» 17-05-2021 |
Ya comenté que la victoria del independentismo, que por primera vez superaba el 50%, fue agridulce. La pérdida de 750.000 votos se compadece mal con esa fortaleza férrea que siempre se nos ha vendido del independentismo. La pandemia no es excusa porque los madrileños han acudido masivamente a las urnas. Que ganaran las elecciones los del PSOE tampoco es halagüeño. El independentismo solo puede funcionar si se alían derecha e izquierda y eso está resultando cada vez más difícil. Las transversalidades (y el independentismo lo es… de libro) tienen que superar el eje derecha/izquierda y no es el caso en el caso de JXC y ERC. Sin embargo el socio pobre (ERC) le ha ganado a la omnipotente Convergencia (hoy JXC, tras cambiar de nombre tantas veces como ha hecho falta para tratar de evadir la herencia de Convergencia y de Pujol), y JXC -como buena derecha- se afianza en la idea de que el gobierno le pertenece por gracia divina y trata de poner palos en las ruedas a ERC para confundir a los ciudadanos y que piensen que ERC es subsidiaria de la derecha divina.
Las enormes dificultades que han tenido para llegar a un acuerdo vaticinan que la próxima vez el acuerdo será imposible. Asamblea ya les dio un ultimátum para que se entendieran y el acuerdo es un simple cambio de poltronas sin ningún acuerdo programático. Ambos quieren la independencia pero su modelo de país difiere sustancialmente. Ninguno de los dos irá a la independencia con el modelo del otro. La aventura se ha acabado. Solo queda desmontar el tinglado con los menores daños posibles y eso no es fácil (por no decir que es imposible). El exceso de confianza en la victoria ha producido una masa independentista que no quiere renunciar, de ninguna manera, al proyecto independentista y que exige que los partidos líderes renuncien a su ideología de derechas o de izquierdas con tal de lograr la independencia, pero eso es imposible. El problema se ha convertido en tripartito. Alguien tiene que renunciar a algo: los independentistas a la independencia; los de ERC a un país de izquierdas o los de JXC a un país de derechas. Insisto, todo eso es imposible. Tanto ERC como JXC son más de izquierdas y de derechas de lo que eran antes de la algarada. Poco importa que PP sea residual y el crecimiento de los ultras esté ya acotado. La CUP -insólitamente moderada- junto a los comunes, son las únicas formaciones dispuestas a transigir, pero es insuficiente. La partida ha acabado en tablas. Solo queda empezar de nuevo la partida.
Un gobierno de coalición sin ningún programa es imposible que gobierne (lo que no quiere decir que logre mantenerse en el poder). Porque no se trata de gobernar sino de disputarse los votos independentistas. La cuestión es si esas luchas cainistas no debiltarán a un independentismo que, si algo ha comprendido, es que el independentismo está más y más lejos. Cada vez que ERC se decante hacia la izquierda JXC clamará que se alía con el PSOE español. Cada vez que JXC se decante por el PP (su partido afín) ERC clamará que se alía con los contra-independentistas españoles. Mientras, el país será gobernado por la administración, por los funcionarios. Empieza la campaña en la esperanza de que Dios o Marx ilumine a los electores y una de las dos facciones se imponga a la otra, lo que es imposible. Como pasa en tantas guerras las trincheras se han estabilizado y solo fuerzas exteriores pueden desestabilizar la situación.
Cuando empezó la algarada independentista comenté, desde estas páginas, que no se puede iniciar un proceso independentista sin proponer un modelo de país. Es como subirse al tren sin saber a donde va. Para los independentistas lo importante era (y es) irse de España, a donde sea, pero irse. Esa ocultación de una hipotética Constitución no fue casual. Una Constitución hubiera hecho surgir las discrepancias entre derecha e izquierda que podían romper el proyecto. Pero tarde o temprano el problema se tenía que abordar: el modelo de república. Evidentemente Convergencia (Mas) el impulsor de la huida hacia adelante, huyendo de sus escándalos, no tenía ningún interés en abordarlo. Si los dos partidos independentistas son incapaces de ponerse de acuerdo en nada para poder gobernar, ¿cómo sería una república liderada por esos partidos? (mejor que estar en España, dirán los independentistas). En el bien entendido que en esa hipotética república ambos partidos sería el bipartidismo de la nueva república.
Siempre he dicho que la aspiración a la autodeterminación es inalienable, pero no de cualquier manera y a cualquier precio. En este proceso hay muchos sub-estados que lo siguen desde hace años y es evidente que no tiene fácil solución. Lo irresponsable fue decir al pueblo independentista que la cosa estaba hecha, que no había problemas, que todo saldría rodado. Ahora quieren pactar para salir de la cárcel. El procés como procedimiento ha sido un desastre: mal concebido, mal planteado y más resuelto. Lo que no empece que sea absolutamente legítimo, digan lo que digan las leyes. Pero la culpa no es de los ciudadanos que exigen su derecho a la autodeterminación, sino de los políticos que la han dirigido. He dicho muchas veces durante estos años que la diferencia entre yo mismo y los independentistas es que yo creo que todos los políticos son iguales y ellos creen que los políticos catalanes son distintos, mejores, honrados. Era raro que todos los buenos cayeran del lado catalán y todos los malos del lado español. A no ser que sea un problema de raza.
El desgarrado. Mayo 2021.