para reconocer los objetos (Wiener) y el reencuentro gozoso  con lo conocido. Pero por otra parte no establece relaciones necesarias, no rompe la simetría. Su estatuto no es el de poner un orden necesario en la naturaleza, no es forma de conocimiento completa. 

 

Es evidente que la gravedad, la simetría y el equilibrio afectan a la escultura (establecen relaciones necesarias). Pero solo a la escultura monumental (conmemorativa) y son difícilmente aplicables al resto de las manifestaciones esculturales. Quizá por eso, a lo largo de la historia, sólo la escultura monumental se ha quedado con la etiqueta. Ha sido la única que ha podido establecer relaciones necesarias rompedoras de simetría. Todo el resto de manifestaciones de la escultura cayeron en la artesanía, desde el adorno del cuerpo (cosmética, joyería), hasta los amuletos, pasando por los pequeños objetos, la orfebrería, los objetos votivos, etc. La escultura forma un grupo especial entre las artes (¿Cajón de sastre?) lo que puede explicar las dificultades que ha tenido a partir de las vanguardias para asumir sus desarrollos moderno y posmoderno. 

 

En el teatro sin lenguaje (mimo, parodia, acrobacia, etc.) el orden es la identificación o empatía.  Debieron ser comunes las imitaciones de los ademanes y pautas de comportamiento de los animales. Por motivos de comunicación, mágicos y totémicos. El animismo concedía a los animales un alma que cabía respetar. Quizá las cosmogonias fueron antes representadas que habladas. El chamán escenificaba sus conjuros. La alianza con la danza debió ser tan intensa que se nos hacen difícilmente separables. El teatro debió ser un germen en esta era, que no eclosionará hasta mucho después. Sabemos que Eurípides inaugura el teatro simbólico. Esquilo y Sofocles fueron los últimos representantes del teatro imaginario. 

 

En gastronomía (el arte de los sabores) la ruptura de simetría se produce en favor del sabor dulce. Pero esta ruptura es de origen instintivo. La necesidad de comer debió arrinconar cualquier veleidad sobre sabores preferidos. Cualquier sabor era bueno para sobrevivir. O dicho de otra manera sobrevivir ere el sabor preferido. Esta dependencia tan estricta de la supervivencia  dilató la aparición de la gastronomía como arte hasta tiempos muy cercanos. De hecho la gastronomía entró en una muestra de arte (la Documenta de Kassel) en el año 2007. 

 

En perfumística, los olores que rompen la simetria son las feromonas, pero también son de origen instintivo. El olfato, en el homínido, estaba desligado de la supervivencia por lo que podría haber generado un arte pero en este campo no existe ruptura de simetría en favor de ningún olor en particular, que no esté culturalmente determinado. Los olores pueden ser irritantes, asfixiantes, amables, pero indistintos desde un punto de vista volitivo.  Profundamente dependientes de la cultura los olores se distinguen por decisiones culturales. La mimesis es tremenda (florales, evocativos).  En ningún arte el orden natural es la belleza o la mimesis figurativa. 

El desgarrado. Noviembre 2023.

 




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