» 15-06-2025 |
La mecánica cuántica es tan extraordinariamente distinta de la clásica que plantea problemas de pura filosofía. No podemos entenderla bajo los parámetros habituales y ello lleva a pensar que las leyes físicas son otras que las clásicas. No podemos visualizarla y eso nos lleva a pensar que no hay imagen posible, que se reduce a un medio de cálculo. No nos valen nuestras intuiciones físicas habituales y eso nos lleva a pensar que quizás los axiomas clásicos de identidad, contradicción, tercio excluso, etc. no son válidos. ¿Es un problema de amplitud de miras o es más profundo? ¿Hay que abrir el foco para establecer un marco más amplio capaz de acoger tanto la clásica como la cuántica o hay que asumir que lo que hace falta es otra manera radicalmente distinta de mirar? No lo sabemos, y no parece que las cosas puedan mejorar. De hecho desde que se planteó la mecánica cuántica como solución para unos problemas puntuales (la cuantización) los problemas no han dejado de crecer, ¡Cuanto más sabemos más nos queda por saber! ¿Es la ciencia una tarea infinita? Me inclino por la estrategia de abrir el foco. Como dijo Eluard: “Hay otros mundos pero están en este”.
Todo es cambio. Si empezamos nuestra reflexión vital por el ser no fue por que fuera la mejor opción sino porque era la más asequible. Había que parar el mundo para entenderlo y eso es lo que significaba el ser. Con el tiempo, el conocimiento aumentó y las posibilidades de entender el movimiento, el cambio, fueron mayores y entonces pensamos que el cambio contenía al ser, que éste era un caso particular y que había que abrir el foco. Pero, si todo es cambio ¿cómo abordar el conocimiento? El cambio no se produce siempre a la misma velocidad y son esos descansos (cambios de ritmo) los que nos permiten individualizar momento de estabilidad. El cambio no se alterna con el ser (parones en el cambio) sino simplemente: cambia de ritmo, o como en el caso del equilibrio se ve sometido a cambios de distinto sentido que lo inmovilizan. La estática fue el modo de aproximarse al cambio aprovechando aquellos oasis de estabilidad que producía el equilibrio dinámico. La oscilación, la vibración se convirtió en una manera asequible de abordar el cambio: las ondas fue una manera de entender el cambio, si bien cíclico, domesticado. A pesar de ello nunca hemos logrado entender bien las ondas, porque la sombra del ser nos acompaña siempre, forma nuestra intuición primera.
En una situación de cambio generalizado el problema de la identidad se presenta como determinante. ¿Cuándo debemos entender que el cambio se ha individualizado en una cierta estabilidad? Es como una escalera: movimientos de cambio alternados con eventuales momentos de estabilidad. “Un objeto es un proceso monótono” decía Goodman citado por Rovelli (2023, 124). Cambio repetido, identificable como estable. La velocidad no es un concepto absoluto: todo se mueve en relación a otra cosa. No en vano dos de las teorías más importantes de la física se llaman de la relatividad. A falta de absolutos, puntos de referencia sólidos, objetos, seres, necesitamos referentes. El mundo consiste en acontecimientos, los hechos del mundo se producen en las relaciones. No hay realidad sin relación. Y esto que es válido para todo el universo es esencial también (pero más aparente) para la mecánica cuántica. “La teoría no nos dice como son las cosas nos dice como ocurren… no dice donde está una partícula sino donde se aparece otra… La realidad se reduce a interacción. La realidad se reduce a relación” Rovelli (2023, 123). Las cosas no existen hasta que interaccionan. “Somos un fluir de acontecimientos, somos procesos que durante un tiempo se convierten en monótonos… El proceso es el paso de una interacción a otra… la mecánica cuántica no describe objetos: describe procesos y acontecimientos que interaccionan entre procesos” Rovelli (2023, 124). La identidad es un proceso individualizable (el proceso, no el objeto), una convención, una abstracción del continuo cambio que es el universo. Las cosas solo existen cuando interaccionan. Ser es interaccionar. Hasta aquí podemos decir que el mundo clásico y el cuántico no se oponen.
Cuando decimos que la relación es la única forma de existencia condenamos a muchos objetos cuánticos a la inexistencia (entre relaciones) o a la fluctuación. “Todas las variables fluctúan sin cesar, como si, a pequeña escala, todo estuviera siempre vibrando… cuanto más de cerca miramos el mundo, menos constante vemos que es… El mundo no está hecho de piedras, está hecho de vibración, de polución” Rovelli (2023, 121). La relatividad especial establece un espacio-tiempo absoluto y una velocidad de la luz absoluta. ¿Es todo relativo, todo relación. Debemos acabar con todos los absolutos. La cuantización es el fin de la división infinita del espacio-tiempo. Es el fin de cualquier infinito puesto que la mecánica cuántica pone límite a la información y los infinitos son ilimitados. Pero ¿no entra esto en contradicción con la identidad. El cuanto es una estrategia de identidad, un punto final del cambio. ¿Es la desintegración el destino final de todas las partículas incluso fotones, electrones, y -por otro lado- los cuantos: fases especialmente estables, un estado cuántico?
Quizás es simplemente la incertidumbre cuántica. Que las partículas aparezcan y desaparezcan dado que si no interaccionan no existen, permite una incertidumbre existencial (fluctuación). El indeterminismo preserva el futuro de cualquier previsión. Pero además está la presencia de las leyes de la probabilidad en el fondo de la realidad. La probabilidad parece ser estructural en la mecánica cuántica. La verdad absoluta tampoco existe y por tanto se abre paso la verdad fraccionaria, relativa: la probabilidad. Cuantización, incertidumbre y relación necesaria son las tres características que Rovelli otorga a la mecánica cuántica frente a la clásica. Suprimiendo (o ampliando) los principios de identidad, contradicción y tercio excluso de la lógica aristotélica se salvarían los muebles. Al fin y al cabo son axiomas, verdades evidentes… en el mundo clásico… habría que apostillar. Utilizar la incertidumbre como cláusula de cierre no es muy elegante pero sí muy socorrido. Lo que es evidente es que estas tres característica cuánticas se contradicen… en el caso de que salvemos el principio de contradicción. ¿Es ilógica la mecánica cuántica? Una cosa es ampliar el marco y otra acabar con la coherencia y la formalidad lógica.
Todo se soluciona si renunciamos a la realidad férreamente regida por leyes. La posibilidad es la nueva realidad, porque la física cuántica es un constructo mental, que no está sujeto sino a su propia coherencia y a la corroboración de sus afirmaciones en lo real. No se trata de descubrir una realidad oculta sino de inventarla y comprobarla. El fin no es la teoría sino la realidad, que debe ser construida en un trabajo constante. Toda posibilidad es real hasta que se demuestra lo contrario. ¿Qué puede ocurrir. Que el proceso de invención de teorías y corroboración sea infinito? En cada iteración nos aproximamos más a la coincidencia con la realidad. Ni un solo paso dado es en falso. Y saber que no nos espera un tesoro al final del camino es confortante. ¡Caminante no hay camino, se hace el camino al andar!
El desgarrado. Junio 2025