» 12-09-2019

Ciencia y filosofía 17. El superparadigma metafísico 3. El sistema abstracción-universalización-ley.

Los modos de pensamiento también evolucionan. En cada momento histórico el ser humano es rehén de su capacidad y de su cultura. El primer gran sistema de pensamiento fue el sistema mítico, heredero del pensamiento salvaje  centrado en la recolección de datos, en su clasificación y jerarquización, en la memorización de eventos ganadores, el tótem y el tabú, los sistemas de parentesco, en la tópica (refranes, adagios, brocardos) y en la topología (la lógica del lugar y del tiempo). El mito (el relato de los avatares del pueblo y de sus hazañas), la religión (la verdad revelada), la cooperación, la ideología,  crean las ciudades que se convierten en núcleos de intercambio de conocimientos y experiencias. En síntesis se trata de  salir de la simetría de los eventos, encontrado la manera de que estos se diferencien e indiquen el camino hacia el control del medio. La repetición de las pautas permite prever lo que va ocurrir, cuando hay que plantar. El cielo envía señales, incluso prácticas. La causalidad (la inducción o la memoria) se convierte en la gran manera de prever.

 

Pero el gran sistema de pensamiento surge con el nacimiento del logos (la razón) hace veinticinco siglos. Es el sistema abstracción-universalización-ley. Para que un sistema de pensamiento funcione debe ser universal (aplicable en cualquier situación y no en situaciones específicas). Para universalizar el camino es podar la realidad dejando solo lo estrictamente necesario lo que hace que muchas cosas distintas sean iguales. Esos paradigmas será la cantidad (quitar lo cualitativo dejando solo el número), la verdad (reducir la realidad al par certeza/falsedad), el concepto (unificar las cosas en la definición lingüística) y la igualdad (reducir las diferencias personales en colectivos anónimos). Todas originarán grandes ramas del saber: las matemáticas, la lógica, la retórica y la política-ética. Desgraciadamente (para ésto. Afortunadamente, para otras cosas) el logos, la razón distaba mucho de ser un concepto unitario. Dentro de la cabeza (o de la mente) del ser humano bullían el instinto, el  modo de prueba y error, la clasificación, la topología, la tópica, la mitología (la revelación), la intuición, la deducción, la inducción, la abducción (el relato), la lógica, la aritmética, la geometría, la no contradicción, la experimentación, el modo hipotético-experimental, la falsación, etc. Modos diferentes de usar la razón que dieron lugar a distintas escuelas de pensamiento.

 

Primero la filosofía -que se centro en la lógica- y después la ciencia - que aunó cantidad, lógica, concepto, igualdad y experimento- fueron las que establecieron  los estándares de mayor fiabilidad. Además la ciencia produjo la tecnología (ciencia aplicada) cuyo éxito no hace falta comentar. Entre el SXVII y el XX cosechó tantos éxitos que la filosofía -arrinconada- inició un cambio de estrategia profundizando en donde la ciencia no podía profundizar: la fenomenología de Husserl, la hermenéutica de Gadamer, la neoontología de Heidegger y los llamados giro hermenéutico, conceptual, lingüístico etc. Finalmente los estudios literarios dieron origen a los estudios de género y los estudios coloniales que explotaron en la posmodernidad, que puso en tela de juicio la lógica y el pensamiento conceptual, lo que ponía en jaque a la ciencia (basada en esos dos campos) aunque no parecieron darse cuenta, así de endiosados estaban.

 

El sistema a-u-l distaba mucho de ser perfecto. El teorema de incompletitud de Gödel (ningún sistema puede demostrar su verdad desde su interior), la inducción como opuesta a la lógica, el concepto como discreto frente a un mundo continuo y la dominación como azote de la igualdad demostraban que el sistema hacía aguas. Sin embargo, aplicado en conjunto (como hizo la ciencia) producían resultados aceptables (la civilización y la cultura occidental). Pero en un mundo de creciente exigencia rigorista, no era suficiente. La posmodernidad nos ha traído (de la mano de un capitalismo salvaje) un nuevo modo de pensamiento que, curiosamente, vuelve a los orígenes (las bases de datos). Es el sistema cibernético, que aplica una forma de pensamiento dinámica (la retroalimentación o feed-back) a grandes bases de datos (big data) operados por enormes ordenadores capaces de computarlos. Mediante ingeniosos procedimientos como las redes sociales, el sistema recoge datos personales de los ciudadanos que le permiten establecer perfiles de consumo, vida o preferencias políticas que convierten la democracia y la libertad en pura filfa. Lo que podía haber sido una revolución cognitiva (la introducción de la dinámica en la cognición sobre bases de datos inmensas) se ha convertido, como denuncia Tiqqun (“Fuck off Googlle en “A nuestros amigos” Pepitas de calabaza 2006), en una forma sofisticada de dominación de la que tenemos cumplido ejemplo en la elección de Trump y el Brexit en la que la cibernética Cambridge analitycs manipuló a más y mejor (“The big Hacker”. Netflix).

 

Curiosamente el concepto de ley (concepto jurídico tomado prestado por la ciencia) se convertirá en concepto estrella y la ciencia no dudará en perpetuarlo incluso cuando la cuántica mostró que era un concepto obsoleto. Las partículas no se comportan siempre de la misma manera por lo que la ley de su comportamiento es… aleatoria. Las fluctuaciones cuánticas (la diferencia entre el comportamiento promedio y el comportamiento de una partícula en particular) no permiten prever lo que va a ocurrir (la ley de comportamiento). El concepto de ley es uno de los que la cuántica deja obsoletos… aunque no lo parezca por los resultados. Evidentemente la abstracción y la consiguiente universalización no tienen sentido si podemos disponer de grandes bases de datos, grandes ordenadores y un sistema de pensamiento (¿el cibernético?) fiable. Es ahí donde parece que la ciencia se muestra dubitativa. Los sistemas de pensamiento teóricos siguen siendo los de siempre (con la misma intromisión de la tradición, los pre-juicios y el sentido común) refugiándose la ciencia en los experimentos (cada vez más costosos) como denunciaba hace poco una científica en “La contra” de La Vaguardia (Sabine Hossenfelder. 28/08/19), y alababa otro (Michio Kulu. 03/09/19) en el mismo medio.

 

El desgarrado. Septiembre 2019.




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