» 13-11-2019

Cat-adeu 72. La cuestión catalana. La nueva (de nuevo) estrategia.

Cuando la burguesía derrocó al clero y a la aristocracia en 1789 (hace poco más de dos siglos) lo hizo basándose en un pueblo que no tenía nada que perder. Una vez consolidada su supremacía tomó buena cuenta de ello y decidió que el nuevo régimen proporcionaría a los “sans coulotte” el mínimo indispensable para que nunca más, de nuevo, se encontraran en la situación de no tener nada que perder, lo que no deja de ser el detonante de cualquier revolución. Esa burguesía que “ganó” la revolución francesa era el capitalismo que hoy conocemos asentado en la reforma protestante de una religión personal, el fin de la condena de la usura y el triunfo del mantra de que la riqueza era bien vista por dios (Weber). De hecho la revolución industrial ya había empezado y la dominación de la clase burguesa industrial también. La revolución francesa supone el triunfo de la burguesía y su firme designio de que el pueblo no vuelva a comer zanahorias… aunque sí perseguirlas.

 

He comentado otras veces que cuando ETA sacudió en el 64 al pueblo vasco con el primer atentado (al que seguirían otros mil) Gipozkoa y Bizkaia eran las primeras provincias en riqueza de España. Pocos años después, se hundían a los puestos 26 y 30. Los industriales huyeron en desbandada ante la amenaza del impuesto revolucionario y la economía se hundió. Si el capitalismo supo desde el principio que la revolución no es para los que tienen algo que perder, la solución para los revolucionarios, es privarles de todo. Eso es lo que están haciendo los CDR y Tsunami democràtic: arruinar la economía catalana. No es difícil rastrear las consignas. Fue Comín el que dijo claramente que había que sembrar el caos, parar el país aunque eso supusiera un castigo para los catalanes. Las manifestaciones son una cosa y cortar las carreteras y el ferrocarril es otra. Cada minuto de corte, aparte de los cuantiosos costes de restaurar el tráfico, es una pérdida de millones para la economía catalana. Barcelona ciudad deberá proveer más de ocho millones € para reparar todo lo que las manifestaciones pacíficas han devastado. Y lo pagaremos entre todos. No será algo que recaiga en el debe del independentismo.

 

Comprendo que los independentistas estén dispuestos a pagar ese precio por sus ideales, pero ¿Y los que no lo somos? ¿Es eso democracia? Es evidente que no. Pero este tema no se puede hablar en Catalunya. ¿Es eso libertad de expresión? Tampoco. El cincuenta por ciento de los catalanes (Sí, catalanes, aunque no independentistas) estamos amordazados y manipulados por el otro cincuenta por ciento simplemente por que ellos se sienten con derecho a decidir sobre Catalunya. ¿Por qué? Porque tienen ocho apellidos catalanes. Hace pocos días comentaba el libro de Schwartz sobre nacionalismo franco-alemán. Poco más que decir. El nacionalismo es el derecho de propiedad sobre la tierra de los primeros que llegaron. Para los socialistas la tierra no puede ser poseída (otra cosa es lo mal que gestionan esa reclamación). Reclamar la propiedad histórica de la tierra es volver a la aristocracia de los terratenientes, nobles, guerreros, antiguos, dominadores.

 

Reclamo un diálogo entre catalanes para decidir cual es el futuro de Catalunya. Y no se me diga que eso es lo que tiene que hacer España: el referéndum. Estoy hablando de Catalunya, de nuestra economía y de nuestro futuro que, ahora mismo, está en manos de unos terroristas, no se sabe al mando de quien, pero con la connivencia del 50%. ¿Cómo es posible que todo el conflicto sea entre el 50% de Catalunya y España, sin contar con el otro 50%?

 

Estoy completamente de acuerdo que Catalunya tiene derecho a la autodeterminación (y véase que he dicho “derecho”), pero desde la Constitución y las leyes, dentro del estado de derecho y de la ley y el orden. ¿No es posible por ese camino y sin embargo es necesario? Pues hágase la revolución. Pongamos un millón de muertos en el campo de batalla a mayor gloria de los políticos que no supieron usar la diplomacia. Es muy fácil decir que la solución es política cuando ni siquiera se intenta (por ninguno de los dos lados). ¿Que han hecho los políticos catalanes por el diálogo?: NADA. Desde el principio se ha dado por supuesto que el diálogo era imposible por lo que no hacía falta intentarlo. También se nos dijo que el movimiento era pacífico y la escalada de violencia es imparable. Poco a poco nos acercamos al abismo y ningún puto político es capaz de usar la sensatez para pararlo. Uno de estos días se producirá el primer muerto y entonces todos tratarán que la culpa sea del otro. Y en nombre de esa culpa se producirán más muertos, muchos más muertos.

 

Esta no es una guerra de ciudadanos sino una guerra de políticos. Pero la especialidad de los políticos ha sido siempre enviar a los ciudadanos a las trincheras mientras ellos se quedan en la retaguardia. Y eso harán, como lo han hecho con la sociedad civil (casi la mitad de los condenados por el procés no son políticos profesionales). Si queréis la guerra emprendedla, pero dejadnos en paz a los que no la queremos. Iniciad un diálogo (por lo menos uno) con los ciudadanos catalanes que no queremos la independencia y después decidid si queréis ir a la guerra. No queda mucho tiempo. Deberíais apresuraos. La revuelta, la ruina y la guerra están a la vuelta de la esquina.

 

El desgarrado. Noviembre 2019.




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