» 03-12-2019 |
Estamos en la semana del clima. Greta viene en catamarán. Los coches de las delegaciones son eléctricos. Martínez A. dice que Madrid Central funciona gracias a los “arreglos” que el PP ha hecho, de los que no debe ser el menor, el haber tratado de desmantelarlo. Postureo. Desde nuestra humilde posición vamos a tratar de poner nuestro granito de arena. Comer carne es un suicidio ecológico (consume 68 veces más recurso que las alubias). ¿Hay que dejarlo? No. Hay que reducirlo drásticamente. Hace cuarenta años la carne era cara (¡el pollo era un lujo!) y la verdura barata. Ahora se han cambiado las tornas. Es más barato comprar carne que verduras, algunas de ellas delirantemente caras: setas, aguacates, judías verdes, frutas exóticas. Los alimentos veganos son de lujo. Proteinas como el seytán o el tofu tienen el precio de la carne. Las verduras y frutas ecológicas son la ruina. ¿Qué hacer?
El pescado es mucho menos costoso ecológicamente que la carne pero los caladeros se agotan. La escasa calidad (antibióticos incluidos) de los pescados cultivados no los hace recomendables, sin que su precio sea bajo. El pescado congelado es caro (más que el marisco). Existen pescados frescos y baratos: la sardina, el jurel, la caballa, la anchoa, la maira, el mejillón (que es de cultivo). Tenemos muchas proteínas que comer sin olvidar las legumbres: alubias, garbanzos, lentejas. Opciones hay, pero hay que sobrepasar las modas de lo exótico y no despreciar los alimentos de siempre, como las legumbres. Nuestro planeta no puede sobrevivir si la ganadería es más contaminante que los coches. Sobre todo el vacuno. Las baratas hamburguesas son doblemente dañinas: por la salud de las personas y por la salud del planeta. Salvar el planeta es trabajo de todos, incluso si los políticos no quieren participar. Insisto. No hay que abandonar las hamburguesas… de repente.
No está tan lejos la crisis de las vacas locas como para que nos olvidemos de que comíamos raviolis rellenos de despojos cerebrales de vacas enfermas. No deberíamos perder la memoria de que las granjas porcinas pueden ser mucho más que una cerdada (40.000 millones de purines al año). La ganadería es un negocio y como todos los negocios hace todas las trampas, para obtener beneficios. Con una pequeña pega. Esas trampas pueden afectar a la salud. Los pescados frescos están llenos de mercurio. Lo que parece “salvaje” está contaminado. Los pescados pequeños están menos contaminados porque se han expuesto menos tiempo. El etiquetado es inexistente (o esquivado con ardor). Los cultivados son un saco de antibióticos (lo que se nota claramente en su sabor). Todos los alimentos procesados contienen multitud de conservantes, colorantes, turgentes, crujientes, atractivantes en general. El etiquetado es confuso y, en general, imposible de descifrar. Vivimos en un mar y una tierra de mierda. El mundo del flavour. Un mundo de sabores artificiales, científicamente diseñados para engañarnos.
Pero no es el único problema. Muchos alimentos añaden adictivos, moléculas que ocupan los espacios de acoplamiento de los neurotarnsmisores del placer: dopaminas, endorfinas. No son adictivos metafóricamente. Lo son efectivamente. Nos convierten en adictos, en enfermos, como lo hicieron con el tabaco y como lo hacen con la droga. Para que las chips tengan el glamour de lo recién hecho lo realizan con grasas nitrogenadas saturadas altamente dañinas para el sistema vascular. Venenos varios para mayor gloria de la mercadotecnia. La colza produjo en la España franquista más de mil muertos. Todavía no sabemos por qué, pero el médico que lo investigo (Muro) apareció muerto sin que nunca se le hiciera la autopsia. Tampoco está tan lejos el DDT, aquel pesticida que iba a mejorar la alimentación del mundo (tan popular que dio nombre a un tebeo) y que resultó ser un veneno de una persistencia terrorífica, o la talidomida que provocó múltiples malformaciones en los fetos a los que pretendía ayudar. La ciencia ha provocado (en complicidad con la política) tantas víctimas como salvaciones.
Vuelvo a preguntar: ¿que hacer? Hay que comer sano y eso pasa por comer en casa con productos primarios o en restaurantes de confianza (que no existen… o que se lo pregunten a Chicote). Hay que evitar los alimentos procesados desde las comidas preparadas, a los embutido, evitar en lo posible las carnes y escoger los pescados. Ser vegano o vegetariano no resuelve el problema. Te obliga a comer cantidad de alimentos procesados. La industria del procesado vegano y vegetariano es apabullante. Hay que volver a la cocina de la abuela, sabiendo que los alimentos primarios no son todo lo buenos que deberían ser pero que son mucho mejores que los procesados. Hay que leer las etiquetas y ahí no se acaba la información. Hay que deshacerse de los mitos: la salmonelosis no se produce por guardar la mayonesa, sino por la caca de la gallina. Probablemente es peor una mayonesa procesada que una guardada en la nevera. Pro todo esto depende de tener una buena información. Hay que informarse. Nos va la vida.
Siento haber sido catastrofista. Comer es el mayor placer del mundo. Por eso debemos procurar que nos dure toda la vida. Y sobre todo, comer no solo es una cuestión de sabor, es un problema de calidad. Cocinar es la máxima garantía de que lo que que comes está en el nivel más inferior de la contaminación. No hace falta ser un experto. Hacerse unas alubias o unas judías verdes está al alcance de cualquiera. Y el roce hace el cariño. A medida que cocines te irás engrescando. La cocina preparada, esa que parece el paradigma de nuestra sociedad, esa que ocupa a falsos autónomos prácticamente esclavizados en su distribución, es una mierda. No hace falta renunciar. Simplemente hay que irla sustituyendo. Quizás a ti te está bien pero ¿que sucederá cuando tu hijo tenga hambre? Empezando por los potitos.
El desgarrado. Diciembre 2019.