» 03-10-2019 |
La sentencia se acerca y las presiones crecen. Es evidente que los apoyos a la independencia se enfrían (ante la inoperancia) y hay que caldear los ánimos. La detención de los CDR no ayuda, y la reacción del Parlament defendiéndoles “por que son de los nuestros”, tampoco. La dimisión del jefe de la policía autonómica tampoco es una gran ayuda. La posición de Aragonés absteniéndose de unirse a la algarada parlamentaria abre aún más dudas. Y en este momento Puigdemont -que ya había puesto en duda la constitucionalidad del 155 sin Senado- se descuelga con la afirmación de que en Euskadi, con 1.000 muertos nunca, se aplicó el 155. Da la impresión de que el movimiento se descompone. Se trata de azuzar, de increpar los ánimos para que el impulso no decaiga. Se trata de mantenella para no enmendalla.
Sr. Puigdemont: toda comparación del caso vasco con el catalán es ociosa… más allá de que los dos optan por la independencia en base a raza, geografía, tradición y cultura. El movimiento vasco (encuadrado en la terrible represión franquista, que los catalanes no sufrieron porque sus clases dirigentes se plegaron al franquismo, como tan maravillosamente explica Carlos Barral en “Años de penitencia”) era la rebelión de una facción, más apoyada por el pueblo que por los políticos, que pudieron simpatizar pero que nunca les apoyaron abiertamente… más allá de aquel eufemismo de los hermanos equivocados que les dedicó Arzallus. El caso catalán es completamente distinto. El movimiento lo originan los políticos tratando de eludir la herencia pujolista y los escándalos de corrupción. Mas a la cabeza. A partir de ahí se teje una trama civil (Omnium y Asamblea) que si bien separada del impulso político, no es sino su brazo civil y bajo sus órdenes. No solo se pretendía que los políticos no se pringaran en una situación con ineludibles consecuencias legales sino que se trataba de revestir la algarada de connotaciones civiles que buscaban la simpatía internacional y la separación de poderes… en la calle. La política disfrazada de pueblo.
Lo del país vasco era terrorismo puro y duro (de ahí los 1.000 muertos) y lo de Catalunya es una rebelión de las élites políticas. Aquello fue la revolución francesa (un problema social) y esto la revolución estaudounidense (un problema de tasas y de ambición política). Lo que aquí estaba en juego (disfrazado de sobreexplotación impositiva) era el culo de los políticos catalanes y su glorioso futuro como amos indiscutibles de la república catalana. Por eso nunca prometieron nada (constitución, economía, futuro). No se trataba de construir sino de romper. Iniciar un viaje a ninguna parte sin destino ni garantías. Una operación de marqueting de consideración universal. La trama civil, siempre dirigida por los políticos, se encargaba de embaucar a los ciudadanos. Para ser exacto a la mitad de los ciudadanos. Los otros procedentes de la inmigración, ya estaban escaldados de este tipo de maniobras torticeras y canallas.
Por eso Sr. Puigdemont, su afirmación solo puede ser tomada como un episodio más de una tensión mantenida sin futuro y sin expectativas a la espera de que el pueblo explote en la anhelada revolución, que de tanto negar la violencia, ya empieza a hacerla más que plausible. El momento es propicio y se está aprovechando al máximo. Que la sentencia será negativa para las aspiraciones independentistas es evidente. Por tanto será positiva para los que que lo que quieren es la confrontación violenta. ¿O es que me van a decir que toda esta tensión es para evitar la violencia? Se les ha ido la cosa de las manos. Se pensaron que los españoles cederían (o les interesó creerlo) y no ha sido así. No habrá independencia sin violencia como prometieron. Será con violencia o no será. Así ha sido siempre y así será. Se bañaron en aguas de presuposición y las aguas han resultado ser barro. Si su estrategia para convencer fue impecable, su estrategia para realizar ha sido nefasta. Con estos mimbres no haremos ningún cesto. Estoy seguro de que en principio no pretendieron la violencia, pero en las actuales circunstancias con un diálogo imposible por los dos lados y una España de culo, la situación es otra.
Que los CDR no comulgan con la no violencia es evidente. Cuando las cosas no transcurren por lo pacífico, hasta el más tonto opta por lo violento, al fin y al cabo es el sistema histórico contrastado. Que la tensión llevaría a la violencia estaba cantado. Por tanto era esperable y ha ocurrido. ¿Cómo convencer a los militantes que si no es a través de la no violencia no habrá otro camino? El que siembra vientos recoge tempestades. La pregunta definitiva, la que se ha hecho, antes o después, cualquier movimiento disidente es ¿Y si se desencadena la violencia, qué haremos? Estamos en ese punto. La independencia no violenta ha acabado su ciclo. Solo queda la violencia. ¿Es esa la que los catalanistas quieren? Volveremos a luchar, volveremos a sufrir, volveremos a ser derrotados. Porque la única victoria es la vida.
El desgarrado. Octubre 2019.