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» 12-09-2019 |
El paradigma metafísico nace hace venticinco siglos de la mano de Platón y se constituye en el campo de juego en el que toda la filosofía, primero, y la ciencia, después, se van a desarrollar. Tiene tres principios fundamentales: a) la existencia de un sujeto soberano, separado del mundo, que es capaz de comprenderlo y modelizarlo; b) Las apariencias son engañosas y ocultan una esencia que es la auténtica verdad de las cosas; c) El ser es todo lo que hay, la manifestación estática del mundo y del hombre. El ser como medida de todas las cosas, el idealismo y la ontología. Este superparadigma abarca tanto la filosofía (el puro ejercicio de la razón) como la ciencia (la razón verificada por el experimento), pues como veremos cuando la ciencia se separa de la filosofía no por ello abandona el superparadigma.
De estos tres principios se deducen en cascada múltiples conclusiones: a) la separación de la realidad en pares de oposiciones que empiezan en el sujeto y el objeto, y continúan con el hombre y el mundo, lo material y lo espiritual, la verdad y la falsedad, etc. Por otra parte se da por supuesto que la mente del sujeto es suficiente para comprender el mundo que es como decir que la evolución de la mente se ha acabado. ¿Para que continuar si la mente ya ha llegado a su fin? Por otra parte el principio antrópico como finalidad inversa: las cosas son como son porque si no, no existiría el hombre que las cuestiona.
b) La dicotomía esencia/apariencia no solo esconde la verdad de las cosas tras una barrera de apariencia engañosa sino que relega al arte, al mundo de las apariencias y a los artistas al bando de los mentirosos. La esencia escondida convierte a las cosas reales en ideales y a lo oculto en promesa de verdad. c) La dificultad de comprender al ser dinámico y cambiante hace que los métodos de estudio pasen por preferir lo muerto a lo vivo, lo estático a lo dinámico y lo sencillo a lo complejo. El análisis (dividir el todo en las partes componentes) se convierte en el método preferido de estudio entendiendo el organismo como suma de las partes, lo social como conjunto de individuos y lo complejo como suma de partes simples, perdiendo la visión sintética (construida, holística) de vista.
El superparadigma se asienta sobre un mundo sensible (perceptible por los sentidos) que a pesar de la temprana aparición del telescopio y el microscopio, y debido a su escasa resolución, se aferra a la escala humana como campo de juego. Ello hace que todas las conclusiones y las teorías se ajusten a una escala que se escapa en pocos órdenes de la escala humana. La irrupción de la teoría cuántica (por debajo del nanómetro: 10E-10) y la cosmología (por encima del 10E10) supuso que muchos conceptos -como el de medida: la relación entre la posición y la velocidad de una partícula es la constante de plank- tuvieran que ser revisados. La constante de Plank (6,6X10E-34) establece la relación entre las ondas y las partículas Los conceptos de onda y partícula (presentados como excluyentes, es decir como pares de oposiciones) constituyen los dos estados fundamentales de lo real, y la velocidad de la luz al cuadrado (9X10E10 KM/s) la relación entre la masa y la energía. Los cuantos de energía se comprenden de otra manera si se repara en que la relación entre la energía y la frecuencia es la constante de Plank y por tanto a nivel humano la energía puede considerarse continua, a todos los efectos.
El principio de no contradicción aristotélico (base de la demostración por reducción al absurdo) está tanto asentado en el superparadigma (pares de oposiciones) como en la escala humana (el hecho de que algo no pueda ser una cosa y su contraria, es una experiencia de esa escala no pudiendo afirmarse que la coexistencia no sea posible en otras escalas como la cuántica. Las tres dimensiones del espacio (ampliadas a cuatro, por Einstein, al añadir el tiempo) son las que percibimos en nuestro mundo, pero hay razones para suponer que puede haber más dimensiones minúsculas (no perceptibles, o empaquetadas). El espacio y el tiempo son tratados como un escenario en el que se escenifica el mundo. De nuevo encontramos la división en pares de oposiciones en este caso texto y contexto. Será el concepto de epigénetica (cuántica) el que trate ambas instancias como un sistema holístico. También se evitará el concepto de acción a distancia (magnetismo, gravitación…) sustituido por el de interacción (intercambio de algo, en general de partículas).
Pero otros paradigmas vienen de más lejos: el mito del origen. El ser humano tiene un principio y un final y en su antropocentrismo pretende que el mundo sea igual: necesita un principio y un final. Para qué desgranar todos los mitos de origen con los que los humanos nos hemos adornado. La cuestión (y no baladí) es que pretendemos que el universo tenga un principio y si puede ser un final. De nada nos sirve que ciertas especies vivas no presenten esta peculiaridad. El mundo (el universo) tiene que tener un principio a imagen y semejanza del hombre. Naturalmente eso provoca otra cuestión: ¿Qué pasaba unos instantes antes? Hace poco (La Vanguardia 03/09/19) recogía las declaraciones de Michio Kaku: “Ahora, conectaremos tres satélites con rayos laser y detectaremos la radiación de una billonésima de segundo antes del big bang”.
Conceptos más científicos que se imponen son el de campo (que sustituye al de partícula como objeto básico): magnitud física que toma un valor (escalar o vectorial) en cada punto del espacio, tan gráficamente representados por esos mapas de isobaras, de mareas o de vientos de los metereólogos. La partícula se convierte así en la excitación energética del campo (tratado ya cuánticamente). Las líneas de fuerza de estos campos (como los caminos de las limaduras de hierro sometidas a un campo magnético) serían así la dispersión de la energía en el espacio. La dualidad de onda-partícula, ya citada, también tomará consistencia. Con todo esto el concepto de certeza de la lógica (verdad (1) o falsedad (0)) se extiende a todas las fracciones, es decir a la probabilidad (teórica) o la estadística (experimental). Pero el concepto más subyugante que aparece en esta nueva física es el de simetría que trataremos más adelante.
Todos estos extremos forman el paradigma del mito del origen, de la escala humana, la acción a distancia, el mundo como representación (el escenario) y de la “no contradicción”, asociado al superparadigma metafísico. La llegada de la cuántica tirará al traste todo este tinglado pero no supondrá su desaparición. Las tradiciones, los pre-juicios y el sentido común, perpetuarán algunas de estas falacias, como el sistema de universalidad-abstracción-ley que veremos en la próxima entrega.
El desgarrado. Septiembre 2019.