» 03-04-2021 |
Hace tiempo que no hablo de este tema simple y llanamente porque está estancado. Todo movimiento necesita impulso y es durante la vigencia de ese impulso que debe conseguir afianzarse. De lo contrario habrá sido un destello que nunca llegó a nada. Tras perder 750.000 votos en las últimas elecciones los políticos independentistas siguen diciendo que la llama está viva porque. ¡por fin! tienen más votos que los integristas (que todavía perdieron más). No era cierto que el voto independentista era un voto cautivo que solo podía crecer. Y al decir cautivo quiero decir que ni siquiera la Covid podía doblegarlo. El voto independentista ha menguado dramáticamente. El entusiasmo es imprescindible para exigir sacrificios al pueblo y el entusiasmo se ha evaporado. Que los catalanes hayan votado mayoritariamente, en las últimas elecciones, a C’s y al PSC da a entender que buscan soluciones (donde sea) a una situación que, en su mitad, no comparten. La coalición contra natura ERC-JXC no funciona. Es difícil que los trabajadores se unan a la dominación capitalista (y la CUP lo repite una y otra vez). Durante un tiempo pareció que la independencia era más importante y que esas diferencias se podía limar. Hoy es evidente que la agenda social se aviene mal con la agenda capitalista. Y, mal que les pese, el problema social es más importante que el problema independentista.
Porque la independencia se basa en que la opresión es de un país exterior (España), lo que es cierto pero no es único. La opresión también viene de un sistema político, social, económico y tradicional que ha decido no emancipar a las mujeres, a los trabajadores, a los altersexuales o a los colonizados (en este caso, curiosamente, la gran inmigración española que ayudó a construir la nueva Catalunya y que son los que mayormente se oponen a la independencia). Cuando Pujol dijo que si se enchufaba el ventilador habría mierda para todos (o más comedido cuando habló de sacudir las ramas del árbol), estaba defendiendo el derecho de los políticos a robar, estaba hablando de la democracia ultraliberal capitalista que debe medirse por el pragmatismo y olvidarse que el pueblo es el depositario de la soberanía. A. Mas -que contempló las manifestaciones desde su despacho- vio una oportunidad de ser presidente de la república, sin cortapisas ni impedimentos- y tiró para delante (por cierto sin decírselo a Pujol) y organizó una revuelta de políticos a la que sumó a un pueblo que llevaba años escocido por el centralismo. Esa república (de cuya constitución no se habló nunca) es decir esa república virtual, era la república de los políticos pero, para nada, la república de los catalanes.
Pero además se mintió. Se dijo que era posible (que no lo era, sino a través de la revolución). Se dijo que las empresas no se marcharían (que se marcharon). Se dijo que España cedería (que no cedió). Se dijo que todo sería fácil. El desencanto de los catalanes cuando unos segundos después de proclamar la república se anunció que se suspendía debería ponerse en TV más a menudo. El desencanto de un pueblo engañado. Luego vino la desbandada. Los capitanes no desertan. No se puede hacer de capitán araña: embarcar a todos y quedarse en tierra. Eso hace grande a Junqueras y a los que se quedaron pero empequeñece a los que se marcharon. Los políticos son cobardes. Saben mandar a los jóvenes a la guerra pero declinan ir. Los vimos a todos bajo los escaños en el 23-F. Lo sabemos, pero no hubiera estado de más un gesto… como el de Junqueras y los que le secundaron. Mandela se paso dos décadas en la cárcel. También pasó por ella Gandhi o el expresidente de Uruguay Mujica. Marcelino Camacho -sin ir más lejos- chupó trena. El pragmatismo tiene un límite. ¡Hay que estar a las duras y a las maduras! O la independencia es una gesta, o es una operación de marketing, y hemos visto las dos opciones.
Una revolución emprendida por los políticos solo a los políticos puede beneficiar. Esto no ha sido una revolución en la que el pueblo ha tomado la dirección. Ha sido una huida hacia adelante de unos políticos corruptos que vieron la independencia como la manera de soslayar sus responsabilidades penales. Durante todo este tiempo nadie ha hablado de la corrupción en Catalunya (por otra parte, ni mayor ni menor que en el resto de España). Todos envueltos en la bandera solo hemos pensado en la opresión exterior y olvidado la opresión interior. Es evidente que hay heridas ancestrales a las que no hace falta mucho para supurar. Y es evidente, también, que en Europa soplan vientos racistas y xenófobos. El recurso a la raza. a la historia, a la geografía, a la tradición siempre está ahí (incluso sin decirlo). Precisamente por eso los que se saben excluidos de antemano no quieren la independencia. Porque saben que significaría su expulsión o su muerte. ¡Tienen miedo, o es que no lo entendéis! Visto cínicamente, la independencia es la operación de expulsión de los que vinieron para hacer grande Catalunya y que ahora son mano de obra supernumeraria en vistas a la robotización. Puro capitalismo.
Siempre he defendido el derecho de cualquier pueblo a la autodeterminación. No se puede obligar a nadie a participar en un proyecto al que no quiere pertenecer. En lo que ya no coincido es que esa autodeterminación sea una operación política, a beneficio de los políticos (corruptos) y en detrimento del pueblo. Si vamos a irnos de España quiero saber que Constitución proponen. Esto no es un cheque en blanco. ¡Quiero saber a donde vamos! Si la república catalana es una república donde las mujeres siguen siendo seres inferiores, donde los trabajadores son oprimidos, donde los altersexuales son marginados y donde los colonizados son explotados, entonces, no me interesa. Si los políticos siguen gozando de prebendas sin cuento y gozan de una desigualdad oligárquica, un derecho de corrupción ancestral, entonces esa república no me interesa, por muy catalana que sea. ¡No solo de patria vive el hombre (y la mujer). Proponed una república emancipadora y no solo os votarán los de la raza, también os votará el resto. Así de fácil. ¡Pero claro. Vuestra idea era otra!
La independencia ha dejado de ser un movimiento para ser una idea (estática) que se quedará enquistada en el inconsciente colectivo durante siglos. Como en Quebec, como en Escocia, como en tantos y tantos sitios en los que los políticos no han sido capaces de satisfacer los anhelos del pueblo, o la han pifiado por sus ambiciones personales. En el intento, los políticos han cambiado tanto que ya nadie se acuerda de la corrupción que dio pie a la aventura independentista. Hasta Mas ha desaparecido. Pero reaparecerá. Maquiavelo no cejará hasta que vuelva a tomar el mando. ¿Apostamos?
El desgarrado. Abril 2021.