» 14-06-2025 |
¿Se puede entender el universo (vida incluida) de forma objetiva, es decir fuera de los condicionantes en los que estamos insertos? No. Solo podemos entenderlo desde las capacidades que tenemos (la manera como somos) tras 13.800 millones de años de universo y 4.000 millones de años de vida. Algo parece evidente: “entender” una evolución de esa dimensión no puede ser simple ni fácil. Quizás simplemente, no puede ser posible. Supongamos que aceptamos que nuestra capacidad es adecuada para entender el mundo. ¿En que se diferencia de otras estrategias como por ejemplo de cualquier elemento identificable del universo o cualquier otro tipo de vida? En principio todo lo que existe en el universo y toda forma de vida son estrategias ganadoras… por eso están ahí. ¿Existen calidades de estrategias. Son unas mejores que otras. Existe una estrategia absoluta? Todas han logrado su “propósito”: estar ahí. La no vida: existir; la vida: sobrevivir. Si nuestra estrategia es la definitiva, la evolución ha acabado. Resta formular la teoría definitiva y nada más. Ninguna otra estrategia puede superarla. Hemos llegado al final. Lo que parece claro es que una y otra, existencia y vida, tienden a la complejificación evolutiva (menos los parásitos) pero eso es normal en una situación de competencia: la mejora de uno (el afianzamiento en la existencia) impulsa la mejora de su competidor. ¿Podemos admitir ese principio de competencia (y por tanto de utilidad) como el motor de la evolución. Así es en la evolución de las especies en que la selección natural (la competencia) determina las estrategias ganadoras. El universo podría tener una competencia semejante a la que llamaremos estabilidad.
La estabilidad presupone un cambio previo. Si pensamos que el universo es cambio, la estabilidad sería: estaciones específicas de paz, de no competencia, pero a la vez inestables pues la competencia no podría cejar, acabar. Solo podría darse si esas situaciones fueran locales lo que parece exigir una espacialidad (y una temporalidad). Condensaciones, inhomogeneidades en un campo de variabilidad. Un cambio como estructura (y no como generalización o como situación) no admite un origen, un principio… que por definición sería un estado previo al cambio, un momento previo al tiempo. Espacio y tiempo que -desechada la condición de escenarios- debería ser producidos por el propio cambio. El universo sería una situación de pulsos de cambio seguidos de estabilidades eventuales, es decir algo mucho más parecido a un onda que a una partícula (que sería el momento de estabilidad). El big bound parece mucho más probable -a la razón- que el big bang. Ondulaciones de vibraciones entre competencia y estabilidad. El mecanismo de la evolución -tanto del universo como de la vida es la evolución, un sistema de “pensamiento” -en cuanto manipula el mundo- en el que el azar provee de las posibilidades y la selección natural desecha las equivocadas. Es un mecanismo de “prueba y error”.
Si la objetividad es imposible hay tantas posibilidades de existencia como objetos que la han alcanzado. No existe un guión al que el universo se atiene sino miles de guiones que coexisten en competencia. La “leyes de la naturaleza” son nuestro guión, el de nuestra especie. Cada forma de vida y de existencia se procura su propio guión. Cada forma de vida (y de existencia) vive en su propio universo con reglas distintas aunque (fuera de nuestra especie) no articuladas, necesarias, impuestas. Lo sensato es que nos atengamos a las leyes del universo que nos conciernen, las que podemos inferir de acuerdo con nuestra capacidad, que es como decir las reglas que nuestra mente produce. Las condiciones de posibilidad de nuestra propia existencia. Pero ¿que es eso de la mente? El proceso de complejificación debido a la competencia se condensa en grades constructos de estabilidad que marcan el proceso evolutivo: la existencia, la vida, la inteligencia. La existencia es la materialización de las fluctuaciones (cuánticas o clásicas, lo mismo da) en estructuras moderadamente estables, en órdenes más o menos complejos que entran en competencia. La vida es la coincidencia de algunas de esas condensaciones: la individualidad (membrana), la condensación de la memoria y su transmisibilidad (autorreplicación, herencia genética), la colonización del espacio (movimiento) y el tiempo (estabilidad, permanencia). Por último la inteligencia: sistema nervioso centralizado hasta alcanzar la autoconsciencia (ajenización: consideración del yo como si de otro se tratara).
Y lo primero que hace esa mente es representarse el mundo en un modelo mental y manipularlo (evaluar posibilidades) decidiendo cual debe ser la acción eficaz. La libertad de elección está aquí. Por primera vez en el universo una de sus criaturas puede decidir libremente su acción sobre el medio, sobre la competencia y sobre la utilidad. Libertad que -lejos de ser absoluta- es relativa a todas las estructuras (condicionantes) que ese organismo ha ido acumulando. La libertad supone elidir las situaciones de necesidad en las que los organismos han existido hasta ahora. Pero la supervivencia (la existencia) sigue siendo una necesidad (ajena a la libertad) y el sistema nervioso evoluciona en ese sentido. Posibilidad (mente) y necesidad (mundo) constituyen el sistema de la inteligencia. La mente analiza el mundo y elabora estrategias para controlarlo. Y entre ellas las teorías de cómo el mundo es, y su relación con el sujeto. El determinismo es la doctrina dominante: el mundo está sujeto a unas leyes determinadas férreamente y que la mente solo puede descubrir. Porque las leyes pertenecen al mundo y lo determinan. La ajenidad ya había provisto la separación hombre/mundo, mente/realidad, sobre la que se basa la teoría de la mente. Quedaba por resolver el problema de si la mente era capaz de conocer el mundo y la respuesta es sí. La metafísica ya está en marcha: el hombre es algo separado del mundo (que tiene sus propias reglas) pero que el hombre está capacitado para descubrir.
El pensamiento del ser humano se desarrolla -basándose en el sistema científico de pensamiento-: (percepción/datos, axiomas o verdades evidentes, reglas de inferencia, evaluación de posiblidades, decisión, acción). La causalidad (la relación necesaria entre causas y efectos) -mecanismo ampliamente utilizado por la vida- es el punto de partida. Las reglas de inferencia son desarrolladas por la lógica que es el sistema de verdad humano. Relacionan lo particular con lo universal, partiendo de la idea de que las leyes deben ser universales (afectar a todos los casos) si quieren ser necesarias. La deducción (silogismo) parte de leyes universales que aplica a situaciones particulares. La inducción parte de los casos particulares y por densidad infiere las leyes generales. Ningunas de ambas es autónoma de modo que se asocian en lo que se llamará el arco del conocimiento (asciende por la inducción y desciende por la deducción). La propia lógica niega universalidad a la inducción, y la deducción -además de la sospecha de tautología (contiene las consecuencias que pretende descubrir)- presenta el problema de: ¿de dónde ha salido la ley. Son axiomas, intuiciones, tradiciones? Alternativa a estas dos reglas de inferencia es la abducción, silogismo al revés que parte de las conclusiones y -mediante la comprobación de hipótesis- determina las premisas. Su modelo es la investigación policial: ante un escenario -consecuencia de un delito- busca pistas, con las que articula hipótesis, que corrobora mediante deducciones y pruebas, hasta descubrir al culpable. Lo que debe quedar claro es que en los tres casos la verdad pertenece al mundo, es exterior al sujeto y por tanto responde al modelo de “leyes de la naturaleza”.
¿Que podía salir mal? Veamos cuales son los axiomas que nuestra especie ha establecido. Ajenidad del mundo y de nosotros mismos, separación, individualización, identidad. Determinismo: un mundo regido por “sus” leyes, deterministas, necesarias, coherentes. Inteligencia: capacidad del ser humano de descubrir esas leyes y dominar el mundo de acuerdo a un principio de competencia que implica el “todos contra todos”. Para ello dispone de la “razón” que es un sistema de manipular el mundo en la mente, que supera cualquier sistema de pensamiento anterior como la evolución y la prueba y error. La inteligencia es el arma específica del ser humano mediante la que logra la superadaptación a cualquier medio y situación. Tecnología: el principal cometido de la inteligencia es “maquinar” para dominar.
En su afán de objetividad el sistema impone la imparcialidad de la verdad que es ajena al sujeto y pertenece al mundo. Dada la imposibilidad de la objetividad (sujeto y objeto son inseparables) la verdad no puede ser exterior, relativa al mundo. Aunque parezca una paradoja solo existe una realidad accesible: la mente. El mundo es un noúmeno (Kant) inaccesible, cuya existencia solo puede ser establecida por medios indirectos (e inexactos). No es que no exista, es que está fuera de nuestro alcance… por medios “razonables”. ¿Cuáles son esos medios indirectos? Los que la naturaleza ha usado históricamente: prueba/error, evaluación/elección, azar/selección natural. El problema no reside en la universalización (enumeración exhaustiva, paradigma (caso particular con vocación de generalidad), abstracción), etc. sino en que la verdad no reside en el mundo. El mundo presenta tantas verdades como estrategias utilizan los organismos para afrontarlas. El caso de los epiciclos -que mantuvieron viva la teoría heliocéntrica durante siglos- es sintomático. Siempre hay una manera de parchear una teoría de modo que se adapte a la experimentación (o al conocimiento de su época). Son los cambios de paradigma (Khun) los que hacen avanzar la ciencia y no el infinito parcheo de teoría inexactas.
¿Si el sistema es inválido: cómo hemos llegado a una tecnología deslumbrante y un conocimiento científico apreciable (aunque siempre inexacto, siempre con flecos que solucionar). Porque tras una apariencia de racionalidad científica se esconde el antiguo método de prueba/error, evolución/desestimación, hipótesis/falsación. Mejorado con la adición de la recursión, la iteración hasta alcanzar el grado de (in)exactitud prefijado. Establecemos una hipótesis (por razón, intuición e incluso por azar), la probamos en la realidad (experimentamos), apreciamos los desajuste, rehacemos la hipótesis y vuelta a empezar. Nunca alcanzaremos la exactitud, pero sí, tanta aproximación como prefijemos. ¿Es entonces la razón inválida? No. Necesitamos establecer hipótesis (que es una selección de posibilidades respecto al azar) y necesitamos diseñar el experimento y el procedimiento. Todo ello no sería posible sin la razón. Lo que ha cambiado es la jerarquía de importancia. La razón ha dejado de ser el procedimiento principal. De hecho cuando la ciencia se enfrentó a la filosofía lo que desautorizó fue la racionalidad sin corroboración experimental, pero la racionalidad al fin. Si analizamos todas las teorías existentes acerca de cualquier tema científico podemos llegar a la conclusión que podríamos habernos ahorrado la racionalización pues finalmente hemos agotado el campo de las teorías posibles, es decir, lo mismo hubiera sido operar por azar: todas las opciones posibles son teorías. ¡Incluso las opciones más irracionales pueden ser posibles y de eso la mecánica cuántica sabe mucho! ¡Quizás no somos animales racionales sino animales recursivos!
El desgarrado. Junio 2025