» 15-11-2019

Curso de política práctica (1) para ciudadanos concienciados (CPPCC). Los políticos y el Estado.

Conservadores, liberales, socialistas, comunistas, fascistas, ultraderechistas, demócratas, el panorama político es ciertamente enrevesado. Para acabar de complicarlo a las tradicionales categorías se han añadido las transversalidades (puesto que se escapan del esquema derecha/izquierda) como nacionalistas, feministas, ecologistas, animalistas, LGTBI, etc. Es probable que sean los propios políticos que con tal de escapar de las clasificaciones rígidas se postulen como categorías transversales a las históricas. También es posible que la política escape a los pares de oposiciones que definen la metafísica puesto que no se trata de cognición sino de acción. Porque la política es acción (aunque no lo parezca). La política consiste en ordenar acciones dirigidas al bien común, a la convivencia, más cerca de la ética que del conocimiento o la esencia. No se trata de elaborar teoría sino de articular estrategias, aunque las teorías sean necesarias para no perderse en el bosque de clasificaciones en el que hemos acabado. Empezamos.

 

Los políticos no son científicos, artistas o filósofos. Son activistas, hombres y mujeres de acción. Eso no quita que los antes citados hayan reflexionado sobre la política y hayan elaborado toda una serie de categorías en las que los políticos se encuadran. Pero no debemos juzgarlos por como piensan sino por lo que hacen. Un político no es alguien que dice: “Gobernar es muy difícil” “Tratamos de hacerlo… pero no fue posible” “No queríamos… pero el designio fue inquebrantable” “Son políticas que nos vienen impuestas” Todas esas afirmaciones son el canto del impotente y por definición un político es potente, es el que puede, el que es capaz de domeñar el destino, Dirigir una nación no es encuadrarla en un esquema cognitivo, es llevarla hacia adelante, hacia la prosperidad y el bienestar, hacia la felicidad, como decía la constitución EUA. Todo lo demás es ocioso. Pero además debe hacerlo dentro de unos límites razonables. El recurso a la violencia, a la represión y a la guerra, a los recortes y al sufrimiento de la población está absolutamente desaconsejado aunque admitido. La igualdad es absolutamente necesaria y la justicia (la igualdad ante la ley) debería ser ejemplar.

 

El orden se garantiza mediante una serie de privilegios que asisten al gobierno el principal de los cuales es la violencia. La violencia (interna y externa, punitiva y coercitiva) en un estado moderno, es privilegio exclusivo del gobierno de la nación (el ejecutivo). El límite de esa violencia es la proporcionalidad. Jamás se puede aplicar en mayor medida de la absolutamente necesaria, ni sin estar absolutamente justificada. El otro límite es el respeto a los derechos individuales El derecho es el otro privilegio para ordenar la convivencia, cuyo límite es la igualdad (proporcionalidad). El derecho lo aplican los jueces y magistrados que componen el poder judicial. Evidentemente no deberían ser los políticos los que impulsaran el derecho sino simplemente los que lo ejecutaran pero en un juego de manos interesado y de la mano de la democracia representativa, los políticos se han apoderado de la facultad de articular las leyes además de ejecutarlas. Quedan así configurados los poderes del estado: legislativo, ejecutivo y judicial, cuya compensación garantiza (debería garantizar) el equilibrio de poderes. Es la injerencia del ejecutivo y el judicial en el funcionamiento de la judicatura así como la del ejecutivo en el legislativo, lo que empaña este equilibrio.

 

Nuestra democracia (y todas las occidentales) se asienta en que la soberanía reside en el pueblo… pero se ejerce a través de las instituciones del estado. Es además una democracia representativa es decir que son los políticos electos (y algunos no electos: los asesores) los que nos representan en la Asamblea y en las instituciones. Es pues doblemente indirecta: mediada por las instituciones y por los representantes. A diferencia de otras democracias como la suiza, la nuestra no tiene mecanismos de democracia directa (referéndum ejecutivo, acceso directo a los representantes, iniciativas legislativas ejecutivas, autogobierno, etc.). La ley de leyes por la que se rige es la Constitución que fue votada por casi todos los españoles en la transición de la dictadura a la democracia lo que no garantizó, ni muchísimo menos, que existiera la cultura democrática, ni la libertad que garantizaran su absoluta idoneidad. Se han hecho algunas enmiendas (mediante referéndum promovido por la Asamblea) siempre para ceder soberanía a la UE.

 

Esta representación se efectúa a través de las elecciones que lejos de garantizar la igualdad y la justicia se han ido ajustando para que los resultados se alejen lo menos posible de los deseos de los políticos. Así, las listas son cerradas (no se puede cambiar a ningún componente) y bloqueadas (ni tampoco se puede cambiar el orden) por lo que votamos partidos y no personas. Las circunscripciones son desiguales de modo que el voto rural es más importante que el urbano (¡esos izquierdosos!), los partidos regionalistas están compensados, se aplica la proporcionalidad (ley d’Homn) que favorece a los partidos mayoritarios, el voto rogado (de los residentes en el extranjero) es un calvario, cuando no imposible, las encuestas dirigen el voto, las campañas están dopadas con dinero ilegal y por propaganda difamatoria, y por último las granjas de boots manipulan la opinión pública en las redes sociales. ¡No solo no disponemos más que de una rendija electoral cada cuatro años como única manera de asomarnos a la democracia sino que además votamos de forma absolutamente mediada.

 

Pero el principal desvío de la correcta senda del servicio público es la corrupción consistente en obtener -del dinero público- prebendas de todo tipo -pero principalmente pecuniarias- para sí o para otros. En un gremialismo rayano en la omertá, esta actitud es amparada en el silencio y arropo de la mayoría de los políticos, lo que convierte a la corrupción en generalizada. Financiación ilegal de los partidos y las campañas electorales, concesiones administrativas a cambio de dinero negro, recalificaciones urbanísticas, adjudicaciones fraudulentas, dietas encubiertas, incompatibilidades consentidas, tarjetas black, y meter directamente la mano en la caja, son algunas de las prácticas de esta actividad delictiva amparada por las leyes y aliviada por las amnistías, el aforo y el indulto. La otra gran lacra es el despilfarro (por motivos electoralistas) como aeropuertos sin aviones, autopistas sin automóviles, centros culturales sin usuarios, polideportivos sin deportistas, AVEs sin pasajeros, centros cívicos sin ciudadanos, etc. Los estudios de viabilidad y de impacto ambiental requeridos por las leyes son obviados, para ello, clamorosamente.

 

El ultraliberalismo económico de Reagan y Thatcher ha consistido en el contubernio de los gestores (políticos, administradores societarios, financieros) con los empresarios (capitalistas industriales y terratenientes) con el fin de establecer un capitalismo salvaje que controla la economía por la dominación, y regula las crisis económicas como medio de controlar a los trabajadores, mientras espera a que la robótica los haga innecesarios. Que se ha apoderado del sistema cibernético (big data, sistema computacional y retroalimentación cibernética) como medio de controlar el mundo y que propugna la desigualdad que empezó siendo del 90/10 y va camino de convertirse en 99/1. Las plusvalías que proporcionará la robotización no pertenecen al capital sino que pertenecen al mundo en general. Un nuevo sistema de impuestos progresivos y que incluya los robots, elimine los paraísos fiscales, proteja el medio ambiente y que discipline a las multinacionales se hace necesario para restablecer la igualdad. Estamos al borde del abismo desigualitario: trabajadores, clases medias, mujeres, niños, minorías, medio ambiente, países subdesarrollados, están al borde de la exclusión. La dictadura del capitalismo salvaje ya está aquí.

 

El resumen de todas estas prácticas es “democracia para el pueblo pero sin el pueblo”. La democracia no es un sistema de gobierno, sino un nombre vacío (democracia virtual) manipulado por unos políticos corruptos que practican la dominación del pueblo por medio de una oligarquía aliada con los poderes fácticos en el llamado capitalismo de gestión. Y si nos comparamos con el resto del mundo nos podemos considerar afortunados pues muchos países no tienen ni siquiera una democracia virtual. Pero eso no quiere decir que nos conformemos. Queremos que se acabe con la corrupción y el despilfarro, con las elecciones mediatizadas y fraudulentas, con la democracia representativa (la queremos directa), con la no separación de poderes. Queremos que se controle el capitalismo salvaje (ya que no se puede eliminar), el ultraliberalismo, el fascismo y los totalitarismos.  Queremos que se acabe con la desigualdad, con la injusticia y que se nos dote de un grado razonable de libertad. ¡Total. No es mucho pedir!

 

El desgarrado. Noviembre 2019.

 

  




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